“Cras, cras, cras”, fueron las palabras que sin éxito intentaron tentar a San Expedito para renunciar a su conversión al cristianismo. Con firmeza, el soldado le respondió al Demonio “Hodie, Hodie, Hodie”, que en latín significa hoy. El 19 de abril del año 303, fue decapitado y por eso este día se conmemora el día del Santo de las causas urgentes.
Los creyentes acuden con esperanza a la imagen de Santo Expedito, que en su imagen se muestra como un legionario romano, vestido con una túnica roja corta. En una mano sostiene una hoja de palma que simboliza la victoria, el triunfo, la paz y la vida eterna, mientras que en la otra en alza deslumbra una cruz que revela la leyenda “hodie”.
San Expedito: el comandante del ejército que decidió ir en contra de su emperador
Aunque su nacimiento es de fecha desconocida, su muerte tiene una data clara. Expedito fue martirizado en la ciudad de Melitene, en Capadocia (ahora Malatya, Turquía), con la misma pena que recibirían sus compañeros que también se habían convertido al cristianismo en aquel milagro sucedido en la guerra contra los Bárbaros. Por esta acción es que debían ser condenados a la flagelación y por último la decapitación que terminó con la vida de este valiente soldado.
El llamado le llegó a San Expedito en la guerra anteriormente nombrada, contra los Bárbaros en la región de Germania, que abarcaba el actual territorio de Armenia y Turquía. Allí, en una cruenta batalla los soldados de la Legión Fulminante que dirigía Expedito se encontraban ya sin ánimo de ganar la batalla porque se habían quedado sin provisiones. San Expedito, intentaba a toda costa darles esperanza para ganar la lucha, pero los soldados a su cargo padecían de hambre y sed. Esta situación, podía más que las palabras de su General de División.
Un milagro que impartió certezas y claridad entre los soldados romanos
La Fulminata se encontraba en peligro, porque habían sido cercados por sus enemigos, ya no tenían escapatoria y todos morirían, a menos que ocurriera un milagro. Los soldados conocían que los cristianos se arrodillaban y con los brazos abiertos en dirección al cielo se ponían a rezar, y Dios les enviaba milagros. Ellos habitualmente perseguían a los cristianos por estas prácticas, pero jamás las habían experimentado en carne propia.
Así los soldados buscaron una respuesta en el cielo, como lo hacían los cristianos. Todo el ejército romano se arrodilló y comenzó a rezar, pidiéndole al Dios de estos creyentes el alivio ante sus pesares. Frente a esa imagen los enemigos quedaron perplejos, al ver a 6821 soldados del Imperio Romano arrodillados rezando. Los Bárbaros se encontraban inmóviles mientras que a la vez, el cielo se tornaba de gris y viento intenso comenzaba a soplar.
Una tormenta se desató lo que provocó una gran confusión en el enemigo. Los soldados de Expedito, juntaron agua con sus cascos y calmaron su sed mientras recobraban sus fuerzas. Al cabo de unos instantes, la situación se había revertido y la Fulminata salió victoriosa en la batalla.
San Expedito decidió desatender las tentaciones y convertirse al cristianismo
Expedito era un General de División del Imperio Romano y su tarea era la de perseguir a los cristianos, por no adorar a los dioses de la religión oficial. Este ya había tenido encuentros con el cristianismo, y en varias ocasiones se fascinaba ante los acontecimientos que experimentaban los creyentes. Sin embargo, este siempre dejaba su conversión para el otro día. Pero el milagro de la Fulminata fue determinante y Expedito encontró las certezas en aquel milagro de aquel Dios tan ajeno que ahora se le hacía propio. Las dudas se terminaron y el soldado decidió cargar con su propia cruz, ya que era plenamente consciente de que esta determinación conllevaba además una muerte segura.
La conversión de Expedito tuvo además una oportunidad de arrepentimiento, cuando el demonio con intención de que el soldado desistiera, le tentó de nuevamente dejar apara mañana aquella conversión que parecía ahora tan certera. Pero, decidido en su fe San Expedito decidió responderle que ese día sería un cristiano más.