Los primeros días del año suelen representar un momento de autorreflexión. “Borrón y cuenta nueva”, se acostumbra a repetir haciendo referencia a que la gente encuentra en esa época la oportunidad de corregir errores y apuntar a ciertos deseos personales para afrontar el año entrante. A comienzos de 2024, mientras muchos comenzaban a escribir sus próximos sueños, Cynthia Pérez Mac-Gibbon se encargó de concretar el suyo: el 1 de enero logró subirse a la cima del Aconcagua y le puso la frutilla del postre a una carrera de más de trece años.
“Tomé la decisión luego de un largo proceso. No podés ver una foto y decir ‘en un mes la subo’. Hay que estar capacitado desde lo físico y también desde lo mental. Hay gente que está muy bien equipada, que tiene un muy buen estado físico, pero cuando llega ahí y se encuentra con situaciones adversas no resiste y se quiebra”, resalta.
Luego de ascender varias montañas de 6.000 y 6.500 metros de altura, Cynthia consideró que estaba lista para subirse a los 6.962 del Aconcagua, la montaña más alta de América.
Hizo todos los trámites necesarios en febrero del año pasado y se propuso iniciar su travesía el 20 de diciembre.
Eso sí, no fue una tarea sencilla. Se trató de una temporada más difícil de lo común para el andinismo, con temperaturas que excedieron los 35 grados bajo cero y con vientos de más de 100 kilómetros por hora. De esa manera, si bien se había propuesto finalizar la excursión en 10 días, debió extenderla cinco más. “El 25 de diciembre, en el medio de mi ascenso, empezó a cambiar el tiempo. Me quedé estancada varios días a los 4.260 metros, en Plaza de Mulas. El frío y el viento hacían que fuese imposible seguir subiendo”, recuerda la montañista, en lo que según ella, fue el momento más difícil de su expedición.
Además de destacarse como deportista, Cynthia trabaja como contadora independiente y asegura que no puede desligar su profesión de su pasión. Eso la ha llevado a convertirse en una estudiosa de las montañas.
En ese sentido, afirma que antes de cada expedición se encarga de hacer una programación meticulosa del viaje, con análisis y cálculos de lo recorridos, de la logística y de los tiempos estimados. “Me acuerdo que en el momento que se me cambiaron los planes por culpa del clima se me desconfiguró todo. La ecuación estaba con un factor que no estaba alineado. Pero bueno, es el factor que lo pone la montaña. Ahí es cuando uno tiene que manejar su cabeza y su ansiedad; estaban todas las tareas hechas y la montaña dijo que no”, recuerda.
Entre la frustración y la desilusión del momento, Cynthia recalculó. Notó que podía tomarse unos días más, pero que para ello debía pasar las fiestas y su cumpleaños (el 31 de diciembre) en la montaña. “Mi hijo más chico me llenaba de mensajes: ‘te extraño, ‘te quiero’, ‘vos podés mamá’. El hecho de sentirme apoyada por los chicos en fechas tan importantes para todos me llenó aún más de fuerzas”, se sincera la mamá de tres hijos.
De esa manera, gracias a los cálculos de su profesión, al amor de su maternidad y a la pasión por su disciplina, la montañista se recargó de energías y se impulsó a seguir subiendo. “Voy a escalar hasta donde la montaña me lo permita”, se dijo a sí misma, mientras observaba como varios excursionistas descendían del cerro en un intento fallido por alcanzar la cumbre.
Llegando al Refugio Independencia, cerca de los 6.400 metros sobre el nivel del mar, Cynthia tuvo que atravesar nuevamente una situación adversa. Mientras ascendía pasó cerca de un montañista estadounidense que había fallecido dos días atrás. “Fue muy movilizante pasar tan cerca del cuerpo. Estaba con todas mis emociones a flor de piel y toparme con eso fue un quiebre. Es duro, pero me tenía que recomponer y volver a focalizarme”, recuerda respecto a ese difícil momento, cuando aún le quedaban 400 metros por escalar.
Finalmente, ante todos los pronósticos, logró hacer cumbre el 1 de enero.
Sólo 60 personas lo habían conseguido durante esta temporada, entre más de 1.000 que lo habían intentado. “Los últimos metros los hice llorando. Estaba muy emocionada. Cuando llegué, empecé a agradecer a todos. Me acordaba de mis hijos y de mis seres queridos que ya no están. Es un momento muy fuerte;me abrazaba con el primero que se me cruzaba”, hace memoria. Además, describió cómo luce el paisaje desde la cima de América. “La montaña nos permitió disfrutar del resto de las cumbres que la rodean, se ve todo nevado e interminable. Es magnífico, te sentís tan chiquito ahí arriba”, recuerda sonrientemente.
Incluso, luego de haber alcanzado un logro de tanta importancia, la protagonista no pretende bajar los brazos. En un sentido tanto metafórico como literal, el montañismo es una actividad de ascenso, de superación. En ese sentido, la andinista se propuso seguir archivando éxitos.
Este año intentará finalizar su gira por las montañas sagradas de Argentina, con la montaña “El Toro” (San Juan) como su última parada. “Me puse la vara alta este año. Es que, más allá de todo, entendí que las montañas se hicieron para mí un estilo de vida. Cuando flaqueo en lo llano, voy a buscar respuestas en la altura”, reflexiona a modo de conclusión, con la seguridad de alguien que parece haber encontrado su lugar en el mundo. (Producción periodística: Diego Caminos)