Comunicación: analizando el fenómeno Milei

Comunicación: analizando el fenómeno Milei

Por Daniel Valli, Estratega en Marketing y Comunicación - CEO de VALLI PARTNERS.

05 Mayo 2024

Primero aclaro. Me estoy refiriendo a su forma de comunicar.

Estamos hablando de un presidente con un partido político en formación, casi sin representación parlamentaria y sin autoridades locales.

Y con un propósito: hacer una revolución. Sí, las pretensiones de Javier Milei no son sencillas. Es economista y tiene la decisión de reformar todo. Mejor dicho, destruir lo construido hasta ahora por otros y empezar de cero tanto en el plano social, económico y cultural. Tiene el gran desafío de lograr cosas casi imposibles y hacerlo sin más poder que el de su imagen pública. Y esa fortaleza, hasta hoy, se la otorga la gente. Lo que se escucha en los medios de comunicación son críticas muy profundas sobre la forma en que Milei comunica.

Se considera que la comunicación de Milei no es la que corresponde a un presidente. Que no puede ni debe comunicar así. Que el presidente no tiene filtros. Dice lo que piensa sin importar las consecuencias. Y dice cosas muy duras, en muchos casos cercanas al insulto. O directamente insultos. Aun así, su forma de comunicar parece tener un sustento en unos de sus atributos más valorados por la gente: ser genuino, auténtico. Los argentinos no tenemos registro de un presidente que haya anunciado en campaña que haría un ajuste. Milei lo hizo. Y está haciendo un ajuste que, hasta hace meses atrás, parecía imposible de hacer. Aunque eso hace tambalear su valoración de gestión, refuerza su imagen de autenticidad.

Recordemos que fue elegido porque logró ser identificado como un outsider de la política, con una narrativa que demoniza los beneficios que tienen los políticos frente a la gente común. Esto lo puso en el centro de la escena con un fuerte apoyo, en muy poco tiempo y marcando récords de apoyo en todo el país.

Por supuesto, esto no justifica sus insultos, ni deben aprobarse.

Pero hay que hacer un esfuerzo para entender el fenómeno: vivimos en una sociedad que, con los medios sociales, se ha acostumbrado a decir lo que siente, sin filtros. Sólo basta ver los comentarios en redes sociales de cualquier tema. No hay filtros. Y Milei representa esta nueva forma de comunicación. Un dato lo dice todo: le dedica solo un par de horas a los medios tradicionales -con alguna entrevista- y dos horas diarias a participar de la conversación en X -ex Twitter-.

Si pensamos que no le importa la comunicación o que sus participaciones son intuitivas o “calientes” sin pensar en su verdadero efecto, estamos en un error. Le importa, mucho y no hace nada que no esté definida en su estrategia de comunicación. ¿Se excede con ciertos enojos? Sí. Pero parecen ser errores calculados de una narrativa planificada. ¿El objetivo? Conservar ese círculo de apoyo que hoy dominan los medios sociales.

En este proceso comete errores. Y graves. Desde llamar “ensobrado” a Jorge Lanata -el periodista que generó las investigaciones de mayor impacto contra el kirchnerismo- hasta utilizar adjetivos potentes -asesino, por ejemplo- a presidentes de la región.

¿Es este estilo de comunicación algo que nunca hemos visto antes? No, para nada.

Hace poco, nos sorprendimos con la acción de marketing de confeccionar remeras con la leyenda “No hay plata”. Pero nos olvidamos que en tiempos de Cristina Kirchner aparecieron otras remeras que tenían la leyenda Krispación que muchos militantes K usaban con orgullo. Sí, crispación, lo que hoy se le critica de Milei.

Sí, esto que estamos viviendo en términos de comunicación, no es nuevo. La política ha cambiado la forma de comunicar. Los paradigmas tradicionales han muerto o, por lo menos, están dormidos hasta entender si reaparecerán en algún momento.

No estoy haciendo una valoración de la forma de comunicar, no digo que sea bueno, lo que simplemente digo es que la comunicación cambió, aquí y en el mundo desde hace poco más de 10 años. Hoy se busca el camino más fácil para lograr el posicionamiento político y la diferenciación con el resto de los participantes. Y para eso, parece valer todo.

La comunicación política cruzó el limite de lo institucional, para entrar en el terreno de las apreciaciones personales. Muchos líderes políticos -incluido Milei- no hablan desde la institución que representan, hablan desde las creencias y sentimientos personales. Antes era imposible que un jefe de estado insultara a otro jefe de estado. Hoy es común en la política. Lo hace Milei, pero lo hacen los otros contra él.

Solo basta mirar la forma en la que se comunica Trump, los británicos Boris Johnson y Michael Fabricant, el estoniano Rain Epler, el neerlandés Geert Wilnders y, por supuesto, Javier Milei. A ellos los une más que esos “raros peinados nuevos” como decía Charly cuando lanzó esa canción de 1984. Todos ellos tienen un lenguaje del enfrentamiento, con un enemigo bien definido. Para Javier Milei, la casta y todo aquello que impida la libertad económica.

Algunos dirán que son la derecha, la ultraderecha, los liberales o los libertarios, como se desee llamar. Puede ser.

Pero no son sólo ellos. Y esto no nació ahora.

Esta historia la conocimos con Cristina Fernández de Kirchner con su propia versión de definir enemigos: los poderes concentrados, los medios hegemónicos, los periodistas opositores, etc. Solo basta recordar esos actos en Plazo de Mayo para escupir fotos de periodistas como Magdalena Ruiz Guiñazú, Alfredo Leuco y hasta el propio Lanata, entre otros. La historia casi se repite. Pero cada uno con su argumento.

Posiblemente muy influenciada por el filósofo Ernesto Laclau, la comunicación de la ex Presidenta estuvo caracterizada por el conflicto permanente, la polarización política y el divisionismo social -palabras textuales extraídas de un artículo escrito el 13 de abril de 2014, hace 10 años, por el editor de la revista Noticias, el gran periodista José Antonio Díaz-.

Pensábamos que eso era una disrupción, algo fuera de lo común, que sería transitorio -como la grieta- y que todo volvería a su cauce. Hoy nos damos cuenta que ya es parte de la nueva normalidad en materia de comunicación y liderazgo.

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