Las disciplinas principales que hoy se aplican en el mundo real para el uso de los modelos de I.A. son: visión artificial, procesamiento del lenguaje natural y machine learning. La visión artificial es la capacidad de los ordenadores de procesar imágenes y videos e incluso generar imágenes desde “cero” a fin de asimilar la visión del ser humano. El procesamiento del lenguaje natural (NLP) consiste en la capacidad de un software de entender y producir lenguaje (software con ciertas tecnicas y estrategias, también con flexibilidad para el aprendizaje). Un modelo de uso actual es el Chat GPT4 y otros desarrollos similares.
También existen los modelos predictivos, que en definitiva resultan ser denominados machine learning, y aquí hablamos en realidad de datos puros, de datos en formato numéricos donde no intervienen los sentidos como en los otros casos.
En estas disciplinas se insertan hoy la mayoría de los proyectos de inteligencia artificial o en todos. Comparten una arquitectura común y esto se debe a que todos los modelos de I.A. tienen entradas de datos en diferentes maneras o formas y poseen la capacidad de procesarlos mediante algoritmos, a fin de lograr un Output que genere valor.
La prioridad sobre una legislación más clara y adecuada a estos tiempos disruptivos sería una buena hoja de ruta; la ley 11723 sigue dando ejemplos de protección ante este nuevo paradigma de la I.A., y esta puede realizar controles en cuanto al régimen propiedad intelectual en el ámbito de la I.A.
El “Blueprint for an AI Bill of Rights” es un “Esquema para una Carta de Derechos de la I.A.” emitido por la Casa Blanca en octubre de 2022; se trata de un conjunto de recomendaciones no obligatorias pensado para orientar la elaboración de políticas y procedimientos que resguarden los derechos civiles y fomenten principios democráticos en la creación, implementación y gestión de sistemas automatizados y determina “Evite el uso de datos inadecuados, de baja calidad o irrelevantes y el daño agravado de su reutilización”.
Teniendo en cuenta la base mencionada de creación, y con antecedentes como el sucedido en “Heart on My Sleeve”, una canción popular en redes erróneamente atribuida a Drake y The Weeknd, puesto en acción con la ayuda de la I.A. generativa, donde la disciplina de procesamiento de lenguaje natural hace lo suyo, nos plantea hasta qué punto las creaciones de la I.A. son genuinamente nuevas o simplemente un mosaico de sus datos de entrenamiento.
La imitación de voces es un tema emergente y fascinante en el campo de la inteligencia artificial y la producción musical. La tecnología detrás de la sustitución de voces mediante algoritmos permite a los usuarios transformar su voz en la de otra persona, en este caso, un artista famoso.
El objetivo último desde los inicios de las empresas tecnológicas fue que las máquinas hablen, vean, piensen y escuchen como un ser humano y la normativa actual no parece estar equipada para abordar los matices de la creatividad de la I.A., lo que sugiere la necesidad de nuevas categorías legales que reconozcan la contribución humana y el valor que se le otorga a la autonomía de las máquinas.
De la discusión entre proteger los derechos de autor y fomentar la innovación tecnológica resulta tener en claro, desde mi punto de vista, que el arte humano es irremplazable por una máquina y también se debe equilibrar la protección de los creadores con la promoción de nuevas formas de expresión artística, que sin lugar a dudas resulta más eficiente en ciertos casos. Debería existir un sistema que permita a las I.A. “inspirarse” legalmente en obras existentes sin infringir los derechos de autor.
La I.A. está desafiando nuestra comprensión de la creatividad desde el punto de vista de nuestra identidad. Si una I.A. puede replicar el proceso creativo humano, ¿significa esto que la creatividad puede reducirse a algoritmos y datos? Este debate es tan antiguo como la propia inteligencia artificial y toca la esencia misma de lo que consideramos único y valioso del ingenio humano.
Cautela legislativa
Los legisladores deben ser cautelosos para no sofocar la innovación con regulaciones excesivamente restrictivas. La viabilidad de implementación de estas regulaciones será una prueba crucial de su efectividad.
Aquí se abre un diálogo sobre el futuro del arte y la autoría en la era de la I.A.; Como sociedad debemos reflexionar sobre qué tipo de arte queremos y cómo las regulaciones pueden apoyar un ecosistema en el que tanto los artistas humanos como las inteligencias artificiales puedan prosperar.
Cada uno de estos puntos ofrece una rica veta de exploración para futuros artículos y discusiones. La industria, los legisladores y la comunidad creativa deben colaborar para navegar por estas aguas inexploradas y asegurar que los avances en I.A. no sólo respeten los derechos existentes sino también que fomenten la creatividad y la innovación.
Por Alejandro Urueña Etica e Inteligencia Artificial (IA) - Founder & CEO Clever Hans Arquitectura y Soluciones en Inteligencia Artificial.