En primera ronda de Roland Garros 2017, Renzo Olivo jugó, probablemente, el partido de su vida: derrotó en cuatro sets al local Jo-Wilfried Tsonga, por entonces 12° del mundo (llegó a ser 5°), en la Philippe Chatrier, cancha central del Grand Slam parisino. Siete años después, el rosarino está en Tucumán jugando el Challenger de Lawn Tennis, torneo en el que es favorito, buscando reencontrar a su mejor versión.
“Obviamente da un poco de confianza saber que estoy entre los primeros del torneo. Eso puede generar una presión motivadora para avanzar y para llegar a instancias finales”, comienza Olivo su diálogo con LA GACETA. Lejos de quitarse la responsabilidad, el ex 78° del mundo (hoy 278°) reconoció sus altas expectativas para esta semana: “apunto a ganar el torneo”, afirma.
Claro, hoy por hoy, se encuentra fuera de los puestos de clasificación a los Grand Slam porque para jugar la qualy, al menos, necesita meterse entre los 230 mejores del ranking. “Para eso necesito sumar puntos esta semana y la que viene. Las expectativas están bien altas”, agrega.
Pero además de necesitar esos puntos, Olivo también necesita recuperar la confianza y la pasión, según él mismo reconoce. “Estoy en un momento raro. Arranqué el año jugando muy bien pero los resultados no fueron de los mejores, aunque tampoco fueron tan malos. En estas últimas semanas, caí un poco en términos de confianza. Necesitaba tomarme unos días en casa, volver a entrenarme, a agarrar fuerzas… creo que lo hice bien”, analiza.
Justamente la confianza es la clave que le había permitido llegar al lugar en el que supo estar años atrás. “Cuando uno empieza a ganar partidos, eso te alimenta y no tuve una seguidilla de juegos en los que volví a sentir esa confianza. Por ahí la encuentro, pero no la logro mantener. Ahí está la clave, en mantenerse”, apunta dando paso a otro factor clave: la regularidad.
“Me siento jugando mejor al tenis ahora que cuando estaba Top 100”, reconoce el rosarino, que igualmente remarca las diferencias. “En ese momento estaba batallando todos los partidos y era más regular. Tengo que seguir haciendo las cosas bien y batallar. Lo otro debería llegar. Creo que la diferencia es esa, la regularidad de estar a full durante mucho tiempo, y no sólo por momentos, por semanas”, agrega.
Justamente, de tener paciencia y enfrentar momentos adversos, Olivo sabe y mucho. Durante su adolescencia pasó tres años en Francia, entrenándose en la academia de Patrick Mouratoglou, entrenador de renombre mundial que tuvo a su cargo, entre otros, a la estadounidense Serena Williams. Tiempos, según él mismo recuerda, que no fueron sencillos. “Fue una etapa muy dura. Estaba lejos de casa, de mis seres queridos, y era difícil mantenerme fuerte de la cabeza. De a poco empecé a no batallar, a no sacar esa garra interna que yo tenía. Pasados un par de años, vi que las cosas no las estaba haciendo bien y decidí volver”, relata. Y si bien asegura que “tenísticamente, quizás no fue la mejor decisión”, explica que en aquel momento fue la decisión que debía tomar. “No me quedaba otra opción porque económicamente no podía seguir manteniéndome. Mouratoglou me bancó todo por años e hizo posible que yo siguiera jugando”.
Olivo rescata que esa fue una experiencia que le permitió formar su carácter. “Estaba sólo allá así que me ayudó a mantenerme en esta carrera dura y solitaria. Aprendí a viajar solo, a entrenarme solo… en ese sentido me fortaleció”, revela.
Superados esos momentos complicados, despegó en su carrera profesional y, en sus mejores tiempos, llegó a ser convocado al equipo de Copa Davis. De hecho, fue parte del campeón de 2016: jugó el partido de dobles y uno de singles ante Polonia, en octavos de final; serie que terminó 3-2 a favor de Argentina.
“Quizás no lo siento como un mérito propio y por ahí no me siento tan parte. Es la realidad, pero tenemos la réplica de la Copa Davis en casa, y eso te hace sentir parte”, dice. Claro; eso no evita que, efectivamente, sea campeón de Copa Davis y que se lo recuerden constantemente. “En el ámbito del tenis me lo resaltan bastante, pero fue hace varios años; la realidad hoy en día es otra. Está lindo por un lado recordarlo, pero hay que enfrentar también la realidad; hacer las cosas bien para intentar volver a ese nivel”.
En reiteradas oportunidades, el hecho de que mencionara la búsqueda de su mejor nivel no es casual. Es más, es el principal objetivo que tiene Olivo, más allá de lo que pueda suceder en términos de ranking. Aunque, de todas formas, asegura que su meta es siempre es terminar el año en el Top 100.
El rosarino aclara que tener ese objetivo en mente todos los años lo llevó a tener la vara muy alta y a frustrarse por no poder conseguirlo. Por eso, además de volver a jugar los Grand Slam subraya que pretende acomodar otros aspectos que le permitan tener un mejor rendimiento en cancha. “Hoy estoy priorizando otras cosas. Estar sano, poder jugar muchos partidos, estar físicamente bien, y armarme en lo que es mi vida tenística. Ahora, por ahí, no estoy consiguiendo algo sólido. Hay muchos cambios en el equipo, y eso hace que uno esté incómodo, tambaleando”, detalla.
Y, por sobre todas las cosas, busca volver a encontrar un motor fundamental en la vida de un deportista: la pasión. “Antes que nada quiero disfrutar, intentar que el tenis me apasione. A veces uno va perdiendo eso con el correr de las semanas y el tiempo. No me quiero poner objetivos de ranking, pero sí recuperar esa pasión para entrenarme y para competir, que al fin y al cabo es lo que me va a llevar al Top 100. Si no hay pasión en lo que hacés, es imposible”, concluye Olivo que espera irse de Tucumán con el trofeo en mano.