“¿De qué ajuste hablan si después los legisladores en su provincia duplican sus remuneraciones?” (de un encumbrado funcionario nacional a otro tucumano)
No era el momento; tampoco la oportunidad. La Legislatura tomó una determinación sobre la actualización de las dietas de los parlamentarios, pero no cuidó las formas. Tal vez si el presidente del cuerpo, el vicegobernador Miguel Acevedo hubiese informado abiertamente a la sociedad de que, con $ 700.000 al mes, no es posible costear los gastos por el ejercicio de las funciones encomendadas por la sociedad, a través del voto, otra hubiera sido la percepción general. La semana que recién arranca no ha sido la mejor para Osvaldo Jaldo. El gobernador siente que aquel anuncio de restricción del gasto político con el que arrancó su administración de Gobierno para ponerse a tono con el discurso y la demanda de la sociedad ha sido herido. Esperó varias semanas a que su compañero de fórmula se uniera al “club del ajuste” y, cuando lo hizo, trató de colarlo en una sesión en la que se sancionó el Presupuesto 2024, con aquel recorte de casi $ 220.000 millones respecto del que giró en octubre Juan Manzur, pero que además significó una baja de los gastos legislativos de casi $ 62.500 (el monto equivalente a una planilla salarial mensual de los 110.000 empleados públicos de la provincia). Pero todo quedó opacado porque primó la corporatividad en la unánime decisión de duplicar la dieta mensual de cada uno de los legisladores para llevarla a entre $ 1,3 millón y $ 1,5 millón. Otra vez la Legislatura se puso a sí misma en el ojo de la tormenta.
El árbol tapa al bosque porque no se comunicó la medida abiertamente. “Es mucho mejor ir con la verdad, poniendo las cartas sobre la mesa que querer aparentar; de una vez por todas pongamos un parámetro”, le dijo el vicegobernador a LA GACETA. Comparó con lo que se gana en el Poder Judicial y hasta lo que percibe un CEO en una empresa. La tarea del Parlamento se circunscribe a legislar. Y si fuese por la ayuda que la Cámara le brinda a una franja social vulnerable, como sugirió el presidente del Concejo Deliberante capitalino Fernando Juri, cuando se le consultó sobre el incremento de los sueldos de los ediles, ¿acaso no sería mejor que se cree una oficina especial para esos casos y que los potenciales beneficiarios no dependan de la subjetiva decisión de un concejal? ¿Es esa la función de un cuerpo parlamentario? Puede que se argumente que el edil se debe al vecino en general y, particularmente, a aquel que depositó su confianza en él a través del voto. De hecho, de eso se trata el trabajo territorial. El bosque es más amplio. Es aquel árbol que cobija a los empleados públicos que demandan más salarios porque la inflación les come los ingresos que cuentan. También el de los sindicalistas quienes han optado por aprobar una suma fija mensual a cuenta de las paritarias antes que un porcentaje determinado porque la economía no tiene anclas ni precios de referencia. Es la carga pública que asume un ministro cuando jura desempeñar con lealtad y patriotismo el cargo y no compararse con un gerente o CEO de empresa, cuya misión es generar ganancias para su compañía y, si no obtiene los resultados esperados, debe dejar la posición.
La respuesta a las quejas ciudadanas con la forma tradicional de hacer política ha quedado patentada con el triunfo del economista libertario Javier Milei, un outsider que en dos años construyó una candidatura que desbancó a un partido con más de siete década de existencia, que venía imponiéndose mayoritariamente en los últimos 40 años, desde que se restauró la democracia en la Argentina. La tolerancia social al ajuste tiene un plazo relativamente acotado para el actual presidente de la Nación. Seis de cada 10 argentinos consultados por Zuban, Córdoba y Asociados señala que está dispuesto a darle un tiempo de gracia o una “luna de miel” al libertario porque, según la opinión mayoritaria, hay una luz al final del túnel para que el nuevo jefe de Estado pueda sortear la pesada herencia que le dejó Alberto Fernández.
Esto va más allá de las consecuencias de las medidas que se están diseñando en la Casa Rosada y en el Palacio de Hacienda. Un 80% de los entrevistados por la consultora cordobesa cree que las políticas de ajuste que está proponiendo Milei, afectará a ellos y a sus familias. “Parece, en una primera lectura, un porcentaje muy transversal y abarcador de la sociedad argentina. También, un límite que debiera ser leído adecuadamente por los que toman las decisiones políticas y económicas en el gobierno. ¿Votamos un cheque en blanco para el ajuste? O ¿votamos por finalizar y castigar al peronismo de Alberto Fernández, Cristina Kirchner y Sergio Massa?”, interroga la consultora.
Hoy ningún político puede salir a mostrar la chequera. Sencillamente porque ya no tiene dinero y porque las voluntades están más allá de las necesidades coyunturales que se recrudecen en un país en crisis permanente. El oficialismo local ha observado, durante este año que se va, que los procesos electorales pueden modificarse si no hay esteroides que el aparato político distribuye y que dentro de una misma fuerza hay corrientes que conspiran contra la misma coalición. Esto se vio no sólo en el oficialismo, sino también en la oposición. La misma pauta de conducta de ocultamiento de la suba de las dietas legislativas se dio en Tucumán. Los oficialistas y los opositores sabían que difundir un reajuste de tal magnitud iba a significar un rechazo generalizado. Pero la política, en este aspecto, prefirió quedarse en silencio por aquello de que el tiempo todo lo cura y también borra las heridas. Eso también es un error, ya que cada vez que se discuta una mejora para los estatales, los gremialistas recordarán que hubo una composición legislativa que se duplicó el ingreso cuando a ellos les solicitaban que aguanten hasta febrero, mientras los precios se acomodan. También estará en la memoria de cualquier contribuyente que vaya a pagar una boleta de Rentas con el revalúo de hasta un 98% de su propiedad o quedar sometido a una actualización de la valuación de su vehículo.
No se trata de una demonización de la política. En todos los partidos sobran ejemplos de conductas de austeridad y de sana administración, de líderes que aún son recordados por sus acciones. Hasta no hace mucho tiempo, la oratoria era una de las principales herramientas para solicitar la aprobación o el rechazo de tal o cual proyecto. La Cámara se pasaba horas debatiendo y muy poco se definía a libro cerrado. Tucumán tuvo grandes oradores a lo largo de su historia que dejaron un rico legado a las generaciones futuras.
El ajuste es el signo de estos tiempos. Con una inflación volando al 1% diario, como señala el Gobierno, es difícil sostenerse con los ingresos congelados. Y el esfuerzo debe ser compartido, más allá de quién o quiénes haya o hayan sido los culpables de esta nueva catástrofe económica. Todos estamos en el mismo barco y no es justo que algunos remen y otros miren desde el camarote cómo pasa la vida. No es el momento de mostrar cierta ostentación. Es la oportunidad de demostrar que la política hace los deberes por aquello del bienestar general de una sociedad.