Nuevas ficciones para el siglo XXI latinoamericano

Nuevas ficciones para el siglo XXI latinoamericano

Por Carmen Perilli para LA GACETA.

Nuevas ficciones para el siglo XXI latinoamericano
11 Febrero 2024

“Y se los tragó la selva”

La vorágine

“Las historias verdaderas no se cuentan”

Cristina Rivera Garza

En los finales del siglo XX, resurgió el debate de la autonomía de la literatura, cuestionando la función del autor, la propiedad de la obra y sus límites. Josefina Ludmer afirma que se puede hablar de literaturas postautónomas: “Muchas escrituras del presente atraviesan la frontera de la literatura …y quedan afuera y adentro, como en posición diaspórica: afuera, pero atrapadas en su interior. Como si estuvieran ‘en éxodo’”. Habla de escrituras que “crean presente”, con fluidos contactos con lo no literario. Se otorga importancia al espacio y al archivo y, como dice Mizrahi, “pensar el espacio desde Latinoamérica significa pensar las lógicas coloniales y poscoloniales a la luz de las problemáticas específicas desde las cuales se territorializa la violencia colonial”.

Si hacemos un poco de historia observamos cambios en las representaciones. Hacia comienzos del XX surgió “la novela de la tierra” centrada en la naturaleza que documentaba la explotación del hombre: La vorágine de José Eustasio Rivera, El río oscuro de Alfredo Varela, Las tierras blancas de Juan José Manauta, etc. Estas ficciones regionalistas exponían la antinomia civilización / barbarie, denunciando la expoliación. Hacia mediados de siglo la narrativa del boom, reivindicando la autonomía literaria, construyó potentes metáforas del territorio: Comala, Macondo, etc. y se acercó al espacio a través del mito y la antropología.

En el hoy denominado Antropoceno, una serie de objetos culturales insisten sobre estas cuestiones desde otro lugar, de-construyendo las formas habituales. El continente se presenta como un botín, prolongando la imagen de su nacimiento. La modernidad exhibe la herida de la colonialidad y reaparecen conflictos no zanjados. El saqueo se vincula a la extracción y a la desterritorialización. Quizás una de las imágenes más explícitas de esta estética es la del “Mapa de Lopo Homem”, de la brasileña Adriana Varejão, un mapamundi atravesado por una gran cicatriz mal suturada, que ha quedado expuesta, salpicando gotas de sangre sobre las antiguas colonias.

En 2023 la Fundación Proa montó una exposición de arte denominada El Dorado. Un territorio donde se recorría nuestra historia, a través del mito. Desde el oro hasta los ajíes. La ruta de la papa, la papa de Víctor Grippo, la batata de Iván Argote y la pieza de Tania Candiani teñida de rojo con tinta de cochinilla. La fotografía de la familia indígena sobre la montaña de papa resulta impactante.

La desertificación se vincula con desplazamientos de grandes masas, sin refugio, asediadas por el hambre y la violencia: El Caribe, el Darién, los Andes, los desiertos mexicanos son testigos de vidas y muertes.

En la literatura surgen obras que experimentan con la tradición como el Libro centroamericano de los muertos de Balam Rodrigo donde, en diálogo con la obra de Bartolomé de las Casas, el poeta trabaja en la relación entre poesía y ensayo, la matanza de centroamericanos emigrados en México. Otro texto híbrido es Instrucciones para cruzar la frontera de Luis Humberto Crosthwaite, entre receta y poema. En Triple Frontera Dreams, Douglas Diegues experimenta con el portuñol, el guaraní y el inglés, para dar cuenta del “olor a incertidumbre” del límite. No se puede dejar de mencionar a Cristina Rivera Garza y su Autobiografía del algodón, donde inscribe la trágica historia del cultivo en el desierto mexicano, aprovechando la obra de José Revueltas. Samanta Schweblin apela al gótico en Distancia de rescate que transforma a los agroquímicos en ominosa amenaza.

Una experiencia estética apasionante es La Compañía de la mexicana Verónica Gerber Bicecci, un libro que parte de los pictogramas de la exposición de Manuel Felguerez La máquina estética y “El huésped” de Amparo Dávila, trasformados en la parte a la parte del libro con fondo blanco y amenazantes figuras negras. Se desdobla en un lado b en negro en el que, a través de 100 fragmentos, se inscribe la crónica de la explotación del mercurio en San Felipe Nuevo Mercurio, un yacimiento que trajo riqueza y muerte. Relata la degradación mediante 100 fragmentos de informes estatales, testimonios, estudios geológicos, químicos, médicos, reportes de periódico. “La Compañía” es la empresa que, de modo misterioso, se traga todo, reduciendo al hombre a un rincón cada vez más pequeño: “Representarás para la Compañía algo así como un mueble que se acostumbra uno a ver en determinado sitio, pero que no causa la menor impresión”. Mapas y fotografías dan cuenta de este pequeño poblado de Zacatecas que devastó una de las industrias de extracción más grandes del hemisferio.

En un mundo complejo, la literatura y el arte pueden generar formas de confrontación de la comunidad consigo misma, proponiendo nuevas formas de articulación de palabras y cosas. Cambia la noción de ficción de los clásicos en los que realidad y ficción se definían como dominios separados. Gabriela Speranza habla de “ficciones errantes” que configuran un atlas portátil.

La instalación “Cóndor” del artista tucumano Marcos Figueroa, armada para la IX Bienal Internacional de Arte Contemporáneo 2016 en Bolivia, muestra un ave que sobrevuela un territorio ficticio nacido de viejos mapas coloniales atravesados por alambres de púas. La obra incluye dos tramas de materialidades opuestas que, al ser activadas por un tercer elemento, generan un proceso de transformación apreciable en el tiempo. El dispositivo une un texto de alambres de púas donde se superponen mapas coloniales y en un segundo texto un velo dorado y flameante suspendido a distancia. Esta obra puede leerse como metáfora interpretativa de un probable trazado imaginario de América.

© LA GACETA

Carmen Perilli – Doctora en Letras, especialista en Literatura latinoamericana.

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