El 31 de diciembre de 1986 se registró uno de los homicidios más infames de la historia criminal de la provincia. Ese día, dos integrantes del clan Los Gardelitos fueron asesinados en la esquina de avenida Roca y Pasaje Neuquén. Mucho más grave fue la resolución del caso. La Policía y la Justicia quedaron manchadas por cómo se investigó y cerró el expediente.
Los primeros informes policiales daban cuenta de que en un Ford Sierra había sido encerrado por una camioneta en la que se trasladaban al menos ocho personas que abrieron fuego. En el tiroteo perdieron la vida Santos Pastor Aguirre y Enrique Soria Galván en el acto. Juan Carlos Beduino, que conducía el vehículo, logró bajarse del auto y repeler el ataque a tiro limpio, por lo que recibió tres disparos. Los otros dos ocupantes, cuyos nombres nunca trascendieron, lograron salvarse de milagro. Huyeron del lugar por caminos separados.
Con el correr de los días, se fueron conociendo detalles del brutal hecho. Beduino había llegado ese día de Buenos Aires para pasar fin de año con sus parientes. Por la tarde, él y sus cinco parientes decidieron encontrarse con unos amigos para disputar un partido de fútbol. Cerca de las 17, decidieron regresar a su casa. Lo hicieron por Roca hacia el oeste. Al transitar por esa avenida al 200, observaron que su pariente María Ester Nieva les había hecho señas para charlar con ellos. Retornaron en la primera esquina que pudieron y fueron a su encuentro. La mujer estaba con su hija de cuatro años charlando con Ángel “Mono” Ale y su novia.
Según la versión de las víctimas, “El Mono”, portando un arma en cada mano, comenzó a dispararles y después aparecieron otros cinco sujetos entre los que estaban Rubén “La Chancha” Ale y Jorge “La Bruja” Vázquez Carranza. Ahí comenzaron a sucederse las irregularidades de la investigación.
Pese a que los testigos identificaron a los atacantes, el juez Eduardo Bichara ni siquiera pidió que los investigaran. Los sospechosos, como era de esperarse, huyeron. Estuvieron 75 días prófugos hasta que decidieron entregarse. “El Mono” se hizo cargo de las muertes y fue acusado de doble homicidio. Su hermano y Vázquez Carranza, de tentativa de homicidio.
Sin embargo, en un polémico fallo judicial cuyos fundamentos nunca fueron conocidos, se les cambió la imputación. A “El Mono”, lo acusaron de haberse excedido en la legítima defensa, por lo que recibió una pena de tres años. En esa misma sentencia se determinó que “La Chancha” y Vázquez Carranza sólo se habían defendido, por lo que fueron sobreseídos. Ángel Ale recuperó la libertad luego de que un tribunal de apelaciones, que no debía intervenir, aceptó un hábeas corpus presentado por sus defensores.
Con los años, se conocieron los errores que cometió la Justicia y que terminó beneficiando a los tres sospechosos:
- Nunca se encontraron las armas de los acusados.
- No se recolectó ni una vaina, a pesar de que testigos dijeron que se habían efectuado una treintena de disparos.
- En el auto en el que se trasladaban Los Gardelitos se encontraron tres armas que, según las pericias, no fueron disparadas.
- A las víctimas fatales ni a los sobrevivientes se les hizo un test de parafina para sospechar que realmente habían disparado.
Con todos esos elementos, cabe hacerse una pregunta: en qué se basó la Justicia para asegurar que los Ale y Vázquez Carranza se defendieron. La falta de respuesta alimenta una duda que se mantendrá para siempre.