Gustavo Reyes, economista del Instituto de Estudios sobre la Realidad Argentina y Latinoamericana (Ieral), plantea un interrogante que todos los argentinos se formulan: ¿cuánto tiempo llevará al actual gobierno encarrilar la situación económica del país? Y esta pregunta conlleva tres situaciones puntuales: bajar fuertemente la inflación; estabilizar la abrupta caída del tipo de cambio real oficial, y el momento en el que la recesión toque piso y comience la recuperación de la economía.
La mejora en las cuentas fiscales y la colocación del Bono para la Reconstrucción de una Argentina Libre (Bopreal), destinado especialmente para pagar la deuda comercial en el exterior del país, le permitieron al Banco Central cambiar diametralmente la dinámica de la política monetaria. Se pasó a emitir moneda a un menor ritmo que su demanda, lo que permitió que la economía pasara de excedente a faltante de pesos entre 2023 y el arranque de 2024. Reyes, al respecto, recuerda que el combustible de la inflación permanente es el exceso de pesos que erosiona el valor de la moneda doméstica.
Así como el sobrante de pesos había generado pérdidas de reservas en el Banco Central, fuertes aumentos en el precio del dólar libre y un importante ascenso en la tasa de inflación; el faltante de pesos produjo todo lo contrario: la autoridad monetaria comenzó a comprar reservas, el dólar libre se desplomó en términos reales y la tasa de inflación comenzó a bajar, puntualiza el diagnóstico del investigador de la Fundación Mediterránea.
El favorable cambio en el clima financiero ha sido importante: además de los resultados de la nueva política monetaria, los mercados registraron una fuerte caída tanto en la brecha cambiaria como en la prima de Riesgo País (el último cierre fue de 1.331 puntos básicos), mientras que las cotizaciones de las acciones en los mercados bursátiles mostraron un importante ascenso.
“Asumiendo una cierta pero incompleta recomposición salarial y tarifaria para el resto del año, es posible realizar un ejercicio que simule la tasa de inflación mensual en un contexto donde el Banco Central mantiene su actual ritmo devaluatorio. En ese caso, podría ocurrir una relativamente rápida desaceleración de la inflación, más optimista que la esperada por las estimaciones del Relevamiento de Expectativas el Mercado (REM), elaborado por el Banco Central”, acota. Si el ritmo de variación de los precios se comporta de acuerdo al ejercicio y se mantiene el ritmo devaluatorio del 2% mensual, el Tipo de Cambio Real (TCR) terminaría el año muy cerca de estabilizarse. En este marco, esta última variable alcanzaría niveles inferiores a los actuales pero más altos al momento previo del salto devaluatorio y al nivel que tenía el TCR cuando la administración de Mauricio Macri levantó el cepo cambiario en 2016.
“Dadas las experiencias de 2001-02 y 2008-09 -expresa Reyes-, es posible esperar que el piso de la recesión actual pueda producirse entre el primer y segundo trimestre de este año”. Así, la economía empezaría a recuperarse en primer lugar de la mano del sector agropecuario. Luego, en la medida que la inflación se reduzca y que mejoren los niveles de confianza (caiga la prima de riesgo) y comience a producirse alguna recuperación parcial en el poder adquisitivo de los salarios; los sectores más relacionados con el consumo y la inversión podrían también contribuir positivamente durante el segundo semestre
El ciclo descripto, de relativamente lenta velocidad de salida de la recesión, podría cambiar y hacerse más dinámico en caso que las autoridades económicas puedan sacar exitosamente el cepo cambiario y comenzar a realizar las siempre demoradas reformas estructurales, sostiene el reporte al que accedió LA GACETA. En este último y muy optimista escenario, la economía podría recibir influjos de capitales que claramente acelerarían la recuperación de la economía, pero terminarían generando una mayor caída en los niveles del Tipo de Cambio Real.
En caso que no pueda avanzarse con las reformas estructurales, la economía se enfrentaría a un escenario poco dinámico en términos de crecimiento, con un potencial de apenas el 1,3 % anual, similar a la variación poblacional. “La única forma de mejorar este magro ritmo de crecimiento de largo plazo es a través de mayores inversiones y de mejoras en la productividad de la economía”, indica Reyes. Para avanzar en esta dirección, además de estabilizar el proceso inflacionario, se requiere también concretar reformas estructurales del tipo de las planteadas en el Pacto de Mayo, un acuerdo que todavía está en ciernes y que dependerá de la muñeca política del presidente Javier Milei para tentar a los gobernadores a avanzar con ese pacto.