Javier Milei ha heredado el peor escenario para administrar un país. La economía argentina transita un proceso recesivo con elevada inflación (técnicamente conocida como “estanflación”), un problema que se ha repetido a lo largo de 12 años. Como si esto fuera poco, el Índice de Precios al Consumidor (IPC) se ha disparado cerca de 950% desde que Alberto Fernández asumió la Presidencia de la Nación en diciembre de 2019. Se trata del período más inflacionario desde 1991, cuando la Argentina padecía los efectos de una hiperinflación. No en vano el nuevo jefe de Estado hace siempre una referencia a escapar de ese estado de subas sostenidas de precios, en un país donde la inflación transita a una velocidad del 1% diario. Inevitablemente el poder adquisitivo del salario profundizará una caída que se ya se extiende por más de cinco años.
El atraso de los precios es evidente. El sinceramiento del tipo de cambio oficial contribuyó a recuperar parte del terreno perdido a lo largo de los últimos años, pero los costos de ese proceso son demasiados en materia socioeconómica. Los salarios no se mueven al mismo ritmo y los argentinos tendrán que someterse a una suerte de “economía de guerra” al menos en los próximos tres a seis meses, mientras se acomoda la economía a la nueva realidad.
Desde noviembre, el valor del combustible se movió por sobre el 70% y, en muchos casos, los alimentos duplicaron su precio. La Canasta Básica Alimentaria (CBA) duplicó su valor en el año que se va, con un costo de casi $ 140.000 para una familia tipo tucumana. Si no reúne esos ingresos mensuales, ese grupo estará condenado a la indigencia. Más preocupante es el valor de la Canasta Básica Total (CBT) que, además de los alimentos, contiene los gastos mínimos de sustentación familiar. En la provincia fue calculado en casi $ 340.000 mensuales para que un matrimonio con dos hijos menores no sean considerados pobres. Aun así, al menos el 45% de la población urbana está bajo la línea de pobreza (410.000 casos aproximadamente) y uno de cada cuatro asalariados de la provincia está activamente buscando otro ingreso para evitar hundirse en la pirámide socioeconómica.
El futuro sigue nublado, al menos en el primer trimestre de 2024. Con un diciembre que cierra con 17% de inflación promedio, según los analistas y las consultoras que participan del Relevamiento de Expectativas del Mercado (REM) del Banco Central, enero asuma con una tasa el 19%, con una desaceleración al 15% para febrero y un índice de un dígito que recién podrá observarse hacia mayo. Además, en los próximos meses la economía sentirá el shock en materia de tarifas en el transporte y en la energía tras la reducción de los subsidios.
En una economía tan impredecible como la Argentina existe una certeza, y es que en los próximos meses el avance del IPC alcanzará valores inéditos en los últimos 30 años, plantea GMA Capital. En ese contexto, los precios regulados pegaron un salto del 60%, con la anuencia de la nueva administración. Corregir esos valores es una necesidad para enderezar el rumbo económico. La eventual desaceleración posterior dependerá de la capacidad del nuevo Gobierno de anclar expectativas y de generar condiciones que garanticen la gobernabilidad. En esto, serán claves el cumplimiento del programa fiscal establecido y el paquete de reformas impulsado por Milei. También será fundamental la capacidad del nuevo gobierno de tejer alianzas y de negociar con los sectores sociales más intransigentes del país.
Como advierte Ecolatina, además de atacar los factores de inflación subyacente a nivel macroeconómico, la velocidad a la que se reduzca la inflación dependerá asimismo de si la recesión económica y la amenaza de un aumento en el desempleo logran contener los incrementos de precios y las demandas de recomposición de ingresos, algo que podría estar influido adicionalmente por las reformas/desregulaciones anunciadas y/o cierta apertura comercial que busque generar mayor competencia en el mercado local.
¿Qué recetas se pueden aplicar para que se desacelere la inflación? Según la consultora privada, el mecanismo para desandar la dinámica inflacionaria a nivel macroeconómico sería apagar sus motores: corregir precios relativos (eliminando la inflación reprimida) para evitar presiones a futuro; comunicar un equilibrio fiscal financiero para 2024, frenando la emisión para asistir al fisco y resolviendo el excedente de pesos en la economía; y reducir las expectativas de devaluación mediante la utilización del dólar oficial como ancla y la recomposición del stock de reservas vía incentivos a la liquidación de exportaciones e importaciones más caras. Ese es el estado de shock en el que está inmersa la Argentina.