El huracán Messi: The Best, Balón de Oro y revolución en Miami

El huracán Messi: The Best, Balón de Oro y revolución en Miami

En 2023, “Leo” cosechó los frutos de su actuación en Qatar y tras su llegada a la MLS rompió récords deportivos y de audiencia.

OTRO MÁS PARA LA COLECCIÓN. No podía ser de otro modo con el título mundial a cuestas: Messi conquistó el octavo Balón de Oro. REUTERS OTRO MÁS PARA LA COLECCIÓN. No podía ser de otro modo con el título mundial a cuestas: Messi conquistó el octavo Balón de Oro. REUTERS

Después de aquellas imágenes finales de 2022, con Lionel Messi levantando la Copa del Mundo en Qatar y entregándola a los argentinos en Buenos Aires, a 2023 no le quedaba mucho margen para ser otra cosa que una escena poscréditos en la increíble vida del capitán de la Selección, al más puro estilo de las películas de Marvel. ¿Qué más podía esperarse, si después de llegar a la cima del mundo no existe otra posibilidad que ir hacia abajo? Seamos sinceros: aunque todos queremos que siga jugando por muchos años más, hasta que no le den las piernas, en el fondo sabemos que un final con más poesía que ese ya no va a tener.

Por suerte, “Leo” sabe reinventarse. Y por eso, este año que hoy se termina no fue simplemente una cosecha de reconocimientos por lo hecho en el ya lejano Mundial de Qatar. Al contrario: fue la inauguración de un nuevo Messi, igual de competitivo que siempre, pero más feliz y reflexivo después de haberse sacado esa pesada mochila de ser el mejor del mundo sin haber ganado el mayor de los trofeos. Anti-Messis habrá siempre, por supuesto, es la ley de la vida, pero a esta altura ya nadie les presta atención. Ellos se lo pierden.

Después de haber sido consagrado con toda justicia como el MVP del Mundial, su elección como Jugador del Año en los premios FIFA The Best en febrero estaba más cantada que “Muchachos”, tanto como la de Emiliano “Dibu” Martínez como Mejor Arquero y Lionel Scaloni como Mejor DT. Pero mientras en Argentina los tatuadores se hacían su agosto con la cara de Messi besando la Copa, en París no le perdonaban que le hubiera arruinado la fiesta a Francia. Su estadía posmundial en PSG fueron meses incómodos y hostiles para “Leo”, silbado por los hinchas y destratado por directivos para quienes todo pasa siempre por el dinero.

Su último tango en París estuvo necesariamente encadenado a un fugaz coqueteo con Barcelona, adonde el 10 deseaba volver, pero pronto descubrió que el club catalán no estaba en condiciones financieras ni deportivas de repatriarlo. Surgieron rumores de ofertas de la Premier League, incluso de un interés de Pep Guardiola de llevarlo a Manchester City, pero Messi decidió apostar por un destino más tranquilo para él y su familia, aún a costa de resignar competitividad: la Major League Soccer (MLS), la incipiente liga norteamericana. Así como alguna vez lo convencieron a él de dejar Madrid para mudarse a Los Ángeles, David Beckham logró seducir al mejor del mundo para jugar en su franquicia, Inter Miami, fundada hace apenas cinco años.

La llegada del huracán Messi impactó con fuerza en las costas de Florida, casi de manera literal: la presentación del nuevo 10 de Inter Miami en el PNK DRV Stadium, su nueva casa, estuvo a punto de ser cancelada a causa de un temporal que obligó a los asistentes a salir corriendo hacia el estacionamiento y refugiarse en los autos por un par de horas. “Y esta noche celebramos al estilo de Miami, bajo la lluvia. Porque esto es agua bendita”, celebró Jorge Más, uno de los dueños de Inter, tan rápido para los negocios como para enmendar su discurso de presentación.

“Este es nuestro momento de cambiar el fútbol en todo el país”, advirtió el empresario cubano antes de darle entrada al refuerzo más importante en los 30 años de historia de la MLS. No exageraba: así como en su momento fue necesaria la creación del “jugador franquicia” para habilitar la llegada de Beckham (cuyo salario excedía por mucho el tope impuesto para todos los equipos), el fichaje de Messi dio pie a nuevas reuniones para discutir una mayor flexibilidad en las restricciones y permitir más refuerzos de grueso calibre que potencien el nivel de la MLS.

El debut de Messi, como era de esperarse, rompió récords de audiencia: 12,5 millones de espectadores (la mayor cifra para un partido de fútbol en la historia televisiva de EEUU) fueron testigos del golazo de tiro libre con el que “Leo” le dio el triunfo a Inter (2-1) sobre Cruz Azul en la apertura de la Leagues Cup. A eso se le suman los millones que lo siguieron desde Argentina recurriendo a links “piratas” de vaya uno a saber qué origen para evitar tener que pagar la suscripción en dólares a Apple TV.

Acompañado por Sergio Busquets y Jordi Alba, dos de sus ex socios en el mejor Barcelona de la historia, Lionel no tardó en demostrar que era un tiburón en una pecera. Agarró a un Inter que venía de ganar sólo uno de sus últimos 13 partidos y que marchaba último cómodo en la MLS y lo llevó a ganar el primer título de su historia de manera invicta y con él como gran figura: marcó 10 goles en los siete partidos que disputó en la Leagues Cup. Y en cada uno de ellos, las entradas se agotaron en cuestión de minutos, sin importar que por la lógica de la demanda los precios se dispararon: en algunos partidos, el valor promedio de un ticket merodeó los 700 dólares.

Las redes sociales también dieron cuenta del fenómeno Messi: su traspaso se tradujo en una masiva pérdida de seguidores para PSG y en una legión de nuevos hinchas de Inter Miami, cuya cuenta de Instagram pasó de tener apenas un millón de seguidores a los 15,4 millones que tiene hoy.

Su gran rendimiento en Florida, sumado a la conquista del Mundial y su condición de máximo asistidor de la Liga francesa, le valieron a fines de octubre su octavo Balón de Oro, sacándole tres de distancia a su gran rival, Cristiano Ronaldo. En la votación superó a Erling Haaland y a Kylian Mbappé, a los que volverá a enfrentar pronto: hace un par de semanas se confirmó que el rosarino compartirá terna con el noruego y con el francés por el próximo FIFA The Best, cuyo ganador se conocerá el 15 de enero en Londres.

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