Luces y sombras de las bicisendas en Tafí Viejo y en Yerba Buena

Luces y sombras de las bicisendas en Tafí Viejo y en Yerba Buena

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Existen vías exclusivas para bicicletas y se usan, pero todavía falta mucho por hacer. En algunas cuadras nadie se anima a circular, y en tramos son las motos y los transeúntes los protagonistas. Razones y urgencias.

Nicolás Sánchez Picón
Por Nicolás Sánchez Picón 07 Abril 2024

Las bicicletas contribuyen a un estilo de vida más activo; promueven una movilidad respetuosa con el ambiente y pueden ayudar a reducir la congestión del tráfico. Las bicisendas son un nuevo y útil actor en las ciudades. Aquí, en Tucumán, las hay. Ya sea como visitantes, como vecinos o como usuarios, todos sabemos de la existencia de las ciclovías en algunas ciudades de la provincia. Tafí Viejo (desde 2018) y Yerba Buena (a partir de 2021) han intentado fomentar el uso de este medio de transporte alternativo y sostenible. ¿Realmente se usan?

La pregunta surge en un contexto extraño. Hace algunas semanas, el jefe de Gobierno porteño Jorge Macri anunció que se está analizando la posibilidad de eliminar algunas bicisendas en Buenos Aires. ¿Cómo es posible eso? En teoría, estas vías tiene gran éxito allí. Lo que pasa es que algunas de ellas -informaron fuentes del Gobierno a Infobae- se hicieron sin planificación, no cumplen con las reglas básicas y no se utilizan. Eso es algo que se repite en muchos lugares: existen, pero no siempre son usadas de la forma esperada. ¿Qué pasa en Tucumán?

Como dijimos antes, en la provincia hay dos municipios que llevan la delantera. Tafí Viejo tiene alrededor de tres kilómetros de ciclovía, desde la Hostería Atahualpa Yupanqui hasta calle Alsina, atravesando la avenida Leandro Alem. Yerba Buena las habilitó en calles Reconquista, Roca, Perú, Sarmiento, Las Rosas y Anzorena, entre otras. Y sí, algunos ciclistas las usan, pero conviven con vehículos que no respetan la vía libre y con transeúntes que las sienten propias.

Aclarando el panorama

Sábado a media mañana. LA GACETA sale a recorrer las vías exclusivas para bicis. En Tafí Viejo, la renovada bicisenda en avenida Alem ve a sus usuarios que tímidamente circulan por allí. Cada mañana Juan Bárbara la utiliza para hacer las compras. “Al principio ha costado mucho que se usen... antes, estaban sobre la avenida, pero se ve que la refacción (de esa arteria, hecha hace un año) sirvió para impulsar el uso. Ahora es más tranquilo, más práctico y más seguro”. Según cuentan los vecinos, el espacio no se llena de rodados, pero sí se usa cada vez más. “Hay niños, adolescentes y abuelos que la eligen. No sólo la usan los bikers; a mí me ha encantado que se hayan hecho; la ciclovía posibilita el respeto al ciclista por parte de los otros vehículos”, reflexiona Laura Córdoba.

Esa es la postal céntrica. Fuera de allí, las cosas no son iguales. Una de los caminos más resonantes es el de la Hostería, pero está casi abandonado; algunos tramos sí están buenas condiciones, pero no son muchos los usuarios que la emplean. De hecho, en nuestra visita no encontramos ninguno. “Se usan para caminar. Muy poca gente las utiliza para subir en bici, porque son un peligro; son muy angostas y tienen unos ladrillos horribles a los costados. En las subidas te cuesta mantenerte recto, y con esos ladrillos te podés caer... preferimos usar la calle”, cuenta Camila, que cada vez que puede sale a recorrer el municipio en dos ruedas.

En Yerba Buena el panorama es distinto. Hay que decir que las ciclovías son más nuevas. Durante el mediodía se observan ciclistas que las recorren. “Durante la semana hay más gente. Yo las uso desde que las pusieron. Son prácticas, y a la tarde las utilizan muchos bikers que van a la avenida Perón. El problema es la gente a pie... tenés que gritarles ‘permiso’ para que te dejen pasar, y a veces se enojan”, relata Emiliano Guerrero.

Es cierto. En los horarios que recorrimos, había más transeúntes y motos que bicicletas. Esto, claramente, es por la falta de veredas. “Yo las uso todos los días porque me encanta andar en bici, pero para mí marcaron un antes y un después lamentable”, relata a LA GACETA una vecina que prefiere mantener su nombre en reserva. “Un día, una persona venía caminando por la vía y, por esquivarla, caí y me rompí la pierna (cayó sobre los bloques que delimitan el espacio)”, advierte y añade: “no hay respeto de la gente, de las motos, ni de los vecinos que cortan el pasto y te lo dejan en la ciclovía...”.

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Necesidades para fomentar el uso

Hay otras cuestiones por las que no tanta gente se anima a las ciclovías, reflexiona Matías Galindo, representante de la Asociación Metabici, que desde hace algunos años lucha por la inclusión de este tipo de movilidad en la vida urbana. Matías -que cuenta, está haciendo su tesis de maestría sobre el uso de las bicisendas- dice que lo que pasa en Tucumán no es exclusivo. Es un fenómeno que se ha replicado en otros municipios del país y de otras naciones. “Pensemos en Yerba Buena -dice, para poner un foco-. Después de tres años de uso, creo que el balance sería negativo. Más allá de que estén bien o mal hechas, hay falta de estudio. ¿Por qué no se usa la ciclovía? Porque nadie se ha tomado el trabajo de hacer un estudio serio. Nosotros fuimos consultados, allá en 2017-2018 y planteamos algo que sostenemos: hay que estudiar al usuario que tenés en la ciudad y cuál es el tipo de ciclismo que querés promover. Entonces, por ejemplo, en Yerba Buena, hay un montón de ciclistas, pero los que usan la ciclovía quieren llegar rápido a San Javier u Horco Molle. A ese hay que buscarle una solución primero”, explica.

Admite que las bicisendas de Yerba Buena sí tienen problemas técnicos y que eso también podría dificultar su uso. “Hay algunas partes que son intransitables, súper angostas, hay algunas que literalmente son el cordón cuneta. Nadie va a elegir ir por ahí; si nosotros como ciclistas tenemos derecho a usar la calzada, la vamos a usar porque la ciclovía debe ser una solución, no un obstáculo para nosotros”, indica.

Las bicisendas -considera- deben ir acompañadas de un plan integral de transporte. “No es tan sencillo como hacerla y esperar que la gente la use -resalta-; no es que hagan falta educación, políticas o incentivos. Hace falta que se lo tome en serio al tema de la movilidad urbana, que los lugares de trabajo tengan estacionamientos, que haya lugares para higienizarse, que uno tenga la garantía de que puede ir a su trabajo y si llega transpirado se puede dar una ducha o cambiar... son cosas que también tiene que pensar el Estado”.

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Por último, Matías cree que los circuitos “se han hecho en lugares donde a los funcionarios, les parece que está bueno que haya; hay que hacer infraestructura en donde ya están los ciclistas, pero claro, eso tiene un costo político”. “Muchos funcionarios creen que va a generar rechazo quitarles espacio a los autos en avenidas y en verdad es conflictivo. Pero está estudiado en muchas partes del mundo que, cuando se les da lugar a los peatones, a los ciclistas, a la movilidad activa, cuando se genera un espacio más confortable, cuando la gente se ha acostumbrado a esa nueva situación no quiere volver atrás”, concluye. Y se ilusiona.

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