“No estoy en condiciones de darle consejos a nadie, pero hoy puedo decirles que piensen dos veces antes de tomar una decisión. Con todo lo que he vivido en estos meses, puedo decir que me mandé una macana por no haber pensado las consecuencias”, aseguró Andrés Sauma, el carnicero que mañana comenzará a ser juzgado por haber acabado con la vida de un joven que ingresó a su domicilio a robar. “Soy un laburante. Toda mi vida lo hice y ahora estoy en medio de todo un proceso penal que no me deja vivir tranquilo. Sin embargo, sigo creyendo en la justicia. Soy una víctima por haber querido defenderme”, agregó el acusado de homicidio.
El 14 de abril de 2023, el comerciante dormía con su mujer en su casa. A la madrugada, recibió el llamado de un vecino que le avisó que desconocidos habían ingresado a la vivienda de Pasaje Morante al 2.300 (altura de avenida Colón al 1.100) que había adquirido y que estaba acondicionando para mudarse. Se levantó y con su pareja fueron hasta ese lugar en una camioneta. Llegó y por el portón, trató de ver qué estaba ocurriendo. Golpeó con fuerza la chapa para que los invasores de su propiedad se fueran. Pero sucedió todo lo contrario.
“En vez de irse, observé figuras que venían hacia donde yo estaba. Me asusté, pensé que mi vida y la de mi mujer corrían peligro. Disparé el arma contra el portón pensando que así se asustarían, que lograría ahuyentarlos, pero lamentablemente el proyectil impactó en el cuerpo de uno de ellos”, relató con la voz entrecortada. “Llamé a la Policía y por ignorancia cometí un error: no contarles todo lo que había sucedido realmente”, destacó.
Según el expediente, al llegar la Policía, Sauma no les dijo que él había disparado y tampoco entregó el arma con la que ocasionó la muerte a Maximiliano Fernández (21 años). “Esa fue otra mala decisión que tomé. Por eso digo que me equivoqué y ahora estoy llevando una enorme carga que afecta a toda una familia y a las personas a las que les doy trabajo. Mi vida cambió para siempre por haber tenido miedo, que las autoridades nunca tuvieron en cuenta”, indicó en una entrevista exclusiva con LA GACETA.
Miedo
El carnicero estuvo apenas dos días preso. En la primera audiencia que se realizó, la auxiliar Luz Becerra, siguiendo las instrucciones del fiscal Carlos Sale, lo acusó de homicidio culposo. En octubre, con el resultado de algunas pericias, el representante del Ministerio Público fiscal cambió la imputación en su contra: lo acusó de homicidio agravado por el uso de arma de fuego. En diciembre, cuando se definió que el expediente se cierre en un juicio oral, el auxiliar Miguel Fernández anticipó que solicitará que Sauma sea condenado a 11 años de prisión.
“No estoy nada bien. Estoy acostumbrado a trabajar. Soy un laburante, no un delincuente y todo esto me afecta muchísimo”, indicó el comerciante. “Mido 1,90 metro, trabajo en el rubro desde hace más de 20 años y jamás tuve un problema legal, ni una contravención. Ahora afronto este proceso y pienso lo que puede suceder. Es un infierno”, agregó.
Cuando se le consultó qué es el infierno, respondió: “dejar a mi familia por una condena y por supuesto, dejar sin trabajo a las personas que están en mi negocio. Esas situaciones prácticamente no me dejan vivir. Tengo el apoyo de mis parientes, de amigos y de clientes, pero uno nunca sabe. Lo único que sé es que cuando entro a la carnicería creo que dejo los problemas afuera porque ninguno de ellos tiene la culpa de lo que pasó. Pero no, quedan dando vueltas en mi cabeza. Eso es lo peor”.
Problemas
Desde ese 14 de abril, el comerciante no sólo afrontó problemas legales, sino personales también. De la noche a la mañana tuvo que rehacer su vida por temor a sufrir represalias por parte de los allegados de Fernández, que según la infomación que maneja, tendrían algún parentesco con “Los Gardelitos”. “Eran tantas las amenazas que recibí en mi domicilio, que tuve que dejar esa casa y alquilar otra por seguridad. La vivienda en la que sucedió este lamentable episodio nunca la pude ocupar porque sé que ahí también me irán a buscar”, relató con la voz entrecortada.
La Justicia y la Policía decidieron protegerlo por la cantidad de situaciones que vivió. “Primero me incendiaron la casa donde pasó todo. Decidí repararla, pero cambié de opinión cuando los obreros a los que había contratado llamaron para avisarme que desconocidos los habían amenazado con armas de fuego”, contó. “Hasta los vecinos de esa propiedad sufrieron las consecuencias. Una vez, al presentarse un grupo a hacer daño, la gente salió a ver qué estaba pasando. Los desconocidos hicieron tiros y una de las balas, de rebote, hirió en la pierna a una persona. Nada de todo esto es invento, fue denunciado”, añadió. El Ministerio de Seguridad instaló en esa cuadra una garita para que haya presencia de la fuerza. Sauma, después de los reiterados ataques, se habría ofrecido a construir una.
“Lo único que pretendo es que se acabe esta pesadilla. Que la Justicia se dé cuenta de que me mandé una macana por tener miedo y por pensar que esa era la salida para proteger lo mío. Quiero que se acabe para que pueda seguir haciendo lo que sé: trabajar”, finalizó Sauma.
Lo que dice el Código: ¿cuándo hay legítima defensa?
El Código Penal Argentino es claro a la hora de definir cuándo una persona se defiende legítimamente. Las leyes eximen de responsabilidad a la persona que “obrare en defensa propia o de sus derechos o la de terceros, siempre que concurrieren las siguientes circunstancias:
A) Agresión ilegítima.
B) Necesidad racional del medio empleado para impedirla o repelerla.
C) Falta de provocación suficiente por parte del que se defiende”. Además, sostiene que “se entenderá que concurren estas circunstancias respecto de aquel que durante la noche rechazare el escalamiento o fractura de los cercados, paredes o entradas de su casa, o departamento habitado o de sus dependencias, cualquiera que sea el daño ocasionado al agresor. Igualmente respecto de aquel que encontrare a un extraño dentro de su hogar, siempre que haya resistencia”.