Más incómodo que billete de Alberdi…

Más incómodo que billete de Alberdi…

Más incómodo que billete de Alberdi…

En noviembre de 2022, invitado por la Fundación Federalismo y Libertad, visitó esta provincia el ex presidente de Paraguay Federico Franco. En una entrevista, el ex periodista manifestó la particular emoción que le provocaba estar en Tucumán. Hacía mucho tiempo que quería conocer la tierra donde había nacido Juan Bautista Alberdi. El ex jefe de Estado recalcó que el tucumano era uno de los próceres argentinos más reconocidos, y probablemente el más querido por la nación paraguaya. ¿La razón? Su prédica irreductible contra la “Guerra Grande”, que es como en el hermano país llaman a la Guerra de la Triple Alianza. La conflagración, aquí conocida como “Guerra del Paraguay”, estalló a mediados de la década de 1860: tropas de Brasil, Argentina y Uruguay se enfrentaron contra las de Paraguay, país que sufrió escarnios y masacres todavía incalculables.

Alberdi denunció incansablemente ese horror: lo llamó “Guerra de la Triple Infamia”. Y le dedicó uno de sus ensayos más recordados: “El crimen de la guerra”. No puede justificarse ninguna guerra, mucho menos en nombre de que es “justa”, porque tal cosa implicaría concebir la entelequia de un “crimen justo”. La estatura moral del comprovinciano nacido el 29 de agosto de 1810 es impar.

Ese es el calibre de Alberdi en nuestra región. Él es uno de los pensadores más influyentes, más lúcidos y más comprometidos del siglo XIX. Ahora, el Gobierno argentino le hará un homenaje merecido. La semana pasada, el Banco Central confirmó que este año emitirá un billete de 20.000 pesos: será el de mayor denominación y lo ilustrará un retrato del ilustre tucumano. No es una cuestión menor: del décimo aniversario de Federalismo y Libertad participó también Álvaro Uribe, el ex presidente de Colombia, donde el billete de mayor denominación lleva la figura de Gabriel García Márquez, el inagotable autor de “Cien años de Soledad”, que le dio el Nobel de Literatura a su país. Alberdi, a los argentinos, nos dio la Constitución. Es decir, nos legó la forma de la patria.

Que el BCRA decida acuñar una moneda genuinamente alberdiana, a la vez que un acto de estricta justicia histórica, representa una doble incomodidad para Tucumán. En primer lugar, una incomodidad material derivada del diseño del billete: la ilustración principal del reverso, se informó oficialmente, será “la recreación de la casa natal del abogado, diplomático, economista, escritor, filósofo, periodista y político”. Esa casa ya no existe. Dicho con un ejemplo: cuando el ex presidente Franco pidió ir a conocer la casa donde nació el inspirador del contrato social argentino, le explicaron que a lo sumo le podían invitar una pizza grande de muzzarella.

Una para todos

En la esquina de 25 de Mayo y 24 de Septiembre, frente a la plaza Independencia, hay una casa de comidas en donde originalmente estuvo el hogar del más notable de los tucumanos. Ya sólo una placa da testimonio de ello. Curiosamente, es más pequeña que la del edificio de la avenida Carnot, en París, donde su vida se apagaría. “En esta casa vivió sus últimos días Juan Bautista Alberdi, precursor del pensamiento democrático de Argentina e inspirador de su Constitución. Homenaje del pueblo y del gobierno de su país en conmemoración del centenario de su muerte. 19 de junio de 1984”, se lee -en francés- en el mármol que fotografió la constitucionalista tucumana Gilda Pedicone de Valls, quien proyecta escribir un libro sobre los momentos finales del autor de “El gigante Amapolas y sus formidables enemigos”. Otra vez, la Nación evoca la figura de Alberdi, inclusive en el extranjero, con mayor énfasis que la que pone el Estado tucumano para recordarlo en su tierra.

José Guillermo Godoy, el presidente de Federalismo y Libertad, recuerda justamente que Franco, en la audiencia con las autoridades provinciales, reprochó que no se haya conservado la casa natal del prócer y que, como agravante, fuese tan exigua la placa que había en el lugar. También recriminó que la calle Alberdi de San Miguel de Tucumán (la cual pidió recorrer casi como premio consuelo) no fuese una de vías principales de la Capital de la provincia, sino tan sólo una arteria de barrio Sur.

Por estos primeros días de 2024, para mayor ingratitud, hasta la Biblioteca Alberdi, a una cuadra y media de donde nació el autor de “De la anarquía y sus causas principales”, está clausurada. Lo que se preserva de Alberdi son sus restos: su tumba está en Casa de Gobierno. Casi una cruel ironía…

Precisamente, la segunda incomodidad que provoca el reconocimiento que el Gobierno central hace del mayor estadista de la historia de Tucumán y del país ya no es material, sino espiritual. Una incomodidad de conciencia. ¿Por qué hay tanto empeño en no recordar a Alberdi en su provincia?

Una probable respuesta la da el propio Alberdi cuando, retóricamente, confesó sus “grandes crímenes infantes”. Al enumerarlos explicitó que había escrito, para su país, una “Constitución de libertad”. En verdad, es culpable de ello. Como se ha avisado ya en otras oportunidades, Alberdi advierte que la democracia reside en la soberanía del pueblo y que en nombre de esa soberanía puede haber gobierno “de uno, de varios o de muchas”. Así que en el artículo 1° consagra la forma que tendrá la soberanía popular en estas tierras: representativa, republicana y federal.

Ese mismo sistema debe replicarse en las provincias, también mediante constituciones escritas, y la Nación respetará su autonomía si observan esos principios, además de estructurar un régimen municipal, la administración de justicia, y garantizar la educación primaria (artículo 5°).

Todo argentino goza de los derechos de trabajar y ejercer toda industria lícita; de navegar y comerciar; de peticionar a las autoridades; de entrar, permanecer, transitar y salir del territorio argentino; de publicar sus ideas por la prensa sin censura previa; de usar y disponer de su propiedad; de asociarse con fines útiles; de profesar libremente su culto; de enseñar y aprender (artículo 14°).

En la Argentina no hay esclavos (artículo 15°) a partir de la Constitución inspirada por Alberdi y sancionada en 1853. Es decir, abolimos la esclavitud una década antes que Estados Unidos. A la par, no se admiten aquí prerrogativas de sangre ni títulos de nobleza, porque todos los habitantes de este suelo son iguales ante la ley (artículo 16°). El único requisito que el tucumano propuso para el ejercicio de un cargo público fue nada más (y nada menos) que la idoneidad.

La propiedad privada es inviolable (artículo 17°), al igual que el domicilio, la correspondencia y los papeles privados (artículo 18°). Ningún argentino puede ser penado sin un juicio previo, fundado en una ley anterior. Es inviolable, también, su derecho a gozar de una defensa.

Las acciones privadas de los hombres están exentas de la autoridad judicial, si no afectan la moral pública ni perjudican a terceros (artículo 19°). Ningún compatriota puede ser obliga a hacer lo que la ley no manda ni puede ser privado hacer lo que la ley no prohíbe.

La Constitución es suprema: ninguno de sus principios, garantías y derechos puede ser alterado por las leyes (artículo 28°). Y todo argentino debe armarse en defensa de la patria y de su Carta Magna (artículo 21°). Eso sí: el pueblo no gobierna ni delibera sino a través de sus representantes: toda fuerza armada que se atribuya los derechos del pueblo comete sedición (artículo 22°).

Todo para uno

A despecho del imperativo histórico que supone ser la cuna de Alberdi (también escribió “Elementos de derecho público provincial para la República Argentina”) y de la Declaración de la Independencia de 1816, la Carta Magna vigente en Tucumán es, casi, una anticonstitución. Su texto actual, reformado en 2006, está concebido para desequilibrar la república. Los constituyentes fijaron que el Poder Judicial, objetivamente, no es igual al poder político: para remover a un vocal de la Corte mediante un juicio político se necesitan menos votos que para destituir al gobernador o al vice.

Diseñaron una Carta Magna para que la administración de justicia consista en interpretar no el Derecho, sino la conveniencia de la Casa de Gobierno y de la Legislatura. El texto de 2006 pautó que el organismo para seleccionar jueces (Consejo Asesor de la Magistratura) sería conformado en la órbita del Poder Ejecutivo, al que se le delegaba el diseño. En el otro extremo, el órgano encargado de deponer magistrados (Jurado de Enjuiciamiento) no preveía la integración de opositores.

Consagraron una Ley Fundamental para que el Legislativo fuera una estructura accesoria en la república. Establecieron que los DNU quedaban firmes si no recibían tratamiento parlamentario a los 10 días. Es decir, para que haya leyes sólo se necesitaría mantener cerrada la Cámara.

Como si no bastase, crearon la antimateria constitucional. Los principios, garantías y derechos establecidos por la Ley Fundamental de los tucumanos sí iban a poder ser alterados por las leyes. Mediante un sistema de “enmienda legislativa”, la Legislatura quedaba facultada para dictar normas que, aprobadas con una mayoría especial, modificasen el texto de la Constitución Provincial.

Ni siquiera se salvó la democracia. A la voluntad del pueblo en las urnas la controlaría una Junta Electoral Provincial única en la Argentina: tendría mayoría de miembros del poder político.

Todos estos atropellos fueron declarados inconstitucionales en diversas instancias judiciales. Léase, en la provincia donde nació el autor de “La generación presente a la faz de la generación pasada” hay una Constitución estragada de inconstitucionalidades.

Pero no todo fue subsanado. Todavía está vigente el sistema de sometimiento y desfinanciación que reemplaza al régimen municipal. El artículo 135 dice, en su inciso 3, que los fondos de coparticipación nacional y provincial serán asignados con una lógica “equitativa y solidaria”. Pero las intendencias opositoras recibieron una negativa rotunda a cualquier posibilidad de reformar la vetusta ley de coparticipación provincial. Para rematar, el inciso 4 dispone que el impuesto de patentamiento y transferencia de automotores, en realidad, será administrado por la Provincia.

En la tierra del autor de “Predicar en desiertos”, diseñaron una instrumento de sometimiento para que la soberanía popular derivara en el gobierno de uno solo. Por eso no dejaron vestigios del lugar donde nació Alberdi. De milagro no devolvieron sus restos al cementerio de la Recoleta…

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