Camino a las cuevas de hielo en tierra de los vikingos
1. Alguien a quien querer
La camioneta cuatro por cuatro se estaciona con una frenada seca y sorpresiva. El conductor, inesperadamente, desciende por el asiento del acompañante. Pisa enérgico la vereda: la sonrisa amplia, el pelo de un azul estridente, alertas los ojos celestes. Alza y agita su mano izquierda con la que sostiene un pequeño pero potente parlante. Suena a todo volumen Somebody to love, de Queen.
El conductor es el guía islandés Viggó Jörgensson: “I´m a crazy Icelander and it is a crazy country -Yo soy un islandés loco y este es un loco país”, se definiría a sí mismo más tarde en inglés, el segundo idioma de la isla. La lengua oficial es el islandés: la lengua escandinava que menos mutó respecto al antiguo nórdico de los vikingos y un pilar de la cultura del país.
Viggó, al ritmo de Queen, saluda bailando a los viajeros de la expedición a Islandiaorganizada por el Observatorio Astronómico de Ampimpa, una travesía de turismo científico realizada entre septiembre y octubre de 2023.
Desde un primer momento los expedicionarios se encariñan con este “islandés loco” que será el encargado de guiar al grupo hasta las cuevas de hielo del glaciar Mýrdalsjökull, un glaciar que se encuentra sobre la caldera del volcán Katla, uno de los más activos y peligrosos.
Una síntesis de Islandia, llamada “La Tierra del hielo y el fuego”: un glaciar sobre la caldera de un volcán.
2. La parte maravillosa de la vida
Cuando los expedicionarios suben a la camioneta, Viggó pone en marcha el vehículo y se sube a la traza de una impecable ruta islandesa. “No llores por mí argentina”, canta sonriente en mal español. La tripulación estalla en carcajadas. “¿Te gusta la música?”, pregunta en inglés Fabián Jaruf, uno de los viajeros, “La música es la parte maravillosa de la vida”, responde contundente el guía.
En primer lugar, Viggó quiere saber de los viajeros: pregunta sobre Sudamérica. Conoce Canadá y Norteamérica pero tiene pendiente viajar a Perú, Chile y Argentina. Pregunta por la temperatura del norte argentino y cuando le responden "45 grados" abre grande los ojos y se avienta con las manos sobresaltado.
Confiesa que no quiere morir sin antes conocer la Amazonía, aunque teme que “una gigantesca serpiente, entre los árboles, espere por él para desayunárselo”, dice. “Es por eso que espero encontrar a buen guía”, subraya quizás defendiendo el oficio propio.
En segundo lugar, Viggó quiere contar sobre los islandeses. Habla de los “tiempos antiguos”. Dramáticas erupciones volcánicas acabaron con gran parte de la población. Menciona terribles períodos de hambruna.
Destaca el esfuerzo histórico de los granjeros cuidando sus ovejas. “Recuerdo a mi abuela y a la granja familiar”, exclama mientras describe brevemente la voluntad de trabajo de la anciana y el apego a sus tierras: “con 98 años, nunca había conocido el mar”.
3. Gente independiente
Las condiciones de vida en la isla siempre fueron muy hostiles Incluso durante gran parte del siglo XX sobrevivir al invierno era un gran desafío. Los pobladores se preparaban con especial atención para proteger a sus ovejas y hacerse con las provisiones necesarias para sortear la helada estación en esas latitudes polares.
Parte de este paisaje social quedó registrado en la novela “Gente Independiente”, de Haldór Laxness, publicada por primera vez en 1934. Su autor fue un reconocido escritor, poeta y ensayista islandés; ganador del Premio Nobel de Literatura en el año 1955.
“Desde ese día en adelante no volvían a ver una sola moneda, por supuesto, pero se sentían razonablemente seguros de sobrevivir al invierno y de obtener suficiente harina de centeno, desechos de pescado y café con que poder alimentar a los hijos, o por lo menos a los que no morían (los otros eran olvidados), siempre que se atuvieran a la única comida acostumbrada en primavera”, reza un fragmento de la novela que quizás ilustre un poco aquellos inviernos.
Sin embargo, verano tras verano, la sociedad islandesa parece haber encontrado la templanza para sobreponerse a la adversidad y construir en esa inhóspita isla una de las sociedades más potentes del mundo.
“La hierba espléndidamente patriótica de Islandia ha comenzado a brotar para los habitantes con una velocidad bien recibida, casi se podría segar ya la que crece en los campos abonados, las ovejas han comenzado a levantar otra vez sus pesadas cabezas y a ocultar sus costillas con carne”, escribía Laxness en otro pasaje de su novela.
4. El lomo blanco de un glaciar
“¡Hoy en día no tenemos derecho a quejarnos del invierno!”, declara sonriente Viggó. “Hoy contamos con la ropa adecuada, tecnología, equipamientos y energías renovables y gratuitas. Hoy ya no tenemos que sobrevivir a él”.
La camioneta deja atrás la ruta asfaltada para internarse en una huella negra de suelo volcánico, flanqueada por los pastizales amarillos del incipiente otoño. De pronto, tras las verdes montañas de basalto se alza el lomo blanco del glaciar: el circo –parte superior de un glaciar- del Mýrdalsjökull.
“¡Ok, miren los locos contrastes!”, insiste Viggó exaltado. “Miren a su alrededor: volcanes, montañas, basalto, hielo, el verde del musgo, el suelo de ceniza volcánica”. El paisaje, a veces, puede ser de una belleza insuperable y soberbia. En Islandia, aparentemente, en muchas ocasiones lo es.
5. Autopista al infierno
El guía baja de la camioneta y espera el descenso de los viajeros que comienzan a reunirse a su alrededor. “Todo aquí está controlado por lo trolls”, dice haciendo referencia a seres noctámbulos de la mitología nórdica que habitan en los lugares más insondables de la naturaleza.
“Para seguir debemos contar con su bendición”, continúa Viggó y luego solicita a los viajeros alzar una mano hacia las montañas mientras exclaman el saludo: “¡Hu! ¡Hu! ¡Hu! Trolls, estamos llegando”.
Cuando inicia la caminata hacia las cuevas de hielo sobre el gran volcán Katla, el “islandés loco” enciende otra vez su parlante y un icónico tema de la banda australiana AC/DC comienza a sonar a todo volumen: se trata de Highway to Hell –Autopista al infierno-.
6. Los códices vikingos
Los trolls, los elfos, las hadas y otras entidades de la mitología nórdica están muy presentes en la vida de la isla. Aunque Islandia se convirtió al cristianismo, por voto popular y conveniencias políticas, sus habitantes nunca abandonaron completamente las creencias antiguas.
En este territorio se escribieron las célebres Sagas Islandesas, los códices donde se cifra la cosmovisión escandinava. Aquí se redactaron los textos que narran a Odín, el Valhalla, los gigantes, las valkirias, el Yggdrasil o Árbol de la Vida, el génesis vikingo y el Ragnarok, la gran batalla final, el fin de los tiempos.
En el principio, según esta cosmogonía, todo era un gran abismo insondable. Al norte de esa profundidad yacía el frío infinito; al sur, los fuegos desgarradores. En el encuentro de estos dos elementos, donde convergieron, ocurrió la sucesión incidentes que resultó en la creación del universo vikingo y sus nueve mundos.
Un universo nacido del frío y el calor y narrado en la “Tierra del Hielo y el Fuego”: Islandia, el territorio que recorren ahora los expedicionarios camino a unas cuevas de hielo sobre un volcán activo.
7. El hielo y el fuego
Tras unos minutos de caminata, los expedicionarios llegan al pie de la lengua glaciar. Otra vez el paisaje desplegando su habilidad para impactar: un óvalo de 25 metros de altura abre un hueco en una gigante pared de hielo marcada por trazos de ceniza volcánica, como cicatrices de terribles erupciones.
El 10% de Islandia está cubierto por hielo glaciar que ocupa en total más de 11 mil kilómetros cuadrados. El glaciar Mýrdalsjökull es el cuarto glaciar de los cinco más importantes del país con una superficie de 590 km2, el doble de nuestro glaciar Perito Moreno. El glaciar Vatnajökull, con sus más de 8 mil km2, tiene una superficie equivalente a 32 glaciares Perito Moreno, es el más grande del país y de Europa.
Estos glaciares son claves para la vida en Islandia. El agua que proviene de ellos es utilizada para la producción de energía y desde el punto de vista científico tienen diversas e importantísimas aplicaciones como la de facilitar indicadores del cambio climático global.
8. Charly García sobre un sendero de ceniza volcánica
En el viaje de vuelta, con gesto apesadumbrado, Viggó menciona la manera en que vio retroceder rápidamente los hielos del Mýrdalsjökull durante sus años trabajando en el lugar. Otros guías, compañeros de Viggó, también lo habían indicado señalando, alarmados, las huellas del retroceso en el paisaje.
Luego, repentinamente, Viggó cambia de tema y de ánimo y le pasa su celular a uno de los viajeros argentinos: “Escuchemos música de tu país”, sugiere. De vuelta a Vik, entre montañas de roca basáltica, por la traza de una huella negra en el extremo norte del mundo, el “islandés loco” festeja encantado la canción Fanky de Charly García.