Los miles de metros tuvieron varios dueños en El Cadillal

Para llegar a los 151.000 metros en el “II Desafío Nacional de Nado en Aguas Abiertas” que se celebró en el espejo de agua del dique Celestino Gelsi de El Cadillal, hubo aporte de 37 nadadores. Tucumán, La Pampa, Chubut, Tierra del Fuego, La Rioja, Salta, Jujuy, Santiago del Estero, Catamarca, Santa Fe y Córdoba estuvieron representadas. La meta de la organización conjunta de La Escuela de Natación Las Focas y Titanium Salud y Deporte, coordinada por Pablo Palacios, fue demostrar que la natación, específicamente la de aguas abiertas, es apta para todos. Solo hay que estar dispuestos a internarse en la inmensidad de un dique o lago. El mar es otra opción. Ganas es lo que no puede faltar.

La aclaración viene porque María Guadalupe García Villanueva y Pablo Alberto Britez marcaron que ése, el de la voluntad, es el único requisito. Ella diagnosticada con mielomeningocele, él luego de sufrir un accidente que le dejó una lesión medular, tienen complicaciones para mover sus piernas.

La profesora de Educación Especial de 24 años se desplaza con bastones canadienses. “Me cuesta mantener el equilibrio, subir escaleras, mover ciertas partes de mi cuerpo, caminar mucho y realizar rutinas del hogar”, detalló. Pero nada le impidió aportar los 1.000 metros que se propuso completar en el Desafío. Los completó en menos de una hora.

El cabo de Gendarmería Nacional, por su parte, contribuyó con 2.000 metros. “Yo mismo me subestimé”, reconoció el nadador de 32 años. Lo que pasa es que fue muy escéptico cuando quedó inmovilizado de la cintura para abajo. “Con el ‘profe’ le buscamos la vuelta”, comentó mientras Oscar Barros, su entrenador de la escuela Los Cocodrilos, seguía atentamente su relato. ¿Cómo le encontraron la vuelta? “Uso una calza de neoprene y me ato las piernas para que no vayan sueltas moviéndose para todos lados y unas rodilleras que evitan que se flexionen. No al 100%, pero me ayuda”, explicó Britez. Aunque suene escasa su experiencia de un año en la práctica de la natación en aguas abiertas, el hombre no dudó. “Si a alguno le falta una pierna o un brazo, le puede encontrar la vuelta tranquilamente”, insistió.

La nadadora que forma parte del plantel de Las Focas, hizo el Desafío sin utilizar ningún implemento, más que el torpedo, el accesorio obligatorio de color naranja intenso que ayuda a la flotación. “Suelo usar un pullboy, pero no lo extrañé tanto”, reconoció la dama que utiliza el flotador que va entre las piernas y contribuye a sostener la cadera.

Prestarle atención al modo en el que ellos nadan le sirve a todos. A quienes tienen una discapacidad, como a los que no. Nadar, para algunas personas, es una actividad que hasta la ubican en el listado de deseos pendientes antes de morir, así de trascendental. Al contemplar su nado, esa visión se modifica y los complejos desaparecen. Sus piernas son casi indomables, sí, pero se armonizan con los movimientos que pueden ejecutar de la cintura para arriba. Así le dieron a sus cuerpos la dirección precisa para sortear las cuatro boyas amarillas dispuestas en forma de rombo en el trazado demarcado en el Yacht Club. “Trabajo mucho la parte superior. Lo puedo hacer, pero me falta más práctica”, analizó la nadadora.

Britez dio su explicación coincidiendo con el grado de dificultad que planteó García Villanueva, pero le sumó algo más. “Me gustaría que la gente se motive. Muchos están encerrados en sus casas, pensando qué hacer. Les digo por experiencia porque a mí me pasó: salgan, busquen la vuelta que se puede seguir. Más si se tiene una familia como yo la tengo y se encuentra al profesional correcto. Todo es posible”, arengó Britez.