31’ corren del partido entre San Martín y Deportivo Maipú. Junior Arias sale de su hábitat natural para convertirse en armador de juego y abre la pelota para Nahuel Banegas, uno de los estandartes del equipo. El lateral, apelando a su cotidianidad, lanza un centro rasante y, con la punta del botín, llega él: Iván Molinas. Alegría, desahogo, alivio y felicidad son algunos de los sentimientos que pasan por el cuerpo del volante. Un gol que, no sólo fue importante para la ventaja en el marcador, sino que significó un premio al esfuerzo después de un 2023 (año en el que se instaló en Tucumán) colmado de altibajos.
“Hacerlo fue una satisfacción grande. Vine de un año con varios inconvenientes y lesiones. No pude completar la pretemporada pasada por una gastroenteritis aguda. Después debuté y me lastimé la rodilla. Fue un año con mala fortuna”, explicó el volante, de 26 años, que tras un año en la provincia marcó su primer tanto con la roja y blanca (18 en toda su carrera).
Para el misionero, completar el período de preparación bajo las órdenes de Diego Flores. Es más, reconoce que era un objetivo que no podía lograr hace varios años. “Lograr ese objetivo era muy importante para mí”, confiesa.
No obstante, la llegada de “Traductor” le supuso un nuevo reto en su carrera: cambiar su posición natural. “Diego me hace jugar como extremo, una posición que normalmente no usé en mi carrera. En Alvarado, la usé un tiempo, pero la realidad es que me siento muy cómodo por ese sector. La estoy agarrando de a poco, pero me gusta porque me siento cerca del gol”, profundiza el mediocampista, añadiendo que San Martín es un club que exige al máximo las capacidades de los futbolistas. “Es un club de Primera División y por eso tenemos que dar el máximo. Tenes que ganar tanto de local y visitante”, añade.
Si bien el “santo” tuvo un gran arranque (logró dos victorias consecutivas), Molinas es consciente que uno de los retos a manejar como futbolistas es la ansiedad de la gente. “Estamos en un club que te exige ganar de local y visitante. Hay veces que la gente, cuando va 0-0, te hace sentir eso. Pero, por nuestra profesión, nosotros convivimos con esa ansiedad. Además, es muy lindo lo que pasa cada fin de semana en La Ciudadela. La gente te apoya en todo momento y eso marca la diferencia. Es un plus que tenemos en distintos momentos del partido; espero que este año podamos lograr ese ansiado ascenso”, puntualiza, reconociendo que su primera año en Tucumán fue fundamental para terminar de concretar su período de adaptación.
En relación a su estadía en la provincia, el misionero aseguró que conoce gran parte de la ciudad. “Conozco casi todo Tucumán por completo. Lo que es Yerba Buena prácticamente lo tengo de memoria”, enfatiza, asegurando que ya tiene distintos sitios preferidos para visitar. “El cerro San Javier es muy lindo. Hay muchos lugares para comer y pasear. Hay de todo y eso es muy bueno”, describe.
Realizando un paralelismo con su ciudad natal, Posadas, el volante aseguró que la capital misionera es similar a Yerba Buena. “La única diferencia es que hay una costanera hermosa, pero es muy parecido. Ahora creció bastante en comparación a unos años atrás”, puntualiza, haciendo hincapié en que la cercanía con la frontera paraguaya es una ventaja para obtener tecnología a bajos precios.
“Te traes todo de Encarnación. Celulares, auriculares y todo lo que sea tecnología está barato y se aprovecha al máximo. Me tocó jugar seis meses en Paraguay. Me acuerdo que nos pagaban en Guaraníes y con el cambio a peso ya sacabas diferencia. Era un golazo, ja”, dice.
Si bien la crisis económica afectó el tipo de cambio argentino, Molinas asegura que todavía hay ciertos artículos que se pueden conseguir en oferta. “Todavía se puede aprovechar todo lo que es bazar y pinturas. Esas cosas siguen siendo muy baratas”, indica.
En relación a raíces guaraníes, el volante contó que tiene cierta herencia paraguaya por parte de su abuela por lo que conoce a la perfección la gastronomía del país vecino. “Todo lo que es comida paraguaya la probé. Sopa Paraguaya, torta de choclo, mbeyú o chipá guazú los tengo en mi memoria y siempre lo llevó conmigo”, asegura, aunque reconoce que la cocina no es su fuerte. “No soy mucho de hacerlo, pero siempre que viene mi mamá para acá, le pido que lo haga. Cuando viene de paseo, siempre me trae chipá frizado. Lo descongeló y lo pongo 10 minutos al horno y quedan una delicia. Sale 10 puntos, ja”, cuenta.
El volante de 26 años reconoció que suele recibir la visita de sus padres. Sin embargo, la distancia y el trabajo son algunos de los motivos por los que no son tan recurrentes. “Mi viejo es ingeniero en construcción y trabaja como profesor en un secundario. Entonces, tienen vacaciones hasta enero y, después en julio tiene receso, pero después tiene que laburar todo el año de continúo. Pero este es su último año y ya se está por jubilar, así que va a venir más seguido para acá”, comenta.
Pese a esta situación, Molinas no vive sólo en Tucumán. “Estoy viviendo con mi novia Agustina. Ella me acompañó a Mar del Plata en mis inicios y siempre va conmigo a todas partes. Ella es mi gran compañera”, dice.
Además de su gran pasión por el fútbol, el misionero reconoce que es un amante de los videojuegos, más precisamente del Counter Strike. “Soy gamer. Tengo una computadora de escritorio que la llevó a todos lados para jugar”, comenta, recordando que llegó a participar de torneos internacionales. “Subí mucho en mi nivel. Incluso, lo hice por plata. Me han pagado por hacerlo, jajaja”, comenta.
Pese a que sus compañeros también le dedican tiempo a esta afición, reconoce que sus compañeros eligen otros juegos. “Ellos juegan mucho al Call of Duty o Fortnite, no juegan mucho al Counter”, comenta.
Pese a no compartir colores y estar en la vereda de enfrente, Molinas contó que guarda una gran relación con Matías Orihuela, el lateral izquierdo de Atlético, siendo su compañero de equipo dentro del juego. “A él lo conocí por medio del juego, cuando estaba en Alvarado. Justo se dio que coincidimos en el mismo hotel y entablamos conversación. Cuando llegué acá, él me dio la bienvenida, así que siempre estamos en contacto. Siempre nos mandamos mensajes y le digo: ‘¿estás para jugar?’ y casi siempre me dice que sí”, comenta, entre risas.
Más allá de ello, Molinas sueña con convertirse en una pieza clave de San Martín y quiere seguir puliendo su puntería con el objetivo de seguir brindando grandes alegrías al “santo”.