![La misa de hoy: Jesús sana y libera del pecado](https://img.lagaceta.com.ar/fotos/notas/2024/02/11/480x310_1023760_202402102100430000001.webp)
“Jesús recorría toda Galilea, enseñando en las sinagogas, predicando el Evangelio del reino y curando en el pueblo toda enfermedad y toda dolencia” (Mt 4,23).
Puede decirse que el tema principal de la liturgia de hoy es la misión de Jesucristo con los leprosos. Los leprosos eran personas consideradas impuras según la ley, intocables, y estaban obligadas a vivir al margen de la sociedad. En cambio, Jesús les acoge, toca y cura. Depositaria del mensaje traído por Jesús y continuadora de su misión salvífica, la Iglesia no ha cesado jamás, a lo largo de los siglos, de prodigar atenciones y cuidados a los enfermos, y en especial a los leprosos.
Jesús sana de la enfermedad física pero al mismo tiempo libera del pecado. Se revela así el Mesías anunciado por los Profetas “que tomó sobre sí nuestras enfermedades” y “asumió nuestros pecados” para liberarnos de toda enfermedad espiritual y material (cfr. Is 53,3-12). En este sentido es Él en la Iglesia el Liberador por excelencia. El que cifró en rescatarnos toda la razón de su venida a la tierra.
No ha de haber en el hombre ninguna mentira si se le han de borrar los pecados. El perdón requiere arrepentimiento sincero y conversión verdadera. Así lo indican las palabras que siguen en el responsorio: “había pecado, lo reconocí,/ no te encubrí mi delito:/ propuse: confesaré al Señor mi culpa,/ y tú perdonaste mi culpa y mi pecado”.
En la Exhortación Apostólica sobre la reconciliación con Dios y sobre el Sacramento de la Penitencia, se repite claramente: “para un cristiano el Sacramento de la Penitencia es el camino ordinario para obtener el perdón y la remisión de los pecados graves cometidos después del Bautismo”. Se afirma igualmente que, en su acción salvífica, el Salvador no está tan vinculado a un signo sacramental que no pueda otorgar la salvación fuera y por encima de los sacramentos. “Pero ha querido y dispuesto que los humildes y preciosos sacramentos de la fe sean ordinariamente los medios eficaces por los que pasa y actúa su fuerza redentora. Sería pues insensato pretender recibir el perdón prescindiendo del Sacramento instituido por Cristo precisamente para el perdón”. (cfr. Reconciliatio et paenitentia, 31).
Cerca de iniciar la Cuaresma pidamos a Dios que nos purifique de nuestros pecados y no conceda la gracia de una nueva conversión.