El Dibu Milei, la pelota al ángulo y un plan colgado de los piolines

El Dibu Milei, la pelota al ángulo y un plan colgado de los piolines

Por Hugo E.Grimaldi.

Javier Milei. CAPTURA DE VIDEO Javier Milei. CAPTURA DE VIDEO
27 Enero 2024

Javier Milei jugó al fútbol y fue arquero. Más allá de sus dotes atléticas, de mucho nervio en la cancha y de algunas actitudes intolerantes, tal como lo recuerdan amigos y rivales de aquellos tiempos, el actual presidente de la Nación bien podría haber aprovechado toda esa experiencia juvenil para armar una barrera consistente en el caso de los dolores de cabeza que le está dando la Ley Ómnibus (o de la Ley Bases, tal como la definen en la Casa Rosada), su primera experiencia legislativa que, por descomunal e importante, lo está haciendo recular en chancletas.

En el mundo de la política, a casi nadie le gusta ver un titular que diga “marcha atrás” y que muestre como los gobernantes desandan cualquier camino que se hubieran impuesto transitar. Esta vez hubo varios titulares y muchos “en letras de molde”, tal como diría Cristina Fernández. Mucho menos pueden tolerar una descripción de ese calibre quienes creen que el valor político únicamente se demuestra (y se dirime) en las pulseadas de café. La expresidenta actuaba así y Milei no se queda atrás.

En general, a todos los políticos les duelen esos títulos malditos porque ellos creen en el fetiche de la fortaleza (casi siempre impostada) como único camino para construir. Entonces, tratan de mostrar que la responsabilidad del retroceso pasa por otro lado, cuando a veces hay elementos objetivos que muestran más debilidad en la construcción de la estrategia que en el mero hecho de volver a empezar: la creación al vuelo como método es siempre una mala consejera y catalogar a ese tipo de gobernantes como intransigentes o cerrados suena a poco. A fin de cuentas, ellos se juegan a lo que salga y tal desparpajo finalmente le quita sustentabilidad a las ideas, más allá de qué, por no dar el brazo a torcer, terminen radicalizándose.

Para poner las cosas en términos políticos, lo primero que hay que plantear es que el Gobierno ha sufrido en estos días un colapso muy grave en Diputados, pero no en relación a las medidas que pretende llevar a cabo, sino a los modos de proyectar soluciones y de imponer sin negociar, mientras navega bastante a ciegas en el mar de la inexperiencia. Tuvo que retroceder en chancletas y dejó en claro que lo suyo es una suerte de voluntarismo extremo, mucha espontaneidad y nada de planes B.

Lo cierto es que todo el proceso del tiro libre en contra que sufrió el Gobierno terminó con un calamitoso retroceso político que lo ha dejado al Presidente desairado ante el Congreso en general y, peor, peleado con algunos sectores (bloques que buscaban ayudar y sobre todo, gobernadores) quienes querían acompañar algunas razonabilidades de la futura ley, aunque se negaban a convalidar ciertos aspectos demasiado delicados como la suba de las retenciones o la licuación del ingreso de los jubilados, por ejemplo.

La semana que se está cerrando obligó al Presidente a varias situaciones de recule que le terminaron pegando políticamente por debajo de la línea de flotación, en parte por no tener ninguna alternativa de cada uno de los temas que puso sobre la mesa en la Ley con el cartel de “tómelo o déjelo”.

Pues bien, cuando muchos diputados ya cansados del manoseo le dijeron “lo dejamos” no hubo golpe sobre la mesa capaz de cambiar la historia porque al Ejecutivo no le quedaban otra alternativa que cortarse solo.

Ahora, el capítulo fiscal (que a lo mencionado suma el blanqueo, la moratoria y el adelanto de Bienes Personales) ha sido levantado de la futura Ley y dependerá de los artilugios que se puedan hacer en materia de ajuste gambeteando el Congreso, un proceso que será más desgastante en materia de imagen sin la red que le hubiera proporcionado una negociación razonable. Lo fiscal, lo más relevante para seguir camino a la estabilización, la que naturalmente ahora se va a demorar, se ha quedado afuera del paquete para poder sacar el resto, si se consigue. Y con papelón.

El manifiesto derrape del Gobierno ha tenido que ver, en esencia, con la pérdida de una oportunidad clave para demostrarle a quienes no creen que otro modo de gestionar es posible y que si se sigue ese camino los frutos serán apetecibles. La misión no es muy difícil ya que, paradójicamente, los huecos de la herencia kirchnerista le han dejado a La Libertad Avanza el camino bien liso para intentar el avance. Sin embargo, hoy Milei transita una situación precaria o inestable en la que las cosas parecen estar al borde del caos y sostenidas por hilos delgados, lo cual sugiere que la situación es frágil y puede desmoronarse.

En tanto, sectores que no son rupturistas, los mismos que se mantuvieron ajenos al paro y al acto opositor que hicieron la CGT, con La Cámpora, el massismo y la izquierda, dicen que están dispuestos a ayudar (Miguel Pichetto habla de “coalición”), pero el Presidente se muestra inflexible para no consentir en que ha dado “marcha atrás” o sea que recibió un gol en el ángulo. Ya se sabe que la intransigencia, como fruto de la improvisación, paradójicamente obliga a los políticos de esa raza a redoblar la apuesta con mayor radicalización y más que dar marcha atrás es probable que comience a navegar en círculos. Probablemente, cuando quiera retomar el rumbo el costo será aún mayor para todos.

Lo que también se puede presumir es que Milei aún no ha tomado conciencia de que él es el Presidente y que no puede operar un país con el desparpajo de una estudiantina, donde un grupo de amigos se divierte armando algo novedoso sin tomar ninguna cobertura de riesgo, la barrera del ejemplo futbolístico.

Casi con el estilo obsesivo de Marcelo Bielsa, el Programa que Carlos Melconian y su equipo elaboraron para la Fundación Mediterránea, que iba a adoptar Patricia Bullrich, era demasiado puntilloso para explicar qué hacer si pasa tal o cual cosa, por ejemplo en un tiro libre, Cada movida tenía varias alternativas programadas y elementos para contrarrestar la jugada del rival. Lo notable es que, en este caso, Milei se ha quedado del otro lado de la planificación, ya que no pudo o no supo esgrimir ni una sola alternativa que le impidiera el gol a los contrarios. Cero de trabajo en la semana: pura improvisación.

Igualmente, más por sus ideas que por las formas, dicen las encuestas que el Presidente algo ha declinado pero que sigue teniendo crédito, aunque en la ocasión parece haberse olvidado de cómo se arma el vallado de protección si el Plan A sale mal y qué hacer si le meten un gol tras otro, algo que, en este caso, no depende del todo de su mayor o menor gusto personal, ya debería tener presente que arriba del ómnibus hay 46 millones de personas.

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