El inciso 12 del artículo 43 de la Constitución de Tucumán tiene un verbo conjugado en futuro imperfecto que permite la modificación del sistema electoral provincial. Los alperovichistas que quisieron sellar el sistema de acoples para servir a su rey dejaron una válvula de escape o simplemente la ignorancia les impidió ver esa posibilidad.
En el inciso citado en el párrafo anterior los constituyentes afirmaron:” … Los partidos políticos, frentes o alianzas electorales podrán -de este verbo estamos hablando- celebrar acuerdos para apoyar a un único candidato a gobernador y vicegobernador y/o de intendente de otra lista distinta sumándose la totalidad de los votos obtenidos por las listas en cada categoría. La unión en una boleta de listas distintas necesita del previo acuerdo por escrito de los respectivos partidos políticos, frentes o alianzas electorales”. Eso es concretamente el sistema de acoples.
Ese mismo texto podría tener el verbo “Deber” y ya hubiera sido necesaria la reforma de la Constitución. Por lo tanto, reformar el sistema político provincial como se comprometió el gobernador Osvaldo Jaldo ante el arzobispo, monseñor Carlos Sánchez, poniendo su voz y su firma, es menos complicado de lo que parece.
Sin los ambages de estos párrafos y con la claridad que le da la academia y la erudición la constitucionalista Carmen Fontán lo explicó esta semana que ya no volverá nunca más en una entrevista realizada en Buen día, el programa de LG Play. En esa oportunidad, Fontán comentó que el sistema de acoples, además de todo el despilfarro de dinero que facilita, permite que haya varias decenas de miles de votos que no representan a nadie y que terminan siendo para otros diferentes a la intencionalidad del votante.
Parafraseando a los vitoreadores del presidente Javier Gerardo Milei es dable pensar que la política de Tucumán tiene miedo. Dar marcha atrás con el sistema de acoples aterra a más de un político -especialmente del oficialismo- porque habilita un juego desconocido y probablemente perjudicial. Hasta ahora es muy simple: el que más plata pone, gana y cuanto más cerca estoy del poder público es más fácil acceder a la plata.
El primero de marzo Jaldo dijo que el gobierno quiere cambiar ese sistema y que comenzará a rodar la serie “Desacoplados”. En el primer capítulo apareció sentado a su lado el ex intendente Germán Alfaro que llegó a decir que si él hubiera estado sentado en el sillón de Lucas Córdoba hubiera hecho lo mismo.
Una de las tareas que tuvo el ex lord mayor de la ciudad fue contar las vaquitas que tenía Jaldo y las exponía en público como una manera de mostrar el progreso económico que tuvo el mandatario provincial. Todo eso quedó en el olvido en nombre de la reforma electoral. Por eso causó revuelo la presencia de Alfaro en la Casa de Gobierno durante esta semana que ya no regresará. Después de este encuentro muchos quedaron más mareados que Crisóstomo Alvarez quien ya perdió el sentido después de tantos cambios de dirección. Pareciera que el destino de este sobrino de Gregorio Aráoz de La Madrid es el cambio inesperado, casi como los movimientos que viene haciendo Alfaro.
Crisóstomo Alvarez fue rosista y vino a Tucumán luchando junto a La Madrid. Sin embargo, cuando llegó a esta provincia, se dio vuelta (ironías del destino hacen que hoy, que es calle, le pase lo mismo) y terminó luchando en contra de Rosas. Alfaro, también ha cambiado de dirección política más de una vez, aunque se escuda en el discurso institucional y hoy es el mascarón de proa del proceso reformador de Jaldo. De esa manera -el columnista Fernando Stanich lo explicó con claridad ayer https://www.lagaceta.com.ar/nota/1026811/opinion/no-hay-plata-solo-casualidades.html ) se fortalece en el Congreso con la posibilidad de que la senadora Beatriz Avila aporte su voto a la causa jaldista y, de paso, se neutralice el poder que le queda a Juan Manzur que hoy es protagonista principal de una pelicula de cine mudo.
Esta es la preocupación central del gobernador. Por eso ayer disfrutó como chico el rol de primer actor de la telenovela mileista. Fue prudente para hablar ya que sólo dijo lo que viene repitiendo y no sufrió el síndrome de Don Crisóstomo. No se mareó y simplemente dijo que todo lo que sirva para que Tucumán esté mejor, él lo hará.
El mandatario tucumano es la sorpresa. Debe haber llegado al Poder Ejecutivo provincial siendo uno de los menos conocidos y convocados de los referentes provinciales. Esta semana era requerido por todos los porteños y tuvo una centralidad inesperada.
Se diferenció de las bravuconadas de Martín Llaryora y de Maximiliano Pullaro que amasaban una réplica del Pacto de San José de Flores ( Acuerdo de unión y de paz que permitió la reincorporación de la Provincia de Buenos Aires a la Confederación Argentina luego de varios años de enfrentamientos entre unitarios y federales). Incluso el propio Axel Kicillof, había señalado que “Si era para la foto... Arranquen nomás si no llegamos”. Sin embargo, el viernes dijo “presente” y salió en la foto.
Los gobernadores son emergentes en este momento en que el peronismo no tiene conducción fuerte a nivel nacional. Algo parecido ocurre con el radicalismo. Los mandatarios han comenzado a tener juego propio. Son los que sostienen los intereses de las provincias. Ya no son las figuras porteñas de ambos partidos las que apuestan la suerte de todo el país.
Las bases sobre la mesa
El viernes cuando los gobernadores se sentaron alrededor de la larga mesa tenían delante suyo un papel con la nueva Ley Bases.
El capítulo 1 propone la reorganización administrativa y hace referencia a las delegaciones en las provincias. Se excluye de esa reorganización o fusión a las universidades, al CONICET y al INTA.
En el mismo ítem se pone a los fondos fiduciarios para modificarlos, disolverlos o extinguir a los fideicomisos públicos hasta la próxima ley de presupuesto. No descarta tampoco la privatización de empresas públicas y la reforma de la Ley de Procedimientos administrativos.
En la misma papeleta se prevé la movilidad de las prestaciones previsionales y la modificación de la fórmula así como el ajuste mensual por el Índice de Precios al Consumidor (IPC) a partir de abril, más 10 puntos porcentuales de recomposición.
En el título VI aparece la idea de promover el empleo registrado creando una especie de régimen de blanqueo laboral.
Casi al final de la primera hoja -fueron dos- se precisa la intención de la desregulación económica delegando en el Poder Ejecutivo la capacidad de modificación las regulaciones sobre la actividad económica privada que importen un incremento de costos, atenten contra la libre competencia, generen escasez o distorsiones en los precios.
La segunda hoja tiene títulos más cortos pero no por ello sin trascendencia. Se titula “Paquete fiscal” y propone un blanqueo o moratoria impositiva; modifica impuestos al tabaco; elimina el impuesto a la transferencia de inmuebles de personas físicas y sucesiones; propone el retorno del impuesto a las ganacias en la cuarta categoría y la eliminación de ciertas exenciones en esa misma categoría; modifica el monotributo aumentando las escalas de montos de facturación y las cuotas fiscales. Por último propone ver el régimen de transparencia fiscal al consumidor.
Más allá de las intenciones de iniciar algo nuevo, la vida pública argentina se aferra al pasado. Los empresarios reclaman como si fueran gremios la vuelta de la obra pública o cualquier decisión y el propio Presidente se mete en el Congreso como si fuera su lugar. Las independencia de los poderes es aún materia pendiente. Los representantes del pueblo se aumentaron sus ingresos. Los tucumanos Mariano Campero y Paula Omodeo pusieron el grito en el cielo, pero Martín Menem dio marcha atrás por orden de Milei. Flaco favor le hizo a la institución que preside. El deterioro de los dirigentes disimula tamaña violencia institucional. La casta es un buen apodo de la corrupción, pero sin respetos no se va a salir de ella. El daño institucional y las faltas de respeto son parientes cercanas de la corrupción y pueden fomentarla.