Aunque parezca una declamación y no una afirmación, hay personas que con sus acciones brindan esperanzas y ayudan a construir una sociedad mejor y más solidaria. En su forma de ser y de pensar el prójimo es un fin y no un vehículo circunstancial. Hay, en este sentido, un entramado humano que, de manera individual o grupal y desde lugares diversos, brinda el ejemplo a seguir al resto de los ciudadanos. Se trata de la consolidación de las redes solidarias que tanto han sufrido en los últimos tiempos a causa de las crisis -de toda índole- que vienen conspirando contra el cuerpo social.
Uno de esos tucumanos que no mira para otro lado, pese a su condición física, es el paratriatleta Facundo Palacio. Él nos proporciona un ejemplo admirable de resiliencia: en un gesto deportivo-solidario recorrerá, junto con otras 33 personas, varios kilómetros en las aguas del lago de El Cadillal. ¿El objetivo? Recaudar fondos, destinados a los chicos con cáncer atendidos por el Servicio de Oncología Infantil del Hospital de Niños. En la iniciativa interviene el Proyecto S.O.i, perteneciente a la Fundación Padre Martín Martín Martín.
¿Cómo ayuda el evento a los niños con cáncer? Mediante dos sistemas de apoyo: uno destinado a las empresas, que se pueden sumar como sponsors, y otro destinado a la comunidad en general, con la venta de “metros simbólicos”.
La idea de Palacio es fuertemente valorable, no sólo porque se proyecta por encima de una condición física que supone límites y un esfuerzo extremo, sino también porque es original, ambiciosa y realizable. Como lo son las ideas que motorizan quienes hacen a diario trabajo solidario en Tucumán. Sería interminable citar ejemplos, pero queda claro que lo que realizan es un verdadero bálsamo ante una siempre amplia lista de necesidades. Todo ayuda: desde lo concreto que se recauda, pero también desde lo simbólico, por lo que llega a contagiar al resto.
¿Qué moviliza a una persona a ser solidaria? Una mayor autoestima, los lazos sociales y una forma de canalizar las emociones. El impulso de ayudar de una u otra manera a los demás es algo intrínseco al ser humano. Por extensión, este tipo de actos beneficia a la sociedad en su conjunto.
Por norma general, ser solidarios nos hace sentir bien. Porque se comparte lo material y lo emocional con quienes lo necesitan. Y en esa tarea se da lo mejor de uno mismo, colaborando para lograr un fin común.
Suele decirse que si hay algo que caracteriza a la sociedad argentina es su sentido de solidaridad, pero que sólo nos movilizamos ante un problema o una catástrofe puntual. Entonces se ve como un gran desafío social pasar de esta movilización esporádica a construir efectivamente una cultura solidaria. Una inundación, un terremoto, una catástrofe climática; todo esto moviliza y está muy bien. La clave es que esa reacción se produzca cada día, a partir de toda clase de exigencias.
La solidaridad es un mandato inexcusable. Supone la ayuda desinteresada, la empatía y el pensar en los demás; no sólo en nosotros mismos. También el respeto hacia nuestros congéneres y a tender una mano a quien no se conoce. La iniciativa y la voluntad de Palacio, en ese sentido, toma la forma de ejemplo.