La onda expansiva de un Superclásico siempre tarda en disiparse, para bien o para mal. En el caso de River, la eliminación en cuartos de final de la Copa de la Liga Profesional había resultado un golpe duro de asimilar, pero la proximidad de la Copa Libertadores le ofrecía una pronta oportunidad de sacarse de encima aunque fuera en parte el sabor de ese mal trago. Sí, no había clasificación en juego -sí un paso importante hacia ella-, pero lo mismo al “millonario” le interesaba llevarse un buen resultado para recuperar la confianza, levantar el ánimo y darle algo de aire a Martín Demichelis, cada vez más cuestionado por la tribuna. El 2-1 sobre Libertad en el Defensores del Chaco -una cancha difícil, y más después de tres días de lluvia que la dejaron maltrecha y poco apta para el tipo de juego que le gusta a “la banda”- terminó siendo justificado por el dominio de River en los extremos del partido. En la primera media hora, fue tan clara la superioridad del equipo argentino que si no hubo dos o tres goles de diferencia fue porque el arquero Rodrigo Morínigo estaba inspirado. Primero, para sacarle un tiro a colocar envenenado a Rodrigo Aliendro, que tenía destino de golazo, y después a Enzo Díaz. Y cuando no fue el 1 paraguayo, fue el VAR: Miguel Borja, que viene derechito en esto de hacer goles, facturó en la primera chance que tuvo, pero desde la cabina lo mandaron al frente por un offside casi imperceptible.
Que el partido llegara hasta el minuto 34 sin un gol de River era un despropósito, porque hasta ese momento había sido un monólogo “millonario”. La permeabilidad de la defensa local le dejaba espacios a la habilidad de Claudio Echeverri y la de Esequiel Barco, y el carril izquierdo era una pista de aterrizaje para Enzo Díaz. Y ahí fue que apareció Pablo Solari para conectar un buen centro rasante de Aliendro y poner el 1-0.
¿Libertad? Bien, gracias. Salvo algún chispazo de Merlini o de Franco, era la nada misma. Salvo cuando había pelota parada. Y en un tiro de esquina, el ingresado Matías Espinoza se elevó más alto que nadie y sacó un cabezazo de manual, hacia abajo, imposible para Armani. Lo que se dice, efectividad pura para maquillar el desnivel del partido, más allá de que en esos últimos pasajes del primer tiempo, Libertad levantó la quijada.
Uno de los defectos que se le señala siempre a Demichelis es que los cambios que hace suelen ser incomprensibles, en timming y en apellidos. Esta vez, llamó la atención que sacara al “Diablito” en el entretiempo, aunque fue para mandar a la cancha a su otra joya, Franco Mastantuono. En su debut copero, el pibe de apenas 16 años terminaría siendo decisivo. Si bien le costó imponer su habilidad al principio, tuvo un mano a mano propiciado por Barco que no llegó a definir por un cruce providencial de Viera. Pero pronto tuvo su revancha: una buena construcción ofensiva de River le quedó para la derecha, su pierna menos hábil, pero nada impidió que la pusiera contra el palo más lejano y le diera a River un triunfo que vale mucho, sobre todo por lo anímico.