El último 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, en las redes sociales se viralizó una imagen con la que se buscó interpelar a la sociedad sobre un tipo de violencia que muchas viven, pero pocas cuentan. Una casa de accesorios para novia intervino una de los vestidos expuestos en sus vidrieras con la leyenda “No es no”.
La intervención era un llamado a la reflexión sobre el rol de la mujer dentro del matrimonio y sobre todo, de la voz que cada una tiene en el espacio de la pareja.
La foto que recorrió el mundo virtual se tomó en México, aunque la problemática está presente en todas las partes del globo, y Tucumán no escapa al asunto. ¿Por qué es tan difícil contar y denunciar lo que ocurre dentro del matrimonio, o en el seno de una pareja que tiene muchos años?
Pozo profundo
“Pasé más de 10 años de mi vida de la mano de un hombre que no me quería pero no me soltaba”, contó Blanca; en realidad no se llama así, pero prefiere que su identidad real (ni siquiera en su nombre de pila) no se revele. “Es por mis hijos pero también por mi privacidad”, remarcó.
“Me casé a los 25 años, cuando ya éramos padres de dos niños y sentíamos que era el paso que nos faltaba dar. No éramos católicos, ni nuestra ceremonia tuvo tintes religiosos, pero era lo que se esperaba”, agregó.
“Los problemas empezaron porque él era una persona muy posesiva y me celaba mucho. Dejé trabajos para evitar reproches por tener compañeros varones. Me empecé a vestir más recatada. No alcanzó porque nunca alcanza”, lamentó luego.
Blanca también relató que llegó a tener relaciones sexuales sin quererlo. Por miedo. Por cansancio. “Nunca me di cuenta de que eran abusos, hasta salir de esa relación. Pensé que ese era mi rol”, aseguró.
“Recién me fui cuando llegaron los golpes. Hablé cuando me vi toda morada al lado de una cama, escondida de mis hijos, para que no sufran”, contó.
Completa su relato con una reflexión: “Me hubiese gustado saber que podía decir que no, que era válido no soportar e irme antes”. Así compartió sus heridas para que todas las que están en un pozo parecido al suyo, pidan ayuda sin espera.
Cultura arraigada
“Es muy difícil que una mujer reconozca la violencia dentro del matrimonio, porque está muy mezclado. ¿Hasta dónde me puedo negar a mi marido? ¿Hasta dónde le puedo decir que no? En general se nos han enseñado que a ellos no se les puede decir que no, y los maridos han aprendido que si es tu mujer, no tiene que decirte nunca que no”, reflexionó al respecto de este tema Verónica Camacho, miembro de la Casa de las Mujeres Norma Nassif, psicóloga y docente de la Universidad Nacional de Tucumán.
“Cargamos con algunas ideas que pueden venir desde la religión o cuestiones generacionales, que tienen que ver con idealizaciones como que en el matrimonio todo es amor comprensión y ternura”, explicó e indicó que entonces se ingresa en un universo de contradicciones.
“Nos instalaron esta imagen de sagrada familia, a quienes tienen fe y a los que no, también. Nos dijeron que es el ideal que tenemos que sostener y mantener. Por eso muchas veces las mujeres se quedan calladas. Para no romper este modelo de familia, impregnado en nuestras matrices de aprendizaje, en nuestra médula espinal”, razonó.
“Está la idea de que la mujer le pertenece al varón, y cuando se pone en juego esa pertenencia en las discusiones, muchos piensan: ‘soy dueño de pe garle, soy dueño de tener relaciones cuando yo tenga ganas, para eso es mi mujer, soy dueño de forzarla’”, argumentó Camacho.
Romper ataduras
“En la actualidad se dieron pasos para empezar a terminar con estas ideas. Por ejemplo, hablar de la violencia en el noviazgo, que es algo que se tiene que desnaturalizar”, analizó la docente.
“También hay que sacar ese manto sagrado sobre la idea de familia que no puede tener ningún tipo de cuestionamiento, mancha, tristeza. Cuando en realidad la verdadera familia o pareja, está atravesada por múltiples contradicciones y resolver esos temas es lo que la hace más fuerte”, continuó.
Y sentenció: “Los varones tienen que aprender a escuchar las mujeres sin prejuicio, y las mujeres tienen que aprender a poder plantarnos cuándo queremos y cómo queremos”.
Dificultades para salir
La abogada Andrea Luquín se especializa en casos de violencia de género y asegura que las tucumanas sí denuncian, pero a veces no son escuchadas a tiempo. Sin embargo, también es cierto que para una mujer casada, es más difícil dejar la relación aunque no sea sana.
“Hay una cuestión generacional, porque por lo general, al hablar de un matrimonio, hablamos de muchas mujeres que crecieron bajo estereotipos machistas y religiosos, por lo que la separación del vínculo se hace difícil, en términos morales”, describió.
“Por otro lado, incluso aún hoy, en muchas parejas los hombres son los proveedores. Entonces, a la hora de romper el vínculo matrimonial se presentan dos cuestiones: el quedar ellas en una situación patrimonial totalmente desventajosa; y que habitualmente los hijos se quedan con la mamá. Entonces, también tienen que pensar que eso pondrá a sus niños en una situación compleja”, resaltó.
Justicia en falta
“Si bien las mujeres hemos podido avanzar en la construcción de nuestra potestad y de nuestra libertad para decidir poner fin a vínculos violentos, la Justicia y el Estado nos ponen un montón de obstáculos, principalmente económicos, para poder formalizar la decisión que hemos tomado”, refiere la letrada.
“Es mucha la cantidad de mujeres de distintos órdenes sociales que denuncian que los lugares para hacerlos han quedado obsoletos porque están abarrotados, con muy poco personal, y cada vez, menos capacitado”, indicó Luquín. Resaltó: “Una denuncia tomada a tiempo salva vidas, pero las que se ignoran terminan en la pérdida de una”.
“Por lo general, en la mayoría de los casos de femicidio, la mujer ya había denunciado. Y no una, sino varias veces. Lo que no tuvo era la respuesta judicial necesaria y acorde para proteger su vida y un castigo para los violentos”, finalizó
Producción periodística de Ariane Armas.