Click tras click. La fotografía no se restringe a meramente capturar un momento, sino que detrás de cada imagen existe un trasfondo y un protagonista totalmente distinto al que se puede ver en cada imagen. Mucho más se agiganta esta situación sobre aquellas imágenes que retrataron un pedacito de la vida de Diego Armando Maradona, el ídolo que hoy cumpliría un aniversario más de su debut con la camiseta más amada. Sin embargo, detrás de muchas de las piezas inmortalizadas estuvo Jorge Luengo, uno de los pocos que pudo conocer a “D10S” en persona. Pero, como cualquier gran historia, está también está repartida en varios y extensos capítulos.
Primer episodio: 3 de noviembre de 1978. La Ciudadela explotada. No se trataba de un clásico tucumano; tampoco de una definición de campeonato. Todavía bajo los efectos de la fiebre mundialista que provocó la obtención de la primera Copa del Mundo, los más de 20.000 espectadores estarían presentes en lo que, a posteriori, sería el inicio de la mayor saga de enfrentamientos de la historia de los mundiales: Maradona vs. Beckenbauer.
Frente a la posibilidad de ver en persona al naciente ídolo, Luengo junto a su grupo de amigos empezó a diagramar la manera de poder hacerse presente en el estadio. “Éramos cuatro pibes. No teníamos para el colectivo, entonces tuvimos que ir caminando. Cruzamos todo el parque, pasamos por el aeropuerto viejo, la avenida Roca y así hasta que llegamos a la cancha de San Martín”, detalla. Debido a las dificultades económicas, los niños tampoco tenían entradas. “Teníamos que colarnos. Le decíamos a la gente que nos ayude a entrar y nos decían: ‘ponete atrás mío’ y así logramos meternos de a uno. Apenas entré, me quedé cerca del alambrado porque mi idea era meterme a la cancha”, explica.
Tres minutos antes de que pite el final, Luengo estaba a punto de tener su primer encuentro con quien se convertiría en su gran amigo. “Veo que varios se estaban subiendo a la tela y que los policías estaban cerca mío. Terminó el partido y saltó desde el lado de la Pellegrini y Diego quedó del lado de la platea cerca de la mitad de la cancha. Entonces, voy corriendo y cuando llegó, lo veo saludar con Beckenbauer. Me agarré del hombro de él y se veía como le salía el humo del vapor del pelo”.
Segundo episodio: 1995. Punta del Este. En aquellos años, Luengo daba sus primeros pasos dentro del foto-reportaje y tendría su primera cobertura al astro. Así, viajó a la ciudad costera para hacer un seguimiento al “10”, quien venía golpeado tras la sanción por el doping en el Mundial de 1994.
“Éramos entre ocho y 10 autos que estábamos ahí. Sale Diego y hacemos como tres kilómetros. Frena la camioneta, se baja re enojado y ya se había armado un grupito para sacar la foto. Yo no pude porque él vino directamente a encararme y me dijo: ‘’Indio’ córtala con el seguimiento. No quiero que me sigas más. Vamos a terminar mal’. Ese día me bautizó con ese apodo”, describe el protagonista de la historia.
Debido a la obligación de cumplir con su trabajo, Luengo estaba entre la espada y la pared: si decidía dejar de seguirlo, podía llegar a perder su trabajo; y, en caso de hacerlo, se ganaría el desprecio de su ídolo. “Hacemos 15 kilómetros más y se vuelve a bajar. Ahora, Diego, más enojado, me dice: ‘Qué te dije ‘Indio’. Queres que nos peleemos; que nos agarremos a piñas’. Ahí le contestó: ‘No Diego, por favor, no quiero pelearme con vos. Vos sos mi ídolo’. ‘No me siga más. Si queres hacerme foto, anda está noche a Coyote pero no me sigas más’, me dice. Yo me quería morir”, describe.
Una vez llegada la tarde, Luengo asistió al lugar y, entre la desesperanza y la desilusión, llegó el encuentro más esperado. “Siento que alguien me abraza por la espalda y era él. ‘Acá si me podes hacer fotos. Los seguimientos no me gustan porque si después hay un accidente la culpa siempre la tiene Maradona y yo no quiero problemas’, me explica. De ahí, le cuento que yo recién empezaba y que vivía en Ciudad Oculta. Le dije así porque él me iba a entender. Inmediatamente, él me abrazó y me dio un beso en la frente. ‘Perdóname ‘Indio’. Ahora me vas a hacer las fotos que quiera. Hasta me vas a hacer fotos con Claudia en bolas. Ahora vamos a ir a un boliche y vamos a hacer las fotos’”, sentenció.
Tercer episodio: 3 de enero de 2000. Nuevamente en Punta del Este, el “10” junto a su familia y allegados disfrutaba de unos días de vacaciones. “Esa noche nosotros hicimos un asado. Teníamos carne como para 20 y éramos seis”, comienza recordando Luengo.
Tras concluir la cena, y frente a la gran cantidad de comida que había sobrado, Guillermo Coppola decidió regalarle el asado a Luengo para que lo comparta con sus colegas. “Mis compañeros se volvieron locos y se lo comieron todo. A las cuatro horas, suena el teléfono y era Guillermo: ‘’Indio’, tenes el asado. Traelo de vuelta’. Pasaba que Diego se había despertado y quería comer asado. ‘Pero, cuando viste que el asado se lo regala Coppola. El asado se lo da a los perros’, le decía y yo me moría de la risa”.
Horas más tarde, recibiría el primer llamado que más preocupación le despertaría. “Claudia me llama para que cuide a las nenas. Yo no estaba ni enterado de lo que pasaba, era muy temprano. Entonces, me fui para la casa donde estaban ellos y las lleve a las chicas para Laguna Garzón, pasando José Ignacio. La idea es sacarla del radio de la prensa”, recuerda, sobre aquella internación en el Sanatorio Cantegril donde le diagnosticaron “crisis hipertensiva y una arritmia ventricular”.
Cuarto episodio: Tras el susto en Punta del Este, Maradona se instaló en La Habana para iniciar el proceso de recuperación. En aquellos días, el “10” había decidió cambiar la tonalidad de su cabello porque se trataba de una “nueva etapa”. “Cada vez que pasaba algo fuerte hacía algo con el pelo, se ponía un aro o se hacía un tatuaje. En la clínica donde estaba Diego había un hotel que contaba con una galería con varios comercios. Cuando vio la peluquería, fue y se tiñó de rubio”, dice, recordando una anécdota de cuando Fidel Castro los fue a visitar.
“Fidel había ido a ver a Diego y no le gustó verlo rubio. Le puso cara medio rara. Cuando Fidel nos saluda a todos, él le pregunta quién era yo. ‘Él es compañero mío de la primaria allá en Argentina’, le dice. Yo te juro que casi me río a carcajadas”, expresó entre risas.
Pese a esta situación, el fotógrafo aseguró que se mantuvo cerca de Maradona por precaución. “Tenía miedo que le pase algo porque él venía de Cuba donde se estaba recuperando del corazón. Lo miraba a la cara y no paraba de llorar”.
Quinto episodio: Luego del Mundial de Sudáfrica 2010, Maradona agarró un nuevo desafío: ser DT del Al Wasl de Emiratos Árabes Unidos. “Cuando llegó a Dubai, me ve y me dice: ‘hasta donde te tuviste que venir para verme’.
“Siempre para verlo era un gasto por mi cuenta. Nunca le pedí que me pagara nada. De hecho, estando ahí, me volví con 100 dólares a Roma y me cobraron exceso de equipaje. Ahí gasté los últimos que me quedaba y llegué sin plata acá. No tenía plata para volver y no le dije que me preste, era un respeto mutuo”, agrega.
Sexto episodio: 26 de noviembre de 2020. Un día después del fallecimiento del “10”, el pueblo argentino se agolpaba en el velatorio de la Casa Rosada para despedir al máximo ídolo. Así, Luengo dio su último adiós a quien se convirtió en su gran amigo. “Fue uno de los momentos más tristes. Una imagen tremenda que nunca me imaginé verla. Siempre tenía miedo, pero él siempre zafaba. Eso fue una de las cosas más tristes de mi vida”
“Para mí, Diego fue una luz, maestro, hermano, amigo. Fue la persona que me enseñó un montón de cosas. Hubo varias situaciones en las que pasó malos momentos, pero algo que me dejó claro es el respeto a la amistad. Desde que uno nace tiene valores, pero una vez me dijo que si se enteraba que me drogaba o algo relacionado, que nunca más iba a sacarle una foto”, cerró Luengo, quien contó una pequeña parte de su extensa historia junto a su gran amigo Maradona.