En medio del calor, pone una sonrisa. Quita las preocupaciones con su optimismo. Y sobre todo, no pasa desapercibido. “Woody” alegra la jornada, cada día, en la peatonal de calle Muñecas o en las calles de Barrio Norte. Se toma fotos con los tucumanos o turistas que vayan pasando, juega, y saluda a los chicos que son los que más se emocionan al verlo.
¿Alguien se ha preguntado quién es la persona bajo el disfraz?, ¿Por qué hace lo que hace?, ¿Cómo hace para estar en el centro todos los días sin falta? Nosotros fuimos a hablar con él y el carismático vaquero brinda esas respuestas.
El nombre que se esconde detrás del sombrero, la máscara y el chaleco de cuero de vaca es el de Fabián Gelacio, de 34 años, que vive con su familia en Los Gutiérrez. “Donde yo vivo no pasa el colectivo. Cada día me levanto a las siete de la mañana y después de desayunar camino dos kilómetros hasta la parada para venir al centro. A la vuelta hago lo mismo, de noche y sin luz por la ruta, es muy peligroso”, cuenta Gelacio.
Fabián (o Woody) pasa la mitad del día con su disfraz puesto. “La máscara que uso es de gomaespuma, es muy caliente. Algunos me preguntan si me saco el traje en algún momento y yo les digo que no, ni siquiera para comer”, indica Fabián, que durante toda la entrevista no se quita la máscara. “Es para no romper la ilusión de la gente”, dice sonriendo.
Mientras transita las calles céntricas, se cruza con cientos de personas (sobre todo niños) que lo saludan, lo abrazan, le chocan los puños y le piden fotos, la gente que antes venía seria, despistada o indiferente, continúa su camino con una sonrisa después de algo tan simple como un saludo del vaquero de Pixar.
Woody no le pone precio a su presencia ni a sus saludos. Ni siquiera a los globos que ocasionalmente regala, es todo a la voluntad de quienes quieran ayudarlo. “Vivo con lo justo, hago lo que puedo. A veces tengo la suerte de que me llaman para animar alguna fiesta infantil y eso me super ayuda”, asegura. En medio de la charla, pasan unos turistas y le piden fotos. Él accede y a cambio recibe 100 pesos.
Tampoco todos los que pasan son amables. “Una vez llegaron cinco chicos que parecían drogados y empezaron a golpearme de la nada. Me empujaban, me agarraban del traje y hasta una piña me pegaron. Desde entonces la policía me tiene marcado y me tienen en cuenta por si alguien me hace algo”, recuerda.
“Lo que más me gusta es sacarme fotos con los chicos, con los bebés, con gente especial, eso es muy lindo. Siento que traigo alegría a la gente, yo me divierto con ellos y ellos se divierten conmigo. Es gracioso ir por la calle y que me griten jodiéndome, ‘¡ Woody yo quiero ser como vos!’, me hacen reír mucho”, añade.
Motivación de doble raíz
Fabián está dispuesto a mantener a su familia de una forma u otra y por eso no le importa estar 12 o 15 horas en la calle bajo el sol o la lluvia. “Uno no puede quedarse en la casa porque si lo hace, no habrá comida. Siempre le digo a mi mujer ‘vamos a ponerle ánimo’, hay que ser positivos. Estoy con el traje todo el día, pero son sacrificios que uno tiene que hacer. La familia es mi principal motivación, ellos lo son todo para mí”, sentencia.
También lo motivan sus orígenes. Su mamá, como brújula moral, les ha dejado grandes enseñanzas a Gelacio y a sus hermanos. “Somos tres hermanos y mamá siempre nos enseñó que no había que robar ni matar. Ella cuidaba enfermos todo el día para darnos de comer y siempre nos decía que no quería que termináramos mal. Por ella trato de hacer lo correcto”, evoca.
Orígenes
Ahora todos lo conocen como “el Woody del centro”, pero antes su vida y su trabajo eran diferentes. “Mi papá era guitarrero, así que la música siempre estuvo en mi familia. A los 13 años aprendí a tocar los timbales y con mis compañeros de la escuela armamos un grupo de música tropical. Nos iba bien, viajamos por todo Tucumán con presentaciones, pero se disolvió por problemas de dinero”, relata.
Luego trabajó en una gomería donde un accidente lo marcó. “Mi patrón me obligó a inflar una rueda que estaba en mal estado. Yo no quería, pero él dijo que iba a pagarme más. La rueda reventó y casi perdí la mano derecha, se me perforaron los oídos y nadie se hizo cargo después del accidente. Desde entonces mi mano quedó lastimada y sigo con tratamientos para los oídos”, describe. Y ya no pudo continuar con la música e incluso la posibilidad de otro trabajo se redujo.
“Un día buscando por Facebook encontré el traje de Woody, con lo poco que tenía me lo compré y empecé con esto; ya voy más de un año”, También se desempeña en fiestas infantiles cuando lo contratan.
Una mirada optimista
En la película “Toy Story” de 1995, Woody es un juguete leal, determinado, apasionado, y que haría lo que sea por sus seres queridos. Hace todo lo posible para mantener a su familia unida. Sin embargo, es un personaje con muchas dudas, ira, frustración, incertidumbre y tristeza, casi como un ser humano. A pesar de eso, Woody mantiene su optimismo y su determinación para hacer lo correcto y hacer felices a aquellos que lo hacen feliz a él.
Y Fabián dice que se dio cuenta de que tiene mucho en común con el personaje. “Me gusta mucho Woody, es un buen tipo y siempre cuida a sus amigos”, destaca.
Se despide de nosotros y se va caminando, con la latita en la que junta el dinero y “chocando los cinco” con los chicos con los que se cruza. Y sus gestos dicen que lo disfruta, por más duro que parezca.
(Producción periodística: Leandro Díaz)