El cáncer de próstata es una de las enfermedades que más afecta a los hombres mayores de 50 años. No obstante, los profesionales de la salud exhortan a toda la población masculina a seguir de cerca los síntomas para una detección temprana de esta patología. En este contexto, explican cuáles son las señales que pueden alertar sobre un posible cáncer en menores de 40 años.
“El cáncer de próstata no es solo un problema de ‘viejos’ ni tampoco de poca importancia, porque “aunque la mayoría de las veces no es muy agresivo, no quiere decir que no sea mortal”, explica el doctor Ignacio Moncada, jefe del Servicio de Urología de un hospital español.
Al igual que en buena parte de las enfermedades (no necesariamente tumorales), la detección temprana condiciona el pronóstico y la supervivencia, si bien cuanto más joven sea el paciente, más agresivo será.
Cáncer de próstata: ¿por qué en jóvenes?
“Generalmente, el cáncer de próstata temprano es por causas genéticas; hay genes que se heredan y que aumentan el riesgo”, destaca Moncada. Por ejemplo, tener el padre o un hermano afectado eleva la posibilidad de desarrollar la enfermedad, un riesgo que también está ligado a antecedentes familiares de cáncer de mama porque “los oncogenes BRCA1 y BRCA2 están relacionados con tumores de mama y de próstata”.
Y esta es la principal señal de alarma a la que hay que atender, porque, "lamentablemente, el cáncer de próstata no da síntomas específicos", aunque sí puede compartir algunas manifestaciones con otros problemas prostáticos (prostatis, hiperplasia) relacionadas con la frecuencia o el chorro miccional.
Esa ausencia de síntomas concretos obliga a no olvidar y tener siempre presente la historia familiar porque “permite determinar, con un análisis de sangre, si un persona hombre tiene uno de estos oncogenes. Si lo tiene, hay que redoblar los controles para detectar precozmente la enfermedad”, dice el especialista, que subraya que el dato de la historia familiar siempre hay que exponerlo ante el médico de familia.
¿Cómo se diagnostica?
Los programas de despistaje del cáncer de próstata se hacen a los 50 años y, en ausencia de otros síntomas prostáticos, un análisis de sangre con determinación del PSA (antígeno prostático específico) es suficiente para orientar la presencia o no del tumor. Sin embargo, este biomarcador no ha estado exento de polémica durante muchos años, ya que con frecuencia se ha argumentado que su aumento no siempre se debe a la presencia de un tumor.
No obstante, Moncada defiende su utilidad: “Hoy en día, todo el mundo acepta que es una bendición para el incremento de la supervivencia por cáncer de próstata. Desde que irrumpió el PSA, la mortalidad por cáncer de próstata ha disminuido y nadie discute ya el papel del PSA como un elemento positivo, que ha permitido el abordaje precoz de la enfermedad.”
Esta firme defensa no impide al urólogo admitir que es un marcador inespecífico, que “puede aumentar también cuando hay prostatitis o hiperplasia benigna de próstata” y para aclarar la causa de su elevación, existen técnicas de diagnóstico para visualizar las lesiones, entre las que sobresale la resonancia magnética multiparamétrica, que define el área sospechosa. Después, “con la biopsia dirigida -de fusión de imágenes con las obtenidas con la resonancia- ya afinamos muchísimo el diagnóstico”.
Cáncer de próstata: recomendaciones de estilo de vida
La dieta, la obesidad, el sedentarismo o la exposición a carcinógenos ambientales se asocia, con frecuencia, a la aparición de ciertos tumores, pero “en la próstata no hay factores de riesgo reconocidos”, dice el especialista. “Permanecer delgado, sin fumar y con una dieta saludable es lo deseable y recomendable, pero no está demostrado que ayude a prevenir el cáncer de próstata”.
Mantener una vida sexual activa se ha sugerido como un buen escudo protector frente al tumor de próstata, aunque, otra vez, Moncada echa por tierra esta creencia: “La actividad sexual implica que la próstata ‘trabaje’ porque produce líquido seminal y la mantiene en buen estado funcional, pero tampoco hay ningún estudio claro que demuestre que cuanta más actividad sexual, menos cáncer de próstata (ni siquiera menos hiperplasia benigna)”.