Otro paso en falso de San Martín. Esta vez de visitante y ante el modesto San Miguel, que celebró frente a los de Diego Flores su primer triunfo en su regreso a la máxima categoría del ascenso.
El “Santo Tucumano” pagó el precio de regalar casi todo un tiempo, el primero. Cuando el "traductor" interpretó mejor el partido, encontró en el banco algunas respuestas y el rendimiento colectivo mejoró, aunque no lo suficiente para plasmar al menos un empate.
Temprano, muy temprano, salió el gol y simultáneamente salió el sol en Los Polvorines. Después de una mañana intensamente lluviosa, la pared entre el histórico Martín Batallini y Diego Sosa culminó con este pisando el área y haciéndole “pisar el palito” a Darío Sand.
El arquero abandonó los tres palos, no tan rápido como para impedir que Sosa rematara por encima y la pelota bajara mansita junto al segundo palo y besara la red.
En ese momento, otro Diego, el técnico Flores, se dio vuelta sobre el eje de sus piernas y sin demasiada estridencia, soltó una frase a uno de sus colaboradores.
Era demasiado pronto, apenas siete minutos transcurridos, como para hablar de merecimientos. Sin embargo, San Miguel ya había dado señales de pretender saltar a la yugular de una visita que entró a jugar algo dormido al estadio Malvinas Argentinas.
Voraz, San Miguel quiso más. Y si no consiguió aumentar, se debió más que nada a la falta de puntería de varios y el engolosinamiento por rubricar el segundo que mostró su hombre más talentoso, el platinado Nahuel Luján.
San Martín, nada por aquí y nada por allá. No extrañó que antes de la media hora Flores enviara a un puñado de suplentes a precalentar. A esa altura, no se sabía a qué jugaba su equipo, ni estaban en claro su estrategia defensiva ni sus intenciones de ataque.
El entrenador tuvo cierta virtud en reaccionar pronto y patear el tablero todavía en la primera etapa. Hizo dos modificaciones y dispuso un cambio de esquema: afuera Iván Molinas y Leonardo Monje, adentro Diego Mastrángelo y Pablo Hernández.
Pasó a defender con tres zagueros, ganó seguridad atrás y presencia en el medio.
Y sobre todo, se comprobó una vez más que el viento es viejo pero sigue soplando. El refrán le cae como anillo al dedo a Hernández. El tucumano nacionalizado chileno mostró pinceladas propias de un futbolista diferente, incluso a sus 37 años.
En apenas seis minutos, desde su ingreso hasta que el árbitro Jorge Broggi decretó el intervalo, el “Tucu” le cambió la cara -la dinámica, la energía- a San Martín.
Es cierto, el efecto duró apenas un rato. Porque en el complemento la estrella del campeón de América con Chile no terminó de fulgurar, quizá por la falta de actividad.
El técnico Gustavo Coleone se fue al intervalo con rostro bipolar, entre satisfecho y disconforme: su equipo había mostrado estar sobradamente a la altura de un “grande” de la división, aunque la ventaja se percibía exigua.
En el complemento, el “Sapito” retrasó a un equipo desgastado. Y San Martín tuvo campo y pelota a su antojo. Flores desarmó el fondo para poner toda la carne al asador con Gonzalo Klusener y Mauro Verón.
Pero a no engañarse, más allá de la búsqueda, no generó una sola situación neta de gol. Salvo el gol anulado a Lautaro Fedele sobre el epílogo, por supuesta mano previa.
En cercanías de Campo de Mayo –una de las guarniciones más grandes del país-, San Martín tuvo cero explosión.