Las miradas indiscretas volverán a posarse sobre Tucumán en las próximas semanas. Ocurre que entre marzo y abril la discusión política se centrará en el Congreso de la Nación. Justamente allí en donde el jaldismo se convirtió en la tapa de las revistas de verano.
La reunión que el gobernador Osvaldo Jaldo mantuvo el martes con el ex intendente Germán Alfaro y los referentes de su espacio se inscribe en esa nueva etapa que se avecina. No se trata de un ofrecimiento de cargos, asunto que se dirime de otra manera y en otro ámbito, sino de una puesta en escena a modo de relanzamiento. No del líder del Partido por la Justicia Social, sino del propio mandatario.
Esa presentación de Jaldo no fue casual, sino que guarda relación con lo que dijo el viernes ante la Asamblea Legislativa el presidente Javier Milei y con la reapertura del diálogo entre la Nación y las provincias. Para el anecdotario quedarán las similitudes de los discursos que pronunciaron el libertario ante el país y el peronista ante Tucumán. En rigor, el del tranqueño fue el discurso menos peronista de un gobernador peronista. Pero, sacando esa “casualidad” del medio, vale la pena detenerse en el impacto de la foto con Alfaro y en los destinatarios del retrato.
¿Por qué Jaldo abrió la ronda de reuniones con partidos políticos con el Partido por la Justicia Social? El alfarismo tiene cinco legisladores, ninguna intendencia y concejales en diferentes municipios. Sin embargo, el radicalismo cuenta con tres municipalidades, seis legisladores y más ediles en los gobiernos locales. La diferencia está en el peso que cada uno tiene en el Congreso. Y ahí el PJS tiene en sus manos el ancho de espadas: la senadora Beatriz Ávila. La UCR, en tanto, sólo cuenta las bancas de diputado de Mariano Campero y de Roberto Sánchez.
Ante la inminencia de la reinstalación del debate por la Ley Ómnibus y el paquete “anticasta” a cambio del alivio fiscal para las provincias, Jaldo sabe que necesita mostrar dominio en la Cámara Alta. Tiene como antecedente lo que hizo en enero: utilizó la misma estrategia y –según las cuentas que realiza- le dio resultado. Cuando veía que lo empaquetaban dentro del kirchnerismo y de Unión por la Patria, cortó amarras y le ofrendó a La Libertad Avanza fidelidad completa con tres diputados (Agustín Fernández, Elia Fernández y Gladys Medina).
Más allá de la feroz granizada política que debió soportar desde entonces, al gobernador los números le cierran. A la encaminada refinanciación de la deuda por el Fondo Fiduciario para el Desarrollo Provincial se le suman hechos concretos. El último, por ejemplo, tuvo lugar el martes 27 de febrero, cuando el Ministerio del Interior que conduce Guillermo Francos le giró $ 2.000 millones en Aportes del Tesoro Nacional (ATN). Tucumán es, en lo que va de 2024, el distrito que más ayuda discrecional recibió dentro de las poquísimas provincias que también recibieron asistencia del poder central: sólo Chubut ($ 1.500 millones, en enero, por los incendios) y Corrientes ($ 1.000 millones) tuvieron ese privilegio.
Aquí asoma otra casualidad, el 6 de marzo se publicó en el Boletín Oficial de la Provincia una asistencia de $ 2.100 millones del Gobierno tucumano a las empresas de ómnibus. No es un dato menor, porque además de la similitud entre las cifras implica que la Provincia duplicó los aportes para sostener el transporte público local para equiparar la pérdida –dispuesta por la Nación- del Fondo Compensador del Interior para el sector. En todo caso, da para preguntarse si lo que les quitaron a todas las provincias por un lado, se lo dieron a Jaldo por otro.
Envío repentino
En esa sintonía parece inscribirse el envío repentino de $ 900 millones por parte de la Casa Rosada para pagar certificados de obras públicas vencidos e iniciar dos proyectos de agua potable en barrios vulnerables de la capital (ATE y Eucalipto). Incluso, también la visita de este lunes de un funcionario de la Secretaría de Obras Públicas de la Nación a Tucumán con la finalidad de revisar la reformulación del contrato para la ejecución de la cárcel de Benjamín Paz.
Indudablemente, en un contexto en el que se viraliza el meme del Presidente con la frase “No hay plata”, a Jaldo le ha dado resultado su posicionamiento político y el haberle dado la espalda al resto de las provincias. De hecho, la versión que corre entre los gobernadores es que Francos tiene la orden de estar atento a cada requerimiento del tucumano.
Más que convicciones
Con este escenario, la foto de Jaldo con la senadora Ávila cobra otra relevancia. Porque el mandatario envía el mensaje a la cúpula del poder de que cuenta con ese voto y, muy probablemente, también con el de la justicialista Sandra Mendoza.
Más que convicciones, en el caso de Mendoza puede pesar la necesidad de que la Casa de Gobierno mantenga el giro de fondos a Famaillá, el municipio que gobierna su cuñado Juan Enrique Orellana. Con el Acuerdo Fiscal Municipal en marcha, el gobernador tiene otra herramienta para ejercer presión sobre la senadora.
También la reunión con Ávila y Alfaro tiene una implicancia hacia dentro del peronismo tucumano. En particular, el destinatario es Juan Manzur. El senador salió de la escena pública tras haber dejado el sillón de Lucas Córdoba y desde entonces sus apariciones son esporádicas. Ni siquiera señales políticas envía el ex gobernador. Esta semana, por ejemplo, sólo subió a sus redes un rechazo al cierre de Télam. Acostumbrado a que su nombre resuene como referencia política de Tucumán en la rosca nacional, poca simpatía le deben causar las andanzas de su ex compañero de fórmula.
Por supuesto, también hay un punto oscuro de la sociedad entre Jaldo y Alfaro, y tiene que ver con las incomodidades que puede traerle al propio gobernador esta alianza. Esto, debido a que en el peronismo aún no digieren que el ex jefe municipal ahora milite para la Casa de Gobierno y los pases de factura comenzarán a estallar. De hecho, la intendenta Rossana Chahla tildó en su discurso a la gestión municipal que encabezó Alfaro hasta el 29 de octubre como incompetente e irresponsable. Además, habló de corrupción en el manejo del Consorcio Metropolitano para la Gestión de los Residuos Sólidos Urbanos, cuya administración depende de la Capital. Es interesante detenerse en este asunto, porque en el edificio de 9 de Julio y Lavalle ya circula la auditoría del estudio Concilio & Sarralde sobre los manejos financieros del Consorcio en el último año, cuando Alfaro fue candidato a vicegobernador de Roberto Sánchez y el ente era liderado por un dirigente muy cercano a él (Héctor Argañaraz).
Según el documento, el Consorcio fue utilizado para la realización de obras públicas en San Miguel de Tucumán que nada tienen que ver con la gestión de los residuos. Además, precisa que el 64% de las facturas recibidas por el Consorcio (en monto), entre enero y octubre de 2023, fueron emitidas por tres cooperativas: Benjamín Aráoz, 14 de Agosto y Juntos Seremos Más. Entre las tres facturaron más de $ 4.900 millones, pero –de acuerdo al trabajo profesional- tienen pagos justificados del Consorcio por unos $ 2.800 millones. Es decir, el ente administrado por el municipio les adeudaría unos $ 2.100 millones, pero los auditores les preguntaron a los responsables de esas cooperativas y les dijeron que no se les adeuda nada. El informe, además, da cuenta de que muchas de esas facturas tienen fecha de confección posterior –con varios meses de diferencia- de la emisión de los cheques de pago. Y que el 57% de esas facturas fueron emitidas en octubre de 2023, días antes del cambio de gestión.
Toda esta documentación y los anexos ya están en manos de la Justicia provincial, a partir de una denuncia formulada durante esta semana por el fiscal municipal Conrado Mosqueira. Está claro que buena parte del peronismo no tolera ni dejará pasar desapercibido el acercamiento de Alfaro al Gobierno ni tampoco los gestos que Jaldo tiene con quienes fueron sus rivales políticos. Más allá de esas travesuras, esa alianza parece consumada: el propio Alfaro, al salir de la reunión y hablar con la prensa, lo admitió con un lapsus que arrancó las risotadas de los presentes y del propio Roberto Sánchez, que se tomaba la cabeza mientras lo seguía por televisión desde la Redacción de LA GACETA, antes de ser entrevistado en LG Play. “No somos oposición”, lanzó antes de corregirse sobre la marcha. Paradojas que sólo la política puede ofrecer.