“Acá la droga corre como agua”, dice María Laura, la madre de un joven que cumple una condena por el robo de una moto en la cárcel de Villa Urquiza. “Ingenuamente creí que en el penal dejaría de consumir, pero me equivoqué. Acá también puede comprar”, añadió, y reconoció que sospecha que en cualquier momento le pueda pasar algo malo a su hijo.
En las últimas semanas, el personal del Servicio Penitenciario incrementó los controles. Los resultados están a la vista, ya que concretaron cuatro decomisos de sustancias de droga.
El 25 de abril, durante una requisa de rutina, los efectivos revisaron las celdas de la Unidad 1 y encontraron entre las pertenencias de dos internos, ambos con causa de homicidio, 114 bochitas y 13 envoltorios de cocaína, 85 pastillas, 140 mitades de pastillas y dos envoltorios que tenían marihuana.
“Es una cantidad importante de cocaína. Es lo que normalmente se secuestra en un procedimiento contra un quiosco de venta de drogas”, sostuvo un investigador en una entrevista con LA GACETA. “Con ese número de dosis se puede conseguir una suma muy importante de dinero, puesto que el valor en la cárcel es dos o tres veces más que el de la calle”, agregó la fuente que trabaja en la Dirección General de Drogas Peligrosas.
Por otra parte, el comisario Miguel Juárez informó que el viernes concretaron otros dos secuestros. El primero se registró cerca de las 21 en la Unidad 9, luego de que finalizaran las visitas. Hallaron más de 100 comprimidos de ansiolíticos y 49 mitades de pastillas similares, además de dos envoltorios con marihuana y una bochita de cocaína.
En tanto, el segundo procedimiento se concretó a las 23, en el Centro de Retención de Detenidos (Cerede). Los empleados detectaron en una vianda de comida 13 envoltorios de marihuana (con un peso total de seis gramos), un celular y una cantidad no informada de efectivo.
“El problema no es sólo que los changos siguen consumiendo porquería, el drama es que se endeudan con los que venden. Después vienen los problemas porque no tienen cómo pagarles. Estamos obligados a darles plata, si no los matan”, apuntó Juan H., padre de un condenado por homicidio.