Sumate al viaje para conocer el origen solar de las impactantes auroras boreales

Sumate al viaje para conocer el origen solar de las impactantes auroras boreales

Fotógrafo Carlos Di Nallo participó de la expedición y algunas de sus fotos se utilizaron en publicaciones de la NASA. Gentileza de Carlos Di Nallo

LA GACETA se sumó a una travesía de ciencia y turismo organizada por el Observatorio Astronómico de Ampimpa hacia la “Tierra del hielo y del fuego”. La “Expedición Islandia”, como la llamaremos, es una serie de ocho informes para acercar a nuestros lectores un recorrido por este territorio, considerado un laboratorio a cielo abierto y de importancia internacional, que permite conocer el funcionamiento de las fuerzas naturales que moldean el planeta y los problemas ambientales que amenazan su habitabilidad.

Álvaro Medina
Por Álvaro Medina 18 Marzo 2024

1. Las auroras

Aquella tarde de octubre, el contingente de viajeros se agrupaba entre las mesas y sillones de un sofisticado hotel del sudeste en la fría Islandia. Algunos llevaban en las manos tazas de café caliente. Afuera se agitaba un viento helado. Por los ventanales, tras un amplio campo amarillo, se distinguían las montañas violetas por las que descienden las blancas lenguas del glaciar Vatnajökul, el más grande de Europa.

Alberto Mansilla, director del Observatorio Astronómico de Ampimpa, se preparaba para dar una charla a los viajeros expectantes. El especialista en astronomía fue el líder de esta expedición de turismo científico a la “Tierra del hielo y el fuego”. Una travesía para explorar las bellezas naturales de relevancia científica mundial en este país del extremo norte del planeta.

“Rodeando la Tierra hay un campo magnético que nos hace de escudo protector”, explicaba Alberto abriendo la charla, para luego develar la “receta” que combina el sol, el viento solar, el campo magnético de la Tierra y nuestra atmósfera, para dar lugar a uno de los fenómenos más hermosos de la naturaleza: las deslumbrantes auroras.

2. El tuit de Victoria

Victoria Farruggia fue parte de esta apasionante travesía. Años antes, luego de ver un informe sobre las “luces del norte” en la televisión, había realizado una impulsiva publicación en su cuenta de Twitter: “No quiero morir sin antes ver las auroras boreales”.

No imaginaba entonces que pisaría suelo islandés durante octubre de 2023 acompañada de su madre y su hermano, con la esperanza puesta en presenciar aquel “milagro” nórdico. La expectativa era grande, pero los días pasaban y las luces no se encendían. Victoria comenzaba a preocuparse. Era una oportunidad que probablemente no podría repetirse.

Una noche de frío, ella y su familia cenaban junto al resto de los expedicionarios amparados en el acogedor salón de aquel hotel. De pronto la puerta se abrió y entró corriendo al comedor Carlos Di Nallo, reconocido astrofotógrafo e integrante de la expedición: “¡Salgan, hay auroras!", vociferó con una sonrisa.

3. Lienzos luminosos desplegándose

Durante el viaje Carlos fue parte del equipo del Observatorio, dispuesto a compartir con los viajeros sus conocimientos sobre astrofotografía. Había visto las auroras por primera a vez a mediados de septiembre, acompañando a un grupo anterior al de Victoria.

Ese primer avistaje ocurrió en la ciudad de Selfoss, al sudoeste de la isla. Carlos se preparaba para dar una charla y en ese momento fue él el sorprendido, cuando Alberto Mansilla entró al salón y dijo lo que todos querían escuchar: “¡Salgan, hay auroras!”

Carlos salió y casi 30 segundos en asimilar aquel paisaje nocturno único que se abría frente él. Verdes y luminosas auroras extendiéndose y contrayéndose: moviéndose en el cielo como luces vivas.

Impactado, buscaba en su mente las palabras para describir el fenómeno: una proyección láser sobre el cielo, lienzos luminosos desplegándose, líneas como teclas de un piano brillante.

Sólo por unos segundos, Carlos buscó las palabras. Luego, emocionado, tomó su cámara y salió a buscar las imágenes. Alrededor de él, algunos viajeros se abrazaban entusiasmados, otros miraban conmovidos al borde del llanto. Y otros, al igual que Carlos, tomaron sus cámaras y fueron por las fotos. Para todos, el momento resultó inolvidable.

4. Viento solar

“Nuestro sol es el origen del flujo de partículas que cuando chocan con la atmósfera alta terrestre, la ionósfera, ocasionan este fenómeno que llamamos auroras”, explicaba Alberto Mansilla a los expedicionarios en una charla.

En el sol estallan llamaradas. Cuando son muy fuertes originan lo que los especialistas llaman eyección de masa coronal: se trata de la energía interna del sol que genera una “erupción” de una potencia tal que parte del plasma sale expulsado al espacio. Actualmente el sol muestra una gran actividad.

Esa radiación viaja en forma de viento solar a través de los 150 millones de kilómetros que separan al sol de la Tierra y lo hace a una velocidad de hasta mil kilómetros por segundo. Finalmente, impacta con el campo magnético de nuestro planeta y se distribuye golpeando la atmósfera en los polos. Cuando entra en contacto con los elementos que componen esa atmósfera, se generan las auroras.

“No todas las eyecciones de masa coronal llegan a la Tierra -explica Mansilla-. Para una tormenta magnética no sólo hace falta que en el sol se produzca una eyección de masa coronal, sino que la parte del sol en la que se produzca esté orientada a la Tierra”.

Aproximadamente a 80 kilómetros de altura la interacción entre el viento solar y la ionósfera produce las maravillosas auroras boreales, en el norte, y australes, en el sur.

Aunque los primeros vikingos que llegaron a Islandia, a mediados del año 800, seguramente dirían que las auroras son solo el reflejo de los escudos de las Valkirias, las diosas escandinavas encargadas de acompañar al Valhalla a los guerreros caídos en batalla.

5. Luces danzantes

Victoria tuvo la oportunidad de ver auroras en tres ocasiones durante el viaje a través de la “Ring Road”, la ruta que bordea todo la isla, junto al equipo de especialistas del Observatorio. El primer avistaje se produjo después de aquel llamado de Carlos, en el sur de la isla, y luego tuvo ocasión de admirarlas dos veces más en el norte.

En una de esas ocasiones Victoria se emocionó hasta las puertas del llanto. “Uno conecta con todo lo increíble de la naturaleza -dice-. Es impresionante, es como estar viendo algo de otro plano, lejano, impredecible”.

EN FAMILIA. Victoria con a su madre Analía Casella, durante un avistaje. EN FAMILIA. Victoria con a su madre Analía Casella, durante un avistaje.

Es probable que quienes presenciaron las auroras durante este viaje hayan tenido la oportunidad de intuir lo infinito del universo, la indescriptible experiencia de reconocernos conectados a él al comprender del origen solar de estas luces: energías que nacen en lo íntimo del sol para convertirse luego en las “notherns lights”, las luces del norte: las conmovedoras auroras boreales.

Un espectáculo natural que Victoria finalmente pudo disfrutar recostada sobre la hierba del norte islandés, junto a su madre y a su hermano, dejando a la fría noche correr en la contemplación de la descomunal belleza de esas verdes luces danzantes.

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