Hay un dicho popular que dice que hay que “ponerle sal a la vida” e invita al disfrute del día a día. Sin embargo esto nunca debería tomarse de manera literal ya que para poder vivir más plenamente, expertos de varias ramas de la salud recomiendan reducir el consumo de sal con una importante aclaración: aún así se puede comer rico, sano y sabroso.
Es que llevar una alimentación saludable para evitar enfermedades y mejorar la calidad de vida no debería ser sinónimo de ingerir platos desabridos y tristes a la vista (y al paladar) de los comensales. Así lo afirma la licenciada en nutrición Florencia Santillán, que en diálogo con LA GACETA, dejó recomendaciones para cambiar de hábito paso a paso.
Consumo inteligente
“El consumo de sal en nuestro país es muy elevado: la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda consumir cinco gramos por día, estamos superando esa cantidad y duplicando lo recomendado. Esto también se debe a que consumimos sodio oculto presente en bebidas, alimentos ultraprocesados y con el agregado de la sal de mesa”, explicó, para empezar, la profesional.
Y en ese sentido remarcó la existencia de un aliado que se puede tener en cuenta para empezar a llevar un mejor control de nuestros consumos. “Actualmente la ley de etiquetado frontal nos informa los excesos de nutrientes críticos, entre ellos el sodio, y esto nos sirve a la hora de comprar para ser consumidores inteligentes”, destacó.
Otras estrategias son la de evitar llevar el salero a la mesa; no agregar sal a la cocción sino hasta el final y preferir alimentos naturales o mínimamente procesados. “Además se pueden utilizar condimentos aromáticos y especias como reemplazo. Por ejemplo: jugo de limón; vinagre; cúrcuma; azafrán; cebolla; ajo; ají molido; albahaca; nuez moscada; orégano; perejil; pimienta; romero; tomillo, entre otros”, enumeró la nutricionista.
Otro punto clave es conocer que sí es posible acostumbrar al paladar e ir deshabituándolo del sabor salado. “Solo es cuestión de ir disminuyendo la sal de a poco para poder disfrutar de esa forma del sabor natural de los alimentos, además de cuidar la salud”, destacó Santillán.
Y en ese sentido, afirmó: “Disminuir el consumo es beneficioso para cuidar el corazón, mantener estables los niveles de presión arterial y prevenir o evitar complicaciones en pacientes con enfermedades crónicas no transmisibles”.
“Es importante adoptar hábitos saludables, realizar actividad física regularmente y tener un buen descanso. Siempre debemos tratar de mejorar nuestra calidad de vida tomando decisiones inteligentes”, agregó.
Lo malo es el exceso
Rodrigo De Rosa es médico con formación clínica, cardiología e investigación, por lo que sumó su experiencia para hablar del tema, dar consejos y puntualizar: “la sal no es mala, pero su consumo excesivo, sí”.
“La Organización Panamericana de la Salud, junto a la OMS, se pusieron de acuerdo en un plan para que en 2030 se reduzca el consumo de sal a cinco gramos diarios. Es decir una cucharadita de té o café, dividiéndola mitad a la mañana y mitad a la tarde”, indicó.
Los organismos internacionales siguen con mucho interés este tema por una razón poderosa: el 40% de las enfermedades del corazón y de los accidentes cerebro vasculares, se ven empeoradas por este consumo excesivo de la sal. Si el objetivo se logra, se va a mejorar un porcentaje importante de las enfermedades graves cardíacas que más se sufren en todo el mundo, lo que redunda tanto en mejor estado sanitario general y ahorro en los costos médicos.
“La sal que nosotros consumimos y tiene sodio puntualmente, no es mala pero su exceso sí ya que puede producir: hipertensión arterial, insuficiencia cardíaca, derrame cerebral o accidente cardiovascular, insuficiencia renal, daño cerebral y cálculos renales. Además, estudios actuales han demostrado que está relacionado con el cáncer de estómago, entre otras y para colmo empeora enfermedades de base”, añadió el especialista.
Una clave a tener en cuenta es que no se debe esperar síntomas o señales que indiquen que tenemos un mal hábito, porque muchas veces el cuerpo no las da. “Una de las mayores enfermedades que es la hipertensión arterial, es conocida como la enfermedad silenciosa. Uno no la siente, no la padece, no tiene otra forma de enterarse más que tomarse la presión todos los días, por lo que la descubrimos tarde”, comentó.
En ese sentido, especificó: “cuando tengo insuficiencia cardíaca y como sal en exceso, el cuerpo sí da señales, por ejemplo, empeora la falta de aire o el cansancio. Lo mismo sucede con las enfermedades renales. Se siente más fatiga y se produce menos orina”.
Paulatinamente
“Si se suspende el consumo de sal como estamos acostumbrados, nos va a parecer desagradable la comida ya que a las papilas gustativas le lleva 30 días adecuarse a los alimentos sin sal o con reducción de su agregado. Pasado ese lapso de adecuación se comienza a sentir mejor sabor”, contó De Rosa para quienes estén pensando en un cambio radical en sus hábitos alimenticios.
En tanto, como recomendación añadió: “En los niños está bien permitir el consumo de sal, porque en la Argentina esta yodada, entonces previene un grupo de patologías. Sin embargo los adultos podemos suspenderla sin ningún riesgo”.
Pero para aquellos que buscan ir de a poco con las modificaciones en la alimentación o quienes busquen otra alternativa, De Rosa cierra su diálogo con esta recomendación: “hay un tipo de sal que se presenta como ‘light’, pero no tiene menos calorías. Lo que tiene es el 66% menos de sodio”. “Lo mejor son las sales potásicas, las sales saborizadas, con especias, con limón. Por lo que a mis pacientes, yo les aconsejo que a su sal habitual se la puede cambiar por una de ellas y luego de un mes, suspender por completo el consumo”, concluyó.
(Producción periodística: Arianne Armas)