Día del Escultor: homenajes a Miguel Ángel y Lola Mora

Día del Escultor: homenajes a Miguel Ángel y Lola Mora

El artista que pintó la Capilla Sixtina se lució con “La Piedad” y el “David”. Lola Mora, del esplendor a la decadencia. Una cuestionada avenida en el parque 9 de Julio. Debate con el género.

“LA PIEDAD”. Miguel Ángel realizó tres obras con estilos distintos. “LA PIEDAD”. Miguel Ángel realizó tres obras con estilos distintos.

Hace pocos días se conmemoró el Día del Escultor a nivel internacional en homenaje al nacimiento de Miguel Ángel Buonarroti, quien nació en 1475 en la ciudad italiana de Caprese.

Mundialmente conocido bajo el nombre de Miguel Ángel, fue arquitecto, pintor, escultor y poeta, y desarrolló su labor artística a lo largo de más de 60 años entre Florencia y Roma.

En Argentina, el día del escultor se instituyó el 17 de noviembre porque ese día, en 1866, nació Lola Mora, en Trancas (la iniciativa fue durante el gobierno de Carlos Menem).

Sea una u otra fecha, la internacional o la nacional, de lo que se está hablando es de la escultura, una de las más antiguas artes en el mundo, que, en particular, ha expresado sus relaciones con el poder.

JULIO ROCA.  La obra de Lola Mora lo ubica en un acto que ocurrió 27 años antes de que naciera. JULIO ROCA. La obra de Lola Mora lo ubica en un acto que ocurrió 27 años antes de que naciera.

Desde su esplendor en el siglo V a.c de Pericles, con Fidias, Mirón y Policleto o antes en Egipto, hasta la actualidad se fue transformando para llegar a un tiempo en el que la división de géneros se ha disipado, al menos se ha atenuado. Y lo tridimensional se ha ocupado igualmente de la pintura y el grabado desde hace algunos años. Simultáneamente, la figura del objeto escultórico tendió a quitare el carácter ceremonial del género.

“La piedad” de Miguel Ángel (en sus versiones renacentista, manierista y barroco) ha proliferado hace pocas semanas en una imagen que se viralizó en la que una madre amamanta a su hijo en un carrito cartonero; es la Argentina de estos días.

A Miguel Ángel, hombre del Renacimiento, le decían “el divino”; y él mismo contaba que sus manos eran la prolongación de Dios. Pero, se sabe, cuánto lo censuró la Iglesia en sus dibujos y pinturas en la Capilla Sixtina. Con los años, y algunas limpiezas (tecnología mediante) se han descubierto obras y bocetos que fueron borrados. Reaparecen hoy, en un momento, en que se desvelan líneas y figuras que fueron tapadas.

UNA AVENIDA PARTICULAR. 13 próceres en pocas cuadras. UNA AVENIDA PARTICULAR. 13 próceres en pocas cuadras.

Miguel Ángel, finalmente, era un artista de los papas y curias que deseaban permanecer eternamente. Y lo lograron, hasta ahora. Aunque parezca un tanto contradictorio que cuando el Renacimiento proclamaba al hombre como medida de las cosas, Miguel Ángel dirija su mirada al Vaticano y a los papas.

Todo un símbolo

Trazando una línea de tiempo la reivindicación de Lola Mora es toda una afirmación.

Hasta existen mujeres artistas de este milenio que han formado una agrupación con su nombre, luego de que ella ha sido casi venerada por su monumento a La Libertad, ubicada en la Plaza Independencia y que se haya convertido en símbolo; o la tan polémica fuente de Las Nereidas (destinada a Plaza de Mayo, quedó relegada finalmente a la Costanera Sur por sus desnudos); o los frisos internos en el Museo Casa Histórica.

Seguramente fue la primera escultora en el país que se dedicó a ese arte de hombres (en París, Camille Claudel, había desaparecido prácticamente, a la sombra de Auguste Rodin, y pasó los últimos 30 años de su vida encerrada en un manicomio).

Ningún arte es cosa de hombres, si no habría que preguntarle a la anciana (ya fallecida) Louise Bourgeois cómo construyó su gigante araña que se expuso en gran parte del mundo en estos últimos 20 años. “Maman” está realizada en bronce, acero inoxidable y mármol y pesa 22 toneladas.

Lola Mora comenzó dibujando a los gobernadores (la serie de retratos se puede visitar en el Museo Histórico, en Congreso 36). Y gracias a ellos que había podido aprender con Santiago Falcucci, obtuvo algún reconocimiento y fondos para estudiar en Italia.

En su biografía, Celia Terán y Carlos Páez de la Torre (h) destacan que tuvo “un espíritu práctico que le indicaba que debía ponerse del lado de quienes manejaban la cosa pública, en un país donde junto a ellos residía la única posibilidad de triunfar” (“Lola Mora, una biografía”).

GUILLERMO RODRÍGUEZ. Con el cardón, el álamo y el cedro. GUILLERMO RODRÍGUEZ. Con el cardón, el álamo y el cedro.

Por ese “espíritu práctico” de acomodarse con el poder (la serie de retratos, fue su primer paso), obtuvo el mecenazgo de Julio Roca, con quien, además, se la vinculó en un apasionado romance. nunca desmentido.

De qué otra manera una persona podía aparecer en la Jura de la Independencia que había ocurrido 27 años antes de que naciera. Roca está ubicado y destacado en los bajorrelieves como uno de los patriotas del célebre congreso de Tucumán. Burlando leyes de la física y el rigor histórico, hay imágenes que muestran claramente como Roca participó de la jura de la declaración de 1816.

Cuando vivió en Europa los diarios la elogiaban, se vestía elegantemente, paseaba en carruajes, daba grandes fiestas en su casa y tenía amigos famosos. Uno de ellos fue el poeta Gabriel D’Annunzio, quien la bautizó “la argentinita de los cabellos peinados por el viento”.

Pero cuando regresó a Buenos Aires, la situación política había cambiado: no estaban los conservadores, sí los radicales, y no se ganó sus favores políticos.

Lejos de los tiempos de esplendor, del reconocimiento público, de lujos y del buen pasar económico, en la segunda década del siglo pasado deja de lado la actividad artística y se embarca en diferentes proyectos.

Con 67 años a cuestas y agobiada por las deudas, Lola regresa a Buenos Aires en 1933. Vive en un departamento junto a sus sobrinas que son las encargadas de cuidarla y fallece con una mísera pensión un par de años después.

Tras su muerte la repercusión periodística no se hizo esperar. La Gaceta cubría tres páginas bajo el título “Se apagó el sol del jardín de la república: Lola Mora”.

Avenida de Próceres

Durante algunas décadas distinguir escultura, estatua y monumento fue tema de debates. Rosalind Krauss afirma que en un momento histórico, la lógica de la escultura fue inseparable de la lógica del monumento; porque carga el peso de lo conmemorativo.

Pero reflexiona que la escultura no es más que un término en periferia de un campo expandido en el que trabajan también el paisaje, y el no paisaje, la arquitectura, el emplazamiento.

En 1977 el gobernador Antonio Bussi crea la Avenida de los Próceres en la avenida Soldati, en Parque 9 de Julio. Allí se colocaron figuras del Obispo Colombres, Gregorio Aráoz de La Madrid, Bernardo de Monteagudo y Bernabé Aráoz, entre otros, entre las avenidas Benjamín Aráoz y Gobernador del Campo.

Allí despliega una serie de esculturas sobre importantes pedestales en representación de figuras políticas históricas significativas de nuestro país.

“Trece esculturas fueron emplazadas entre septiembre y diciembre de ese año; esculturas conmemorativas, de una fuerte carga ideológica, monumentos destinadas a ornamentar los desfiles militares. A los escultores, el propio dictador les otorgó un plazo mínimo para su realización: las estatuas tuvieron que efectuarse en 35 días de trabajo, cuando el tiempo real demandaba no menos de dos meses y medio. Para la ejecución de las obras se convocó a docentes del entonces Departamento de Artes y de la Escuela de Artes de la UNT, entre otros a Roberto Fernández Larrinaga, Lucrecia Rosemberg, Hugo Ylian, Ángel Dato, Ángel Ibarra García y Ramón Fernández, y a un escultor de la Municipalidad, Juan Carlos Briones.

Desde entonces, siempre se supo que el único “rebelde” del grupo fue Oscar Nóbile, quien se negó a la demanda del general. En la exposición “Entre arcillas, paisajes y piedras”, se puede ver y escuchar en un video el testimonio de una ex alumna del taller de la facultad donde se narra esta situación. “Un día, el profesor Ramón Fernández nos contó que fue a la Casa de Gobierno a interceder por Nóbile”, quien se encontraba prácticamente “demorado” (LA GACETA, junio 2014).

Con ironía, a metros de esos próceres Sandro Pereira instaló allí, en el mismo parque 9 de Julio, el 16 de diciembre de 2000, el “Monumento al Sánguche de Milanesa”.

Con barro y cardón

En esta rápida enumeración no puede soslayarse la escultura “Hornero” del argentino Gabriel Chaile, inspirada en los nidos de barro que construye el pájaro de ese nombre, común en Argentina y Uruguay, que opta a ocupar en 2026 o 2028 el llamado Cuarto Plinto de la londinense plaza de Trafalgar, el único sin un monumento permanente.

Las grandes esculturas de Chaile se exponen en distintas partes del mundo por estos días, con ollas de metal y tinajas u hornos de barro. Chaile presenta una nueva serie de esculturas monumentales, hechas de arcilla sin cocer, que se elevan como los ídolos de una fantasiosa realidad.

Con su virreinas. meninas y vírgenes Guillermo Rodríguez expone sus piezas que muestran y dan a ver sus formas externas, pero también, en algunos casos, internas.

“No podemos escapar de esta realidad; obras y muestra se plantean en una situación extraña; empezamos a buscar a quién pedir”, responde Guillermo Rodríguez a una pregunta de este diario. Es que sus esculturas deben mirarse y pensarse como un ritual.

Sus maderas policromadas son de cardón, una materia que tiene su propia historia y sus características. Pero el artista también trabaja con el álamo, el cedro o el nogal: para producir imágenes arma y desarma, construye y deconstruye representaciones y figuras.

Argentina ha sido tierra de clásicos monumentos y esculturas a doquier. En esta provincia, no han sido muchos lo escultores, pero aún así tuvieron dimensión internacional, como la de Enrique Salvatierra.

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