El zapatero, un oficio que sigue vigente en épocas de crisis

El zapatero, un oficio que sigue vigente en épocas de crisis

Dos hermanos artesanos cuentan sobre los desafíos de la profesión y los cambios en medio de las crisis económicas.

Enrique Roldán en su taller de calzado de Simoca.
01 Febrero 2024

Desde que el ser humano aprendió a caminar y a trasladarse, apareció la necesidad de proteger sus pies del frío y la irregularidad del suelo. De esa necesidad nace el oficio del zapatero que desde tiempos remotos, estos hábiles artesanos han dado forma a piezas fundamentales de nuestro vestir, fusionando destreza técnica y creatividad.

Aunque este oficio emblemático ha sido casi olvidado en muchos lugares, se destaca que aún en Argentina, marcada por crisis económicas recurrentes, ha mantenido su relevancia.

Enrique y Marcelo Roldán, de 63 y 50 años, son dos de nueve hermanos simoqueños que comparten la profesión de zapatero y cuentan a LA GACETA los avatares del taller, los desafíos que atraviesan y la versatilidad para adaptarse a los cambios.

El mayor de los hermanos es Enrique, al que todos conocen por “Kike”, que aprendió a coser ropa con su madre costurera y dice que “esa fue la base” para aprender todo lo que ahora sabe sobre calzados. Cuenta que ejerce la profesión hace 40 años pero que la aprendió “de casualidad”. “Yo era telegrafista del Correo Argentino y estudiaba medicina” hasta que un día, “el señor Pirincho Rodríguez”, su suegro en ese entonces, le mostró su fábrica de calzados en calle San Lorenzo de la capital tucumana y comenzó a trabajar ahí porque faltaban empleados.

Kike empezó siendo “aparador”, “así se le llama en la jerga de zapatero al que cose en la máquina”, explica. Con el tiempo pudo independizarse e instaló su propia fábrica en San Martín 922 pero fue mudándose a otras direcciones, hasta retornar a su ciudad natal, Simoca.

Enrique Roldán en su taller de calzado de Simoca.

Cambios en la profesión

Décadas atrás, el oficio del zapatero era más común y vital en la sociedad. La artesanía de confeccionar calzado estaba en auge, con muchos especialistas locales atendiendo las necesidades de la comunidad. La durabilidad de los zapatos y la preferencia por repararlos en lugar de reemplazarlos contribuían a la demanda constante de los servicios de los expertos.

En la actualidad, el contexto ha cambiado notablemente. La industrialización y la producción masiva de los productos han llevado a una disminución en la necesidad de reparación de zapatos e incluso la fabricación personalizada de estos. La cultura de lo descartable ganó terreno, con muchas personas optando por comprar zapatos nuevos en lugar de reparar los que ya tienen. Como resultado, el oficio de los hermanos Roldán experimentó una disminución en la demanda, y se han visto obligados a diversificar sus servicios antes de cerrar sus negocios.

Es una profesión que “reditúa lindo”, comenta Kike, que con el tiempo inculcó sus saberes a su hermano menor, Marcelo, ante la necesidad de ayudar económicamente en la casa de sus padres, pero ahora “se fabrica menos calzado que antes”, expresa.

Marcelo, que tiene la zapatería en Ricardo Balbín 330, explica respecto a la profesión que “socialmente no ha sido muy valorada y es muy vulnerable. La gente prefiere comprar zapatos baratos para desecharlos y no hacerse unos de cuero”. En sus inicios hacía 15 pares por día para todos los estratos sociales, ahora solo algunos elijen pagar un arreglo porque “un calzado nuevo cuesta la tercera parte del sueldo”, argumenta el artesano.

Marcelo Roldán en su local.

Las crisis económicas

La crisis del 2001 “a mí me fundió” porque los materiales para la labor se encarecieron bastante, recuerda el hermano mayor. Respecto a las herramientas que emplea, dice que está “atrasado” con la tecnología más reciente y que no puede aún renovarlas por el costo de las mismas. Una “jirafa” de zapatero es un yunque de hierro indispensable que se ajusta a la mesa de trabajo y cuesta alrededor de $50.000, por ejemplo.

“Con la importación de calzado, la gente prioriza el precio” y la clientela se va restando. Un par de zapatos cuesta $70.000, cambiar unas planta más o menos $20.000, mientras que los arreglos más sencillos rondan los $2.000 y $3.000. “Es un rubro que va desapareciendo”, lamenta el dueño de “Taller de calzado Marcelo”.

A pesar de los desafíos, estos artesanos del calzado han encontrado maneras de adaptarse. Ampliaron sus servicios para incluir la fabricación y reparación de artículos de cuero, como bolsos y cinturones, diversificando su oferta para mantenerse relevantes en un mercado cambiante.

“Para mi es fácil coser, porque me enseño mi madre a hacer camperas y chalecos, también”, enfatiza Kike y enumera también que ambos hermanos fabrican borcegos para clientes policías, zapatos ortopédicos, botas folklóricas y zapatos de danza de forma personalizada.

Enrique, se distiende y habla de su familia. Dice que está acompañado por su “amor eterno”, Liliana, hace más de 30 años y se enorgullece de su trabajo porque tiene “la suerte de ser zapatero”, mientras cuenta de sus últimos clientes que interrumpen la entrevista haciendo consultas.

Por su parte, Marcelo, cuenta que está casado y es padre de tres jóvenes. “No les enseñé el oficio porque preferimos que estudien primero”, comenta a la vez que tiene la esperanza de que el emprendimiento crezca, “este rubro puede incrementarse más”, dijo. “Yo tengo una mesita, un martillo y una ‘jirafa’ y voy a morir así”, finalizó.

Taller de Marcelo en Simoca.

La demanda antes de las clases

En la avenida Belgrano al 200, a metros de la Casa de la Cultura de Simoca, “Kike’s zapatería” recibe innumerables visitas en los meses de febrero y marzo, porque “la demanda aumenta mucho antes de empezar las clases”, informa el dueño. Los padres mandan a arreglar y acondicionar los calzados para los niños y adolescentes, además de sumar el remiendo de mochilas que ha crecido mucho en los últimos años.

Datos de ventas en la industria del calzado

El sector de calzado y marroquinería finalizó el año con un alza de 0,4%, según la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME). Fue el único rubro de los medidos que creció en 2023. Pero en la comparación intermensual, las ventas descendieron 10,3% y tuvo una retracción del 9,1% anual en diciembre. Los comercios lanzaron ofertas, pusieron a la venta el calzado de temporadas, o aplicaron descuentos atractivos por adquirir más de dos unidades. No obstante, los costos alejaron a los clientes, y la venta no formal adquirió mayor relevancia, especialmente durante la temporada navideña.

A nivel local, la titular de la Cámara de Comercio de San Miguel de Tucumán, Gabriela Coronel, informó que a nivel local las ventas cayeron un 27%, pero que en el mes de diciembre “muchos aprovecharon el aguinaldo para adelantar las compras escolares de calzados y mochilas”, Durante el mes de febrero, luego del carnaval, la economía del rubro “se comienza a reactivar”, aclaró.

(Producción Periodística de Belén Castellano)

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