El día más negro que vivió el deporte mundial en muchos años comenzó a las 14.17 (hora italiana) de aquel 1 de mayo de 1994.
Era un domingo, la antesala en la Argentina de una jornada típica de encuentros y reuniones por el Día del Trabajo. En los preparativos, quienes tenían sintonizado el televisor en la señal de Telefé, con los relatos de Felipe McGough y comentarios en estudios de Fernando Tornello, de pronto escucharon sus preocupantes palabras sobre el accidente que había sufrido Ayrton Senna a más de 220 kilómetros por hora, contra el muro del circuito de Ímola al perder el control de su Williams en la curva Tamburello. La carrera acababa de reanudarse después de cuatro vueltas con auto de seguridad debido en accidente en la partida que involucró a Pedro Lamy y a Jyrki Jarvi Lehto, que dejó la pista llena de trozos de carbono.
Lo que fue preocupación al principio del accidente, pronto mutó en dolor. Inconmensurable.
Eran tiempos sin internet ni telefonía celular. Las noticias inmediatas llegaban por TV y por la radio. Los fanáticos se prendieron a los aparatos. No podía ser cierto. No. Al piloto más talentoso del momento, de altísima influencia en los aficionados a la velocidad, no podía sucederle algo así. Pero sí, la devastadora realidad lo abarcó todo.
El fin de semana del GP de San Marino venía siendo difícil desde el viernes cuando otro brasileño, Rubens Barrichello se había despistado con su Jordan-Hart a 225 kilómetros por hora, el auto voló literalmente y se estrelló violentamente contra el muro y el alambrado. Al día siguiente vino el mazazo por el fallecimiento del piloto austríaco Roland Ratzenberger, en la sesión de clasificación: un roce de su Simtek-Ford con el auto de David Brabham le dañó su alerón delantero, lo que lo llevó a un violento despiste en la curva Villeneuve, a 300 km/h.
Senna dudó en correr aquella vez, quizás imbuido por el sino descomunal que estaba teniendo el fin de semana. Incluso su médico personal le sugirió no hacerlo y lo invitó a pescar. “Hay cosas sobre las que no tenemos control”, le dijo, y se subió al Williams al día siguiente, apesadumbrado y de mal semblante.
Lo que le pasó a Senna fue un golpe al corazón de la F-1 y de los fanáticos. Después de conocida la terrible noticia, en los medios se hicieron infinidades de comentarios, se escribieron teorías e historias, se mostraron imágenes desgarradoras. Es hoy, 30 años después, que todo cobra vida de una manera inusitada, como si uno quisiese que no haya sido cierto lo sucedido.
En tres décadas el mundo ha cambiado de una manera vertiginosa. La llegada de la era digital en las comunicados han permitido a las nuevas generaciones acercar la figura de Ayrton en todas sus facetas: un deportista de elite capaz de sobreponerse a situaciones de lo más difíciles, como por ejemplo correr como si nada en pistas bajo la lluvia. También se explota el lado amable del brasileño, sus apoyos y alientos para los más jóvenes, su filantropía, su preocupación por hacer de la F-1 una categoría más humana.
Desde que él no está, las medidas de seguridad en los bólidos se han ido perfeccionando, casi tanto como la de los autódromos. La única mancha desde que sucedió lo de Senna se dio en 2014, cuando perdió la vida el francés Jules Bianchi en Japón, al despistarse con un Marussia.
La tecnología dio saltos increíbles; hoy ya no sólo ganan carreras los pilotos más capaces. Para el espectador común, ver cosas como un volante de F-1 y sus múltiples funciones, la carrocería y el diseño, es como ingresar al set de una película de ciencia ficción.
En estos últimos 30 años se han dado rachas de campeones en serie que fueron rompiendo récords. El alemán Michael Schumacher llegó a siete títulos, y el británico Lewis Hamilton también, ambos superando a nuestro Juan Manuel Fangio con sus cinco campeonatos.
Los campeonatos han ido sumado carreras, llegándose a la actual temporada con 24 carreras, varias de ellas en el nuevo “polo” económico de los países árabes. En todo este tiempo han aparecido y desaparecido equipos. Otros se han fusionado o reconvertido. De los tiempos de Senna sólo se mantienen Ferrari, McLaren y Williams. Hasta los tradicionales sponsors de tabaco y alcohol han desaparecido.
La categoría ya no está en manos del “eterno” y excéntrico británico Bernie Ecclestone que dominó la escena de la F-1 desde 1978 hasta 2014; hoy una empresa, Liberty Media (de EE.UU.), es la que lleva los destinos.
Y como parte del fenómeno comunicacional de los tiempos que corren, se han creado canales específicos que hablan de la “máxima” las 24 horas, mostrando al detalle todo lo que pasa dentro y fuera de una pista.
Senna en vida fue inspiración para mucha gente. Con su adiós, el homenaje a su figura se hizo infinito. En la Argentina, su nombre le fue impuesto a muchos niños, incluso algunos de ellos se convirtieron en pilotos.
No es temerario decir que el legado de Ayrton sigue creciendo año a año. Quizás sea porque los seres inolvidable nunca mueren.