“Fortaleza, hijitos... ¡suerte!”, dice una anciana a militares que patrullan un populoso barrio del sur de Quito bajo la orden presidencial de doblegar a las bandas del narco que siembran terror en Ecuador.
“Dios les bendiga, les tenga con vida, con salud”, grita con voz entrecortada Luz Cumbicos, de 87 años. La mujer estaba en el patio de su casa cosechando coles, pero cuando escuchó la presencia de una veintena de soldados salió apresurada a la calle para saludarles agitando su mano en alto.
Unos corren a abrazarlos, otros les lanzan besos o les ofrecen comida, y algunos observan temerosos tras las rendijas de sus casas, en medio de operaciones observadas bajo lupa por la ONU.
Luego de que el mandatario Daniel Noboa declarara al país en “conflicto armado interno” el martes, 22.400 militares fueron desplegados en todo el país.
Un equipo de la AFP acompañó a un escuadrón en Quito que se movilizaba equipado para una guerra: fusiles, cascos, chalecos y rostros cubiertos.
A bordo de un camión color verde oliva, el grupo de uniformados especialistas en combate en selva ascienden hasta la barriada Lucha de los Pobres, un concurrido sector asentado en lo alto de una cima del lado oriental de Quito, que creció de forma descontrolada.
Con máscaras de calaveras y pasamontañas, los militares llegan de sorpresa y montan retenes donde requisan personas de arriba a abajo, escudriñan autos y revisan documentos de identidad.
Ante la ola violenta, la ONU pidió al gobierno una respuesta “proporcionada” y respetuosa de los derechos humanos.
Tatuajes
Los comandos Tigre y Jaguar cachean a quienes pasan con actitud sospechosa por el puesto de control.
“No tiene traza de inocente”, dice uno de los militares tapado con un pasamontañas luego de requisar a un joven de tatuajes en el cuerpo.
Miembros de las agrupaciones criminales como Lobos y Tiguerones se marcan con tinta indeleble los símbolos de las bandas como signo de lealtad.
Jóvenes denuncian el estigma que cargan los amantes de los tatuajes y se dicen atemorizados de caer en un control militar.
Puntos “calientes”
En un escenario tenso, un militar con máscara de calavera vigila un taller de neumáticos, protegiendo a sus colegas en el retén. Los comandos avanzan hacia otro punto crítico en un camión, recibiendo el aliento del conductor. Recorren las calles a pie, descendiendo por pasajes descuidados, donde la hierba conquista el cemento. Una hija de Luz Cumbicos les entrega bananos, mientras la anciana menciona el “hambrecita”. Tras la declaración del presidente contra bandas mafiosas, la violencia deja un saldo de 18 muertos en seis días, generando caos en cárceles, retenciones de guardias y secuestros de policías. Isabel Camacho, de 83 años, lamenta la violencia que obligó a cerrar el taller de su hija: “A los que causan mucho daño, mejor que los eliminen”.