LA GACETA en Malvinas: se tatuó las Islas y un caza, y a los 24 años cumplió el sueño de pisar los campos de batalla
El joven bonaerense Calinski se volvió fanático de las Malvinas en la pandemia. Un sábado antes de las elecciones se decidió a comprar los pasajes hacia el archipiélago junto a un grupo de ex combatientes. El viaje lo retribuyó con hallazgos inesperados.
Irene Benito
Para LA GACETA
(Río Gallegos, Santa Cruz).-Tomás Calinski tiene 24 años, y un tatuaje de las Islas Malvinas y de un cazabombardero argentino que le cubre el antebrazo entero. Es de Luján, provincia de Buenos Aires, y estudia diseño industrial. Está en la sala de embarque del aeropuerto de Río Gallegos y sonríe. En menos de dos horas cumplirá su sueño. Sólo le queda subir al avión de Latam procedente de Chile que cubrirá el espacio que separa a las Islas del continente. Lleva años imaginando este instante. Y no sabe los descubrimientos que le aguardan. Ese “tesoro” emerge en las imágenes que capturó durante sus recorridos por los campos de batalla de la Guerra de 1982: borceguíes, cartuchos de proyectiles, restos de armamento y hasta una capa para la lluvia rota que él se puso, y, según asegura, luego dejó en el mismo lugar en el que estaba en cumplimiento de la regla que prohíbe retirar estos pertrechos militares resistentes al viento, a la lluvia, al vandalismo y a las vicisitudes ocurridas en los 42 años que pasaron desde la contienda.
Sin saberlo de manera consciente, Calinski empezó a preparar este proyecto con tantas connotaciones para los argentinos durante la pandemia, cuando una lectura o un video lo llevó a otra y a otro, y, de pronto, se vio envuelto en el manto de Malvinas. Su meta es tocar, ver y sentir la tierra donde el país libró su última guerra, y fue derrotado por las fuerzas británicas. Y lo hará junto a tres ex combatientes de Luján que viajan con él: Enrique Álvarez, Marcelo Vallejos y Benjamín Márquez. En 1982 Calinski posiblemente ni siquiera estaba en los planes de sus progenitores, pero el conflicto del Atlántico Sur lo atrapa como si lo hubiese vivido en la trinchera y así lo transmite a LA GACETA sentado en la butaca situada bajo el cuadro que retrata el Cementerio Argentino de Darwin. La entrevista sucede en el ámbito de una visita de prensa de cinco países de Sudamérica organizada por el Gobierno de las Islas Falkland (FIG por sus siglas en inglés).
Arribar a Ríos Gallegos no resultó cosa simple para Calinski y sus compañeros. Más allá de animarse a hacer la inversión significativa que implica el traslado y la estadía en las Islas, un evento complicó el itinerario. Ocurre que el aeropuerto de la capital santacruceña estuvo cerrado por tareas de mantenimiento en las jornadas previas a la conexión con Malvinas, y que ello obligó a Calinski y a los otros pasajeros a improvisar una ruta por tierra. Él, por ejemplo, voló desde la Ciudad Autónoma de Buenos Aires hasta El Calafate y, desde allí, se subió a un ómnibus para recorrer la distancia entre ese destino y Río Gallegos. Malvinas bien vale el esfuerzo. La parte interesante de ese rodeo es que, como se mueve con veteranos de la Guerra, pasó la noche en un Regimiento.
Juegos de estrategia
“Estoy muy contento. Y, además, ilusionado”, cuenta Calinski el 9 de marzo de 2024 mientras vigila los movimientos en la pista. Él se construyó una imagen de las Islas a partir de sus investigaciones y de los contactos que hizo con protagonistas directos de las luchas a los que se les acercó para dialogar. “No tengo ningún pariente que haya estado allí ni ninguna otra relación familiar con el lugar. Pero a mí siempre me interesó la historia argentina y se me ponía la piel de gallina cuando escuchaba cantar la Marcha de las Malvinas. En la cuarentena (por la covid-19) me conecté con el tema. Me puse a leer y ya no paré”, subraya.
Con naturalidad, comenzó a prestar atención a los detalles y a los protagonistas de la conflagración. En Ushuaia (Tierra del Fuego), por ejemplo, Calinski conoció al primer comando que desembarcó en Malvinas. En Villa Reynolds, provincia de San Luis, visitó la V Brigada Aérea y en la Feria del Libro estuvo con Pablo Carballo, el célebre piloto militar. Calinski incluso subió al avión A-4AR Fightinghawk de Carballo: con una velocidad envidiable, abre el teléfono y muestra la foto que se tomó con el cazabombardero y que ahora acredita su relato. Tanto se interesó en la aeronave militar que hizo un video sobre ella y lo publicó en TikTok. Es la misma máquina que evoca su tatuaje, que por el frío de Río Gallegos permanece oculto como si fuera un as bajo la manga.
Con el tiempo, se volvió un especialista de la Guerra del 82. El joven universitario sospecha que en esa afición incidió su inclinación por los juegos de estrategia. “Iba a ajedrez de chico y me gustaban las películas con tramas bélicas. Calculo que eso, sumado a que soy argentino y a que de repente empecé a hablar con ex combatientes, me llevó a desarrollar esta pasión”, reflexiona.
A Calinski le interesa algo más: cómo funciona la cabeza en situaciones límite.
“Bicho raro”
Su investigación acerca de las Islas pronto se transformó en una investigación acerca de la mejor forma de llegar hasta allí. Todo lo hizo por su cuenta: desde las reservas hasta la tramitación del pasaporte. “Cerré el viaje hace tres o cuatro meses. Recuerdo que era un sábado y que al día siguiente había elecciones”, detalla. Y agrega que en YouTube encontró lo que necesitaba saber para concretar el anhelo. Calinski hace que parezca fácil y al alcance de la mano lo que tal vez a cualquier otro de sus compatriotas le habría resultado una odisea inalcanzable.
Para este fanático de Malvinas la aventura alcanzará el clímax en Darwin, cuando visite las tumbas de los soldados argentinos. “Fuera de eso, intento dejarme llevar por los viajes. Pero quiero también ir a las posiciones de los ex combatientes que están conmigo y escuchar sus historias. Me interesan esas memorias. Y, después, supongo que caminaremos mucho y tomaremos unos mates”, anticipa acerca de sus planes durante la semana que pasará en las Islas.
¿Qué opina Calinski sobre la relación que tiene su generación con la Guerra del 82? “No me gusta lo que nos cuentan. Por lo menos a mí me ‘vendieron’ que fue algo que pasó allá lejos en el Atlántico y que perdimos, y nada más. Pero, después, encontrás historias increíbles. Eso es lo que te atrapa”, responde. ¿Qué le dicen sus amigos cuando él les habla de su amor por Malvinas? Calinski asegura que sus pares “a veces lo escuchan” y hasta se dejan contagiar con su entusiasmo. Y que a los adultos les asombra su curiosidad: “me he encontrado con otros veteranos que se sorprenden de lo que sé. Diría que, en general, me ven como un bicho raro”.
Otra charla
Cinco días después de regresar a su casa en Buenos Aires, Calinski relata vía un audio de WhatsApp que se siente feliz y reconfortado por lo que hizo, y que se trajo muchísimas anécdotas de las Islas, además de esas fotografías que revelan cuán viva sigue la Guerra en los otrora campos de batalla. “Pude caminar bajo la lluvia y que las gotas me pellizquen la cara. Me mojé y, también, me hizo frío. Con dos de los tres veteranos con los que estaba una noche fuimos al Monte Longdon, nos sentamos bajo unas piedras y compartimos un chocolate. Allí los escuché contar sus vivencias”, manifiesta.
En la valija de Calinski hay recuerdos dulces de las Islas y otros más bien amargos. “Ir al Cementerio fue muy duro. Se me hizo un nudo en la garganta”, refiere. Ya con la vista hacia adelante, el muchacho explica que la experiencia “lo potenció” como argentino y como conocedor de “la causa” de las Islas. Su síntesis cabe en una pregunta: “¿cómo podía hablar sobre Malvinas sin haber estado allí?”.