“¿Usted tiene cáncer?” La pregunta es todo y nada para el periodista. Su vida se va en ella. La pregunta encierra la cuota de curiosidad y de responsabilidad que exige el oficio. Y, es nada porque si no tiene respuesta queda vacío.
“¿Usted tiene cáncer?” La pregunta puede sonar irrespetuosa y hasta incorrecta porque la salud de un hombre es algo íntimo, tanto como la desnudez. Pero la salud de una persona pública es una cuestión de Estado, es algo que les tiene que preocupar a todos: al que pregunta, al que responde y al que escucha o lee.
“¿Usted tiene cáncer?”. El gobernador por primera vez deja de hablar con el entrevistador. Mira a la cámara. Sabe que si habla por ahí está él solo, frente a frente con alguien.
Da la sensación de que por un segundo sale del estudio de LG Play. Está solo. Se siente como Oscar Bonavena cuando le sacaban el banquito y no le quedaba otra que caminar hasta el centro del ring sin nadie que lo acompañe.
Casas conocidas
De reojo mira a la cámara y señala: “la política tiene que tener límites. Es un tema que la política tiene que poner límites. Son dirigentes políticos. Esa versión ha salido de casas que tengo muy bien identificadas”. Intenta volver al estudio, pero se le escapan los ojos afuera: “Yo sé quiénes son. Y ellos saben que yo sé. Y, seguramente me están mirando. Yo les sugiero a esos dirigentes políticos que pongan limites. Hasta aquí llegaron”.
Los políticos suelen hablar con demasiados ambages. No suelen ser directos. Esquivan golpes como Nicolino Loche ante Takeshi Fuji, en aquella noche gloriosa en Tokio. También les gusta hacer fintas para esquivar las preguntas y las definiciones tajantes. Ese es el momento de la pregunta y de la curiosidad: “¿Por qué dicen eso, entonces?
Osvaldo Jaldo vuelve a la entrevista: “es que son dirigentes que usufructuaron el poder y ahora se quedaron sin nada”, explica. “Son las viudas del poder”, acota.
Cuando el entrevistado comenzó a dar precisiones de su estado de salud daba la impresión de que la oposición había gestado esos dimes y diretes. Pero en su aclaración deja en claro que fue gente que estuvo en el poder, es decir en el gobierno de Juan Manzur. “Más claro, échele agua”, indica cuando se le advierte que, entonces, no se trata de personas que son dirigentes de la oposición.
Recuerdos del presente
Nada nuevo bajo el sol. Hace dos décadas gobernaba Julio Miranda en la provincia y fue denigrado por la misma ciudadanía que lo había elegido. Sus mismos compañeros de gestión que se beneficiaban con el poder aceptaron, acompañaron y algunos promocionaron una campaña inmoral contra el mandatario ya fallecido. Nadie lo defendió. Cuentan los que lo frecuentaron en aquel entonces que Miranda nunca entendió tanto odio. Alguna vez relataron una charla muy íntima en los jardines de Olivos donde el entonces gobernador llegó a lagrimear movilizado por la bronca y por lo desagradecidos que habían sido sus compañeros de cruzada y algunos de enriquecimiento.
De historias de odios está plagada la política. Esta de Jaldo se acerca a las pintadas que gritaban “Viva el cáncer”. Han pasado casi 80 años de aquellas y sólo días de estas agresiones.
También las padeció la intendenta de la Capital, Rossana Chahla, quien como consecuencia de su medidas de ajuste fue vilipendiada y recibió la amenaza de que “no la dejarían en paz” y e “irían por su casa a buscarla”, como amenazan chats que circularon esta semana que nunca más volverá.
Quienes las hacen podrán tener bronca o justificativos personales que les permiten llegar a esas instancias. Lo que no logran calibrar es que todo ciudadano tiene responsabilidades y que caer en estas bajezas puede dañar a las personas que ellos pretenden pero el mayor daño lo sufren las instituciones. Estas son las cosas que no supo entender Cristina cuando no se animó a dar el bastón de mando a Mauricio Macri o cuando se dio el lujo de no hablar con su presidente, el mismo que ella había elegido. La grieta de la sociedad siempre va a tener responsables en la clase dirigente. Desde la Justicia podrían haber iniciado una investigación sobre la difamación de la salud del gobernador, pero pareciera que muchas instituciones tucumanas están tan acostumbradas que no se sorprenden por estas cuestiones.
El que avisa...
Hay un dicho en la jerga típica del peronismo que advierte: “el que avisa no traiciona”. Es una de las tantas triquiñuelas que utilizan los dirigentes para traicionar. Como si el acto de hacer algo contra alguien pudiera morigerarse porque se avisó antes. La traición como el odio o la maldad, son lo que son. No tienen diminutivos para disimular su poder de daño.
Al Presidente de la Nación nadie podría reprocharle ni una cosa ni otra. Ganó señalando que se venían tiempos muy duros, que iban a producirse ajustes y que todo iba a ser de sopetón. Y así fue.
Javier Milei fue brutalmente sincero e hizo exactamente lo contrario a lo que aplicó Mauricio Macri, último antecedente de gobierno no peronista. Tal vez de esto lo haya convencido el propio ex presidente que lo habría inducido a aplicar las medidas más duras de entrada, “sin anestesia” y sin dudar, pase lo que pase.
Sorprendentemente, Macri ha tomado un protagonismo político brutal mientras se mantenía entre bambalinas. En Boca Juniors, Juan Román Riquelme discute con él y pelea con ese fantasma, cuando en verdad el candidato a presidente del club es Andrés Ibarra. En las grandes ligas políticas renunció hace mucho a volver a la Casa Rosada. Sin embargo, manejó candidatos; ahora le impone tiempos a Milei y, aunque muchos lo nieguen, hay tres ministerios (Defensa, Seguridad y Economía) que tienen vasos comunicantes con el ex mandatario.
En estos primeros siete días Milei actuó como nadie esperaba. Sorprendió. Como si fuera un estadista que supiera: no se asomó y dejó que las medidas y las acciones de su gobierno fueran comunicadas por el vocero o el ministro al que le correspondiere.
También dejó la sensación de que se hubieran velado las armas para una gran batalla.
Guirnaldas negras
La Argentina tiene el triste privilegio de ser un país donde diciembre es sinónimo de tristeza y no de alegría. Hay países en los que en noviembre las guirnaldas empiezan a alegrar las calles, en cambio en este país apenas se inicia el último mes se empieza a rezar para que no haya saqueos ni violencia, para que los policías no decidan ponerse en contra de la sociedad, para que no haya muchos presidentes o para que si hay uno o una no se ponga bailar cuando en alguna provincia muere gente por los desacatos.
Por las dudas, no fue Milei sino su vicepresidenta quien después de lograr una victoria inesperada en el Senado advirtió a la dirigencia de la CGT que debían tener paciencia y esperar, no empezar a actuar sin analizar lo que está ocurriendo.
Esta semana que comienza se vivirá el primer capítulo de una telenovela que promete muchos más y con finales abiertos e impredecibles.
Los movimientos sociales ya advirtieron que van a aprovechar la efeméride y se movilizarán para recordar el 19 y el 20 de diciembre de 2001 cuando cayó el gobierno de Fernando de la Rúa y murieron unas 40 personas que salieron a las calles a protestar contra los ajustes de la Alianza.
Esta semana además llevará a Buenos Aires a los gobernadores que tienen agendada una reunión con el Presidente de la Nación. No todos irán y tampoco es seguro que apoyen las medidas. El tristemente célebre mandatario formoseño Gildo Insfrán dijo que se opondrán a los ajustes.
Por otra parte, los que vayan al encuentro de Milei, ¿hasta dónde estarán dispuestos a ponerle el hombro al Presidente de la Nación?
Tiempo de exámenes
Una incógnita será la posición del gobernador tucumano. Jaldo hasta aquí siempre ha sido prudente y ha tratado de ser muy cauto respecto de la Nación. Ha aplicado su política de ajuste antes que el Presidente, pero al mismo tiempo ha sido amable con los discursos y acciones de la Casa Rosada. Discursivamente, sólo ha advertido que el límite será los perjuicios que puedan correr los tucumanos. En esta oportunidad asistirá al encuentro con el objetivo de recuperar lo perdido en la coparticipación y por el impuesto a las ganancias. Es que aunque no lo dirán los mandatarios las ambiciones de Sergio Massa y su campaña electoral han tenido tal egoísmo que han terminado ninguneando a las provincias.
Jaldo también va a poner en juego su poder y manejo de los representantes tucumanos en el Congreso. Entre los que tienen bancas no todos están alineados con el dirigente político Osvaldo Jaldo y algunos son cercanos a los que enviudaron y están de duelo por la pérdida de poder. ¿Los legisladores del oficialismo tucumano están dispuestos a levantar la mano por las medidas de ajuste del flamante Presidente de la Nación? La muñeca política de Jaldo va a rendir examen antes de que lleguen los Reyes Magos.