La infinidad de la montaña en un camino que ha sido testigo de la historia grande de nuestro continente, atrae a cientos de turistas que cada año cruzan Los Andes a caballo, emulando al general San Martín para sentir en carne propia una experiencia que cuentan, cambia vidas.
“Yo he hecho muchísimos viajes, conozco gran parte del mundo y creo que no hay nada como el cruce sanmartiniano”. Así lo cuenta el empresario José Bererciatúa quien hizo 10 veces esta travesía que lo ha marcado y le ha enseñado, según él mismo expresa desde Madrid en diálogo con LA GACETA.
“Conozco las seis rutas y hay una sola que es la única que no pude hacer, pero porque no la puede hacer nadie ya que no tiene recorrido, que es la del paso de Guana, en el norte de San Juan”, comenta el hombre que transitó el paso de Comecaballos, en el norte de La Rioja; la ruta del paso de Los Patos, que es la que hizo el general José de San Martín; la ruta de Uspallata, que realizó el general Gregorio Las Heras; la ruta del Portillo que recorrió el general Lemos y la del Planchón que hizo el coronel Ramón Freire.
“La verdad que la experiencia es muy fuerte, porque la inmensidad y la imponencia de la cordillera, hace que uno lo relacione con todos sus temas cotidianos y los desafíos que enfrenta en el día a día”, reflexiona el empresario.
Y en ese sentido detalla: “Por un lado podés valorar lo que es una buena estrategia como la que realizó el General San Martín, para llevarla a la vida personal de cada uno. Te hace reflexionar cómo una buena táctica puede suavizar las debilidades”.
“La persona que lo hace ahora, a 200 años de lo ocurrido, puede aprovechar el viaje para intentar llevarlo a sus temas personales, a la formación de su carácter, y al fortalecimiento de sus proyectos, al ver lo que se consiguió”, añade.
Sobre el recorrido Bererciatúa, además de la belleza del paisaje, recuerda haber atravesado situaciones en los viajes muy fuertes, como tormentas de nieve o de lluvia o momentos de un sol abrazador en algunos de los otros viajes. Aunque no por eso, han dejado de valer la pena.
“Otra cosa que hay que remarcar es la relación con los animales, con los caballos o con las mulas. Son días de muchísima comunión, porque uno depende de ellos y hay que entregarse al animal, dejarse llevar y confiar, porque se atraviesan precipicios muy duros”, relata el hombre.
“Por otro lado hay que remarcar las sensaciones de fraternidad, de ayuda con los otros compañeros de ruta y los momentos de mucha sensibilidad, llanto y alegría que se viven, sque on inexplicables”, agrega José para inmediatamente contar otro punto clave de esta experiencia: “El encuentro con los hermanos chilenos al llegar a la frontera que es un momento de abrazos, de cantar himnos y de mucha emoción”.
Un soldado más
Cinthya María Paz, es tucumana pero hace dos años vive en España junto a su familia. “Hice el cruce sanmartiniano por el Paso de los Patos en 2020, cuando trabajaba en una empresa en la que hubo un concurso para participar de la experiencia, y yo dije tengo que ir”
“Era un sueño que lo tenía hace rato pendiente y superó ampliamente mis expectativas. Yo soy apasionada de los caballos, de la naturaleza, siempre han sido parte de mi vida. Así que poder haber tenido la posibilidad de realizarlo de esa manera fue único”, reseña la mujer.
Mientras que por otro lado, reflexiona: “De la parte histórica conocía solo lo que había estudiado en el colegio, así que también fue aprender un poco más de todo lo que recorrió San Martín, que soy sincera, me ponía la piel de gallina”.
Su recuerdo más fuerte fue en una noche estrellada que se le quedó grabada en las pupilas y el corazón: “podía ver el cerro Mercedario y recuerdo estar con gente que no conocía de antes y de repente compartir tantos días y decir, soy un soldado más”.
“Soy un soldado más de esta historia, ¿qué habrán sentido ellos? ¿Sentirían todo esto lo que siento yo? Porque se me movilizaba desde la cabeza hasta los pies, de adentro para afuera, solo de pensar, ¿habrán estado acá, habrán pasado por este lugar en el que yo estoy sentada? Fue una experiencia muy enriquecedora”, termina su relato.
La última en compartir su experiencia fue Clara, una joven que hizo el viaje recientemente y remarca también el lado emocional de la aventura: “Te a inmensidad, te pone en órbita, te das cuenta de lo que importa y de lo insignificantes que somos”, describe a este diario.
“También está la conexión con la naturaleza, ahí no hay señal, ni distracciones ni ruido de autos. Estas vos, el caballo, tu grupo, el viento y la cordillera. Es algo que depende de cada uno, pero en general creo que te permite entrar en un estado de conciencia y de reflexión que no siempre entra en la rutina”, culmina.