Resulta difícil explicar con palabras lo que representa Héctor Hugo Assaff para Villa Mitre de Tafí Viejo. Un nombre inmortalizado en las tribunas del estadio, una ovación cada vez que ingresa a esa cancha, el cariño de toda una ciudad entera. Ambos atravesaron una historia de vida juntos. Se vieron dar sus primeros pasos y con el tiempo tallaron una huella imborrable en la historia grande del deporte tucumano.
Sentado en una reposera, junto a su esposa, Hugo aguarda por la llegada de LA GACETA. Con un micrófono y la cámara delante de su rostro, el hombre de 86 años se introduce: “Tengo un supermercado de recuerdos”, acota rápidamente, visiblemente emocionado de poder contar su historia. “No sé si tengo la buena o la mala suerte de tener todo guardado en mi memoria. Son recuerdos de todo tipo; algunos muy buenos, otros sufridos, otros vencidos. Son la base fundamental que tiene el humano para contar grandes anécdotas”, agrega.
Apenas fue consultado acerca de su vida, el histórico ex presidente del club sacó a relucir toda la lucidez y sabiduría que lo caracteriza. Sin embargo, antes que nada, detalló cómo fue que conoció a su amado Villa Mitre, y qué fue lo que lo incentivó a meterse de lleno en el mundo dirigencial.
“Mi primer contacto con el club fue por mi familia; por mis tíos y mis hermanos mayores. Yo pasé toda mi infancia y mi adolescencia jugando ahí, hasta que a mis 17 años me convertí en vocal. Con el tiempo, cerca de los 32, decidí postularme a la presidencia”, explica quien fue el máximo dirigente del club durante tres períodos.
En 1971, durante su primer mandato, organizó el primer Festival Nacional del Limón, una actividad histórica para la ciudad que reúne decenas de artistas locales y nacionales a la vez que representa un homenaje a la herencia cultural de la región. Hasta el día de hoy, el festival sigue celebrándose en Villa Mitre, con la presencia de miles de tucumanos en cada una de sus ediciones.
En ese sentido, Assaff empezó a comprender que la administración de un club va mucho más allá de lo deportivo. “Sentí que los clubes eran el único lugar en el que la política no desune. Por lo contrario, agrupa más allá de la edad, la calidad económica y cómo te vestís. Esa manera en la que el pueblo se quiere entre sí solamente existe en los clubes de barrio. Por eso hay que cuidarlos, son lo más puro que hay”, reconoce.
Sin embargo, mientras observaba cómo su institución crecía a pasos agigantados, el dirigente sufrió un duro revés. En 1977, apenas comenzada la dictadura militar, debió exiliarse a Santa Cruz de las Sierras, Bolivia. “Yo militaba activamente en el Partido Comunista. Habían asesinado a tres vecinos de Tafí Viejo y yo lo acusé en un artículo para la prensa. Inmediatamente empezó una persecución, allanaron mi casa y entraron a llevarme, pero por suerte yo ya me había ido”, recuerda acerca de ese difícil momento.
En 1982, regresó al país y pudo volver a vincularse a la dirigencia deportiva. Fue tesorero de la Federación Tucumana de Fútbol y Secretario de la Liga Taficeña, dejando gratos recuerdos en cada rol que cumplió. Por supuesto, sin nunca despegarse de Villa Mitre.
Con el paso del tiempo, recibió su merecido homenaje. En 2022, durante un encuentro disputado entre “El Gigante” y Amalia, la institución taficeña anunció que el estadio llevaría grabado su nombre. “Lo más significativo es que siento que me quieren, me hace sentir que mi vida no fue un desperdicio. Si pusieron mi nombre debe ser porque hice algo”, mantiene con la mirada vidriosa, comprendiendo la importancia del tributo.
Hoy, es una celebridad en Villa Mitre. Se encarga de visitar el club siempre que puede, y recibe un cariño inconmensurable de todo aquel que lo ve caminar por las instalaciones. “Cuando entro al estadio, el presidente se levanta y me hace sentar a mí. La gente me ve y empieza a gritar mi nombre. Muchos dicen que es mi segunda casa, pero yo diría que es la primera”, reconoce decididamente.
Antes de despedirse, Hugo decide realizar un balance de lo vivido. A pesar de todo, afirma que no tiene nada que reprocharse. “No hay arrepentimientos, hice todo lo que estaba al alcance de mi conocimiento. Tuve la vida de un hombre simple, que sintió un gran amor por el Club Villa Mitre, nada más. ¿Si me quedan sueños por cumplir? Mientras pueda y desarrolle mi memoria, creo que me quedan mucho más”, se despide entre risas, con la esperanza y el entusiasmo intactos.
¿Qué sería de Héctor Hugo Assaff sin su amado Villa Mitre? ¿Qué sería del club taficeño sin su referente más importante? Afortunadamente para ambos, nunca lo sabremos. El destino decidió cruzarlos para trazar toda una vida juntos y ambos se encargaron de dejar una huella imborrable en el corazón del pueblo taficeño.
(Producción periodística: Diego Caminos)