Comer en una plaza, es decir, al aire libre, es exponerse a la mirada de cuanto personaje pase circulando, más allá de sus buenas o malas intenciones. Me parece ridículo que pudiendo hacerlo con total privacidad y seguridad en un salón especialmente acondicionado, alguien opte por hacerlo a la vista de todos provocando quizás, el disgusto de conocidos y/o desconocidos. El acto de alimentarse debería ser de naturaleza privada, no pública. Según lo que se consuma, puede provocar malestar, especialmente en un desconocido transeúnte. Más allá del aire con tierra y gérmenes que se respire o trague en la calle o paseo público, exponerse a la mirada del desconocido viandante es un acto de imprudencia. Una mala costumbre que no se puede fomentar, ni practicar. La alimentación personal debería mantenerse en total privacidad: en el hogar, o comedores cerrados debidamente acondicionados. No en plazas ni calles, dado el peligro de arrebato y hasta “envidia” que puede implicar. Y muy especialmente en esta época de hambruna popular. Por ello, pienso que la Municipalidad tiene razón al prohibir el uso de los paseos públicos para tal fin.
Darío Albornoz
lisdaralbornoz1@gmail.com