“Hoy en Tucumán José Alperovich no puede salir a la calle. Es un muerto en vida. Yo y mi hija podemos salir y nadie nos va a juzgar con el dedo. A él le importaba él, y nadie más que él”. El hombre se sentó en la silla de los testigos y durante poco más de una hora repasó lo que le costó a él, pero por sobre todo a su hija, reponerse luego de la experiencia que dicen haber vivido producto de los abusos que la joven relató y que terminaron con un juicio contra el ex gobernador de Tucumán. El padre de la denunciante fue claro durante su testimonio. “Este juicio a mí no me suma ni me resta. Hoy yo no le diría nada a José. Pero ahora mi hija volvió a comer, volvió a dormir y volvió a sonreír. Ella ya sanó de todo lo que sufrió y es lo que a mi me importaba desde el primer momento”, aseveró.
El hombre declaró frente al juez Juan María Ramos Padilla, quien preside en debate contra el ex senador que está imputado de nueve hechos de abuso y violencia sexual presuntamente cometidos tanto en Tucumán como en Capital Federal. Fue la Corte Suprema de Justicia la que zanjó la cuestión de competencia y decidió que el debate se realizara en CABA.
“No es no”
El testigo (su nombre no se informa para preservar el de la denunciante) comenzó diciendo que conoce a Alperovich de toda la vida. “Es mi primo hermano. Mi papá era hermano de su mamá. Jugábamos a la pelota de chicos, salíamos a tocar timbres, Mi papá lo cuidaba como si hubiera sido su hijo. Somos primos hermanos, pero yo creí que de verdad, no lo que terminó siendo”, se lamentó. El hombre afirmó que siempre sostuvo una máxima: “no es no”. “Cuando mi hija me contó lo que había pasado me perforó el corazón y el alma”, se sinceró. El testigo no tuvo problemas en afirmar que él le había pedido a Alperovich que le diera trabajo a su hija en el Archivo Histórico de la provincia. La joven luego pasó a desempeñarse en el Ministerio de Gobierno, bajo la conducción de Regino Amado, y finalmente se hizo colaboradora de Alperovich en la campaña en la que enfrentaría (y perdería) contra Juan Manzur para la gobernación. El testigo se mostró muy dolido por lo que, dijo, debieron vivir. “A mí no me gustaba mucho la idea de que ella comenzara a trabajar en política. Yo lo había acompañado a José en el 2003. Lo había visto trabajar y creí que podía hacer un cambio. Pero él cambió mucho desde 2010. Comenzó a ejercer el poder de otra manera. Pero creía que él se iba a encargar de proteger a mi hija de cualquier cosa y terminó haciendo esto”. Luego recordó que su hija lo citó en un bar para contarle lo que había sucedido. “ ‘Papá, me acosaron, me violaron’, me dijo. Yo no necesitaba detalles. Me bastaba con lo que ella me decía. Yo tenía dos planes. Elegí el primero que fue acompañarla en todo lo que decidiera y ayudar a sanarla. Si hubiera elegido el otro, hoy estaría preso. Ahí comenzó mi lucha por acompañarla”, recordó.
En el debate, el Ministerio Público Fiscal está representado por el fiscal Sandro Abraldes, en tanto que la querella es ejercida por miembros del Programa de Asistencia y Patrocinio Jurídico a Víctimas de Delitos que conduce Pablo Rovatti, quien trabaja junto a la abogada Carolina Cymerman. Por el lado de la defensa, el abogado de Alperovich es Augusto Garrido, miembro del estudio jurídico Cúneo Libarona, quien está acompañado por el tucumano Ariel Sosa y por la letrada Mercedes Rodríguez Goyena.
El testigo firmó que “yo me quedé tranquilo con que ella iba a estar bien. ¡Estaba trabajando con mi primo! Fui un iluso”, remarcó. “Hoy me arrepiento de haber permitido todo esto”, dijo. “Pasamos momentos muy duros. Ojalá que nadie tenga que pasar algo así”, advirtió. Y luego aseguró que había recibido la visita del yerno de Alperovich, Pablo Zeitune, quien le preguntó cómo se podía parar el proceso y que él le dijo que si su hija quería seguir adelante no había forma de pararlo. “Evidentemente yo no conocía la psicopatía de José”, agregó. “Nunca esperé algo así de él. Pero veo que la toxicidad también viene de la familia. Después de lo que pasó nunca más hablé con José y la verdad es que tampoco quiero decirle nada”. “Si en su momento después de lo que me dijo mi hija yo hubiera ido a verlo habría cometido un salvajismo”, afirmó.
Detalle: un lapsus en la declaración
Durante la declaración del padre de la víctima hubo un momento tenso. Fue cuando, en medio de la testimonial, le tocó preguntar a la representante de la querella, Carolina Cymerman. En medio de la respuesta el hombre le dijo “mirá, mi amor”, tras lo cual se hizo un silencio que duró varios segundos. El mismo testigo se dio cuenta de lo que había sucedido justo en un juicio en el que se debate el acoso contra una mujer y rápidamente pidió disculpas y aseveró que a veces se usaba ese tono coloquial en sus charlas. La misma representante de la querella le quitó dramatismo a lo sucedido. “No pasa nada”, le dijo, y continuó con sus preguntas mientras los representantes de la defensa tomaban nota del detalle.