El Mal de Parkinson es la segunda enfermedad neurodegenerativa más prevalente en el mundo. El riesgo de sufrirla aumenta en los mayores de 60 años y se estima que, el 1% de los individuos de más de esa edad, tienen alguna forma de dicha patología. Pero también puede presentarse en pacientes jóvenes.
Hay tantas manifestaciones de la enfermedad como personas, porque se presenta de forma diferente en cada individuo, tanto en la sintomatología como en la evolución o respuesta a los tratamientos y a las terapias rehabilitadoras, lo que hace necesaria una atención personalizada.
El doctor Juan Pablo Casasco, jefe de Unidad Neurocirugía Funcional de la Clínica Santa Isabel, señala que el Parkinson es una patología frecuentemente subdiagnosticada, debido a la ausencia de una prueba específica para su detección temprana.
Síntomas iniciales
“Muchos pacientes pueden estar conviviendo con la enfermedad sin un diagnóstico formal, lo que dificulta su acceso a tratamientos oportunos y adecuados”, indica.
Explica que los síntomas iniciales no tienen que ver con los síntomas típicos motores, que el común denominador de la población conoce, como el temblor o la inexpresión facial, sino que, al comienzo de la enfermedad, se dan cuadros gastrointestinales (constipación, diarrea, distensión), trastornos en el sueño y en el ánimo, entre otros.
Otro aspecto crucial en el tratamiento del Parkinson es la identificación de aquellos pacientes que han desarrollado resistencia a la terapia farmacológica, que es el primer tratamiento que se indica en el comienzo de esta enfermedad. “Estos pacientes se vuelven refractarios a la medicación y comienzan a experimentar síntomas adversos de la enfermedad. En esos casos es esencial que los médicos tratantes puedan derivar a estos pacientes a equipos especializados, para evaluar si son candidatos a un procedimiento neuroquirúrgico”, dice Casasco.
La Clínica Santa Isabel cuenta con una unidad especializada en trastornos del movimiento, que se especializa en la neurocirugía funcional. Esta se aboca a intervenir a través de cirugía la función alterada del sistema nervioso central o periférico. Para lograr este objetivo utiliza los paradigmas propios de la conducción nerviosa a fin de lograr contrarrestar la enfermedad y mejorar la calidad de vida del paciente y su entorno cercano.
A pesar de que aún no existe una cura para el Parkinson, los avances en los tratamientos, especialmente los neuroquirúrgicos, han demostrado cambios notorios en el bienestar de los pacientes. Estas mejoras son un paso significativo en la lucha contra esta enfermedad y refuerzan la importancia de continuar con la investigación y el desarrollo de nuevas