Rugby: se cumplen 50 años de la histórica gira de Lawn Tennis al Caribe
Si bien la era dorada del rugby tucumano comenzó en la década del 80, ese proceso comenzó a gestarse mucho antes, y un hito importante en la construcción de esa unidad que cimentó las bases de la Naranja tuvo lugar en los 70, más precisamente en enero de 1974: la gira de Lawn Tennis por el Caribe, de la cual en unos días se cumplirán 50 años.
Animados por su condición de campeones del Anual del 73 (título que compartieron con Universitario), los “Benjamines” decidieron lanzarse en aventura hacia lo desconocido. Antes de ellos, sólo Universitario y Natación habían cruzado las fronteras hacia países limítrofes, pero esto ya era una expedición de otro calibre: por delante había casi 40 días de viaje por algunos países de los que no sabían prácticamente nada, como Guyana o Trinidad y Tobago.
Organizar el viaje fue un enorme ingeniería de logística, de la que se encargó principalmente Rodolfo Dagum (presidente de la delegación), con la ayuda de Gregorio García Biagosch. Si hoy puede resultar estresante armar una gira, cuánto más lo era hace 50 años, cuando no había mails ni plataformas online para reservar pasajes y hospedajes, entre muchas otras cuestiones. “Era todo por teléfono y correspondencia. ‘Rody’ trabajaba en una empresa en la que tenía acceso a lo más novedoso de la comunicación”, cuenta “Goyo” García Biagosch, quien se desempeñó como manager.
“Fue una lógística infernal. Hoy lo hacés todo en un ratito por internet, pero en ese momento todo lo tenías que articular vos. ‘Rody’ se pasaba horas y horas armando todo una y otra vez, buscando la forma de que no chocaran los horarios y esas cosas”, corrobora Pablo Kantarovsky, otro de los viajantes de la gira, quien también había participado del viaje de Universitario a Montevideo, como invitado.
La gira al Caribe también tuvo jugadores invitados de otros clubes, como Julio Bach (Tucumán Rugby), Manuel Galindo (Universitario) y Alfredo Terraf (Los Tarcos), entre otros. “Sentimos que íbamos a representar al rugby tucumano, así que invitamos a algunos amigos de otros clubes, que eran buenos jugadores y buenas personas. Fue como abrir el vínculo con los otros clubes más allá de los partidos de los fines de semana”, fundamenta Kantarovsky. Y es que esa camada campeona de Lawn Tennis ya de por sí tenía un entrenador de otro club, el recordado Orlando “Piquillo” Guzmán, de Universitario. “Es la gira más importante del deporte tucumano de los últimos años. Y para el rugby es un espaldarazo por la difusión que tiene en nuestro provincia”, había calificado Guzmán entrevistado por LA GACETA poco antes de partir.
Encabezada por Dagum, García Biagosch, Guzmán y Luis Argüello (presidente de Lawn Tennis), la delegación se conformó con los siguientes jugadores: Eduardo Lagarrigue (capitán), Héctor Cabrera, Juan Monterrubio, Daniel Monterrubio, Oscar Maxud, José Vidal, Pablo Kantarovsky, César Martínez, Luis Argüello, Rafael López Isla, Jorge Chavanne y Andrés Chavanne, Gustavo Carrasco, Jorge Rocchia Ferro, Julio Bach, Manuel Galindo, Luis Avellaneda, Joaquín Corbalán, Jorge Muñoz, César Rodríguez Prado y Rafael Rodríguez Prado, Jorge Fanjul, Miguel Ortega, Alfredo Terraf, Carlos Mines, Pedro Veglia, Juan Rojas, Mario Barcellona, Alberto García Biagosch y Marcelo Boero.
La delegación partió hacia Buenos Aires el 14 de enero, y tres días más tarde despegó desde Ezeiza con rumbo a Venezuela.
Todos menos uno
El primer partido de la gira estaba previsto para el 19 de enero en Trinidad y Tobago, frente al combinado Trinidad Northern. La primera sorpresa al llegar a la isla no fue por los paisajes ni por la cantidad de ron punch que se bebía allí, sino por advertir que les faltaba uno: se habían olvidado al “Loco” Ferro en Venezuela. “Pasa que se quedó dormido en el hotel y no fue con nosotros al aeropuerto. Después se tomó otro avión y llegó, pero como no entendía el inglés que hablaban en Trinidad y Tobago, se paró en una silla y empezó a gritar help, help (ayuda, ayuda, en inglés), hasta encontrar alguien que hablara español”, cuenta “Manolo” Galindo, quien se subió por primera vez a un avión en aquella gira. “Es que era todo muy novedoso, ninguno había hecho un viaje semejante. Si hasta nos habían dado una charla sobre qué cosas teníamos que llevar, cuántas mudas de ropa, preparación física y demás”, cuenta.
Lawn Tennis jugó tres partidos en Trinidad y Tobago: le ganó los dos a Trinidad Northern (26-14 y 17-0), y cayó 17-15 en el restante a manos del seleccionado nacional. A partir de allí surgió una amistad que derivó en la visita de los trinitenses a Tucumán al año siguiente (1975) para jugar una revancha, en lo que sería la primera victoria internacional del seleccionado tucumano.
Destinos exóticos
La gira continuó en Guyana, donde Lawn Tennis venció 24-6 al club Hornets y 10-6 al seleccionado nacional. “No nos dejaban salir solos a la calle por lo peligroso que era. Si queríamos salir, teníamos que avisar y venía un patrullero al lado nuestro. Era todo muy exótico, y creo que eso hizo que el grupo estuviera más unido”, opina Kantarosvky.
Las siguientes paradas fueron Jamaica y Bahamas. En la primera, Lawn Tennis perdió 16-14 ante el seleccionado nacional en un partido muy áspero y, según cuentan, de mucha animosidad por parte de los locales. Más tranquilo fue el paso por Nassau, en Bahamas, donde los jugadores pernoctaron en casas de familia. Ello les permitió conocer más de cerca el modo de vida de los locales y dio pie a vivencias diferentes. Deportivamente, el saldo fue un triunfo por 39-6 sobre Free Port y una ajustada derrota por 9-7 a manos del seleccionado bahameño. “Había un buen nivel. Muchos ingleses vivían ahí y sabían jugar bien al rugby”, describe Kantarosvky.
Por un puñado de dólares
La última parada antes del retorno fue Miami. Si bien no había ningún partido programado, varias de las mejores anécdotas ocurrieron allí. Por ejemplo, en la pileta del famoso hotel Shelborne. A esa altura del viaje, los recursos escaseaban y había que darse maña. “Con algunos nos tirábamos del trampolín de la pileta haciendo piruetas, y el ‘Loco’ Ferro pasaba la gorra a los huéspedes del hotel, porque ya estábamos cortos de plata”, recuerda Terraf.
Otra forma de recaudar unos dólares fue gracias a Carlos Monzón y su aplastante victoria sobre el cubano-mexicano José “Mantequilla” Nápoles. “Estábamos viendo la pelea en directo en una especie de cine, y había unos mexicanos. Ellos nos propusieron hacer una apuesta, a ver quién ganaba. Yo puse los últimos tres dólares que me quedaban. Al final, Monzón lo reventó a Nápoles, así que me quedé con seis dólares. Y en el aeropuerto, me alcanzó justo para comprarle un buen whisky a mi tío, que me había regalado 100 dólares para el viaje, era una fortuna. Volví sin un centavo, pero pude comprarle ese regalo a mi tío gracias a Monzón”, recuerda “Fredy” Terraf.
Rocchia Ferro, uno de los personajes más pintorescos de aquella gira, la considera fundamental para todo lo que vino después: “no sólo había grandes jugadores, sino también grandes personas. Lo que rescato era la camaradería, nos hicimos todos muy amigos, pese a que éramos muchos de distintos clubes. Y esa amistad perdura hasta el día de hoy. Eso fue lo que lo hizo grande al rugby de Tucumán”.