El ajuste y sus memorias
El ajuste y sus memorias

- La idea central que teníamos de que había que hacer un ajuste fiscal fuerte la teníamos. Y Sergio Massa lo dijo públicamente: el objetivo era llegar a tener este año superávit primario del 1% del PIB (Producto Interno Bruto). Eso estaba.

- Está bien, pero el recorte de subsidios energéticos y del transporte sí, Gabriel. Porque si no, siempre están en la discusión de que toman medidas y no hay costo político.

- Sí. Eso sí estaba.

(Gabriel Rubinstein, secretario de Política Económica del Ministerio de Economía de la Nación durante la gestión de Sergio Massa al frente de esa cartera, entrevistado el miércoles pasado por por el periodista Maximiliano Montenegro)

El ajuste ha llegado. Dos cosas no pueden hacerse respecto de él. La primera de ellas es “militar” el ajuste. Millones de argentinos la pasarán mal en los próximos meses. En todo caso, la pasarán peor que lo que están pasándola ya. Los trabajadores en relación de dependencia, probablemente, volverán a tributar ganancias. Aun así, tendrán una mayor estabilidad que los autónomos. Ni hablar de los trabajadores informales. O de aquel 30% que, incluso a pesar de tener trabajo formal, son pobres. Se aplicará otra reforma previsional para modificar, una vez, el pago de las jubilaciones.

En general, los haberes aumentarán por debajo del ritmo de la inflación. La de noviembre, según el Indec informó el miércoles, alcanzó el 12,8% y acumuló 148% en 11 meses. Si diciembre se proyecta al 23%, para tomar la estimación del Centro de Almaceneros de Córdoba, superará el 170% anual. La de 2024 se espera que sea superior. Consecuentemente, los precios crecerán de manera desproporcionada con respecto a los ingresos. No es una novedad: durante el año y medio de gestión de Sergio Massa como candidato a Presidente del peronismo, subsidiariamente a cargo del Ministerio de Economía, los combustibles tuvieron una suba del 235%: ninguna paritaria tuvo una escala idéntica en ese período. Pero ahora la cuestión será todavía peor. Por caso, el ministro de Economía, Luis Caputo, anunció el martes una devaluación del 100% de la moneda nacional en relación con el dólar (pasó de $ 400 a $ 820) y el miércoles subieron los combustibles un 35% de una sola vez. El litro de las naftas oficiales, así, se actualizó a la nueva cotización del dólar oficial.

También se prevén incrementos para las tarifas del transporte público de pasajeros y para la energía eléctrica, entre otros servicios públicos, porque se recortarán drásticamente los subsidios a partir del 1 de enero. Los pobres serán más pobres, así como aquellos que tienen su capital “líquido” en dólares se volvieron patrimonialmente más ricos a partir de la depreciación de la moneda nacional.

Amnesias

Lo otro que no puede hacerse con el ajuste es olvidar quiénes son los responsables de que la Argentina haya llegado hasta el límite de la viabilidad. La última experiencia populista que significó el cuarto gobierno kirchnerista representa la arquitectura del presente desastre nacional.

La advertencia contra el olvido se refiere a la amnesia selectiva de quienes fueron el oficialismo hasta la semana pasada. Para la ciencia, el planeta Tierra surgió hace unos 4.500 millones de años. Para los creacionistas, el universo, el mundo, las especies y la humanidad fueron creados en algún momento de los últimos 10.000 años. Para el kirchnerismo, la historia comenzó el domingo pasado. Y no hay nada hacia atrás. Mucho menos sus cuatro gobiernos y su responsabilidad en la irracionalidad económica y financiera del Estado.

Los inventores de “la emisión no genera inflación” dejaron un Banco Central con reservas negativas y una base monetaria superior a los 7 billones de pesos (la cifra lleva 12 ceros). Otros 22 billones (es decir, tres veces la base monetaria) es la deuda remunerada por el BCRA. En intereses, cada unos 20 días, aproximadamente, la Nación paga el equivalente al Presupuesto 2023 de la Provincia de Tucumán aprobado en diciembre del año pasado.

El resultado de ese desquicio (emitieron dinero por un equivalente a 20 puntos del PBI) es no sólo la inflación incendiaria en la que ya se cocinan los salarios de los argentinos, sino el crecimiento atroz de la pobreza. Los cultores de “la puja distributiva” maldijeron la situación social que heredaban del Gobierno de Cambiemos. Así que volvieron al poder y la empeoraron. El “gobierno de los CEO” de Mauricio Macri dejó una pobreza del 35,5%, según el Indec. En el primer semestre de este año, el “gobierno de los científicos” de Alberto Fernández y Cristina Kirchner consolidó la pobreza en el 40,1%, según el mismo Indec. El Barómetro de la Deuda Social Argentina estimó, para la segunda mitad del año, que la pobreza será del 45%: es decir, la mitad de los compatriotas no gana para vivir. Y la indigencia es casi del 10%: uno de cada 10 de entre nosotros ni siquiera gana para comer.

Hay, además, una deuda de 30.000 millones de dólares con importadores. Las utilidades retenidas a las empresas extranjeras suman otros 10.000 millones de dólares. Las deudas del Banco Central y de YPF suman 25.000 millones de dólares adicionales. Más otros 10.000 millones de dólares de deuda del Tesoro Nacional. En total, la factura de la fiesta del cuarto gobierno kirchnerista asciende a 100.000 millones de dólares. Hay que sumarlos a los 420.000 millones de dólares de deuda existente. Los vencimientos de deuda en pesos equivalen a 90.000 millones de dólares y hay 25.000 millones de dólares con organismos de crédito. De hecho, ayer se consiguió un crédito puente de 1.000 millones de dólares con la CAF para pagar los vencimientos de capital de diciembre con el FMI, para no entrar en default en pleno ajuste. El kirchnerismo ni siquiera dejó previsiones para ello.

Peor aún: casi nada amortizó de la deuda con el FMI que tomó el macrismo: a julio pasado, la deuda de la Argentina con el FMI era de U$S 43.500 millones. Es decir, se siguen debiendo prácticamente los U$S 44.000 millones que tomó Cambiemos. ¿Por qué? Porque el cuarto gobierno “K”, más que “pagar”, prácticamente todo lo refinanció. La gestión anterior le pagó unos U$S 33.400 millones al FMI (mayormente entre el primer semestre de este año y todo 2022), pero casi todo provino de los desembolsos del FMI en el marco de la renegociación acordada por el gobierno peronista.

Tan brutal es la “herencia” que el propio ex viceministro de Economía, Gabriel Rubinstein, admitió que, de haber resultado electo Presidente, Sergio Massa también debería haber aplicado un feroz ajuste fiscal en materia de suba de impuestos, recorte del gasto y caída de subsidios.

Pero hay vastos sectores que han olvidado todo esto por completo. El más explícito es la Confederación General del Trabajo, que emitió un duro pronunciamiento contra los anuncios del gobierno, 96 horas después de que asumiera. “No nos vamos a quedar de brazos cruzados”, fue la advertencia de la central sindical. Cuatro años más de brazos cruzados y hubiera sido todo un caso de calambre institucional por documentar. Ni una sola huelga le hizo al Gobierno de Alberto Fernández (el de la inflación galopante, los ingresos licuados, el impuesto a las ganancias hasta el último trimestre del año, los jubilados con una peor liquidación de haberes que en el macrismo y la creciente pauperización laboral) la misma central obrera que le hizo una docena de paros generales a la gestión de Raúl Alfonsín, “en rechazo a las políticas económicas del gobierno”.

Precisamente, la hipocresía del sindicalismo peronista es la puerta de acceso a un elemento definitorio del kirchnerismo: su doble estándar. Resulta que el ajuste que debe hacerse para que su herencia de catástrofe económica y social no florezca en una hiperinflación es malo. Pero el ajuste que ensayó su última edición gubernamental fue de lo mejor que le pido pasar a la historia nacional.

La erosión de la clase media fue, en realidad, redistribución de la riqueza. La profundización de la pobreza fue, en realidad, un proyecto nacional y popular. El latrocinio, la corrupción y la administración fraudulenta, según lo ha probado y sentenciado la Justicia, en realidad fue “Lawfare”. La desertificación de la calidad educativa, que hundió el rendimiento de las escuelas argentinas en el ránking global, en realidad fue una política de integración. El “Vacunatorio VIP” para que los funcionarios, sus parientes y sus amigos fueran inmunizados antes que médicos, adultos mayores y niños con comorbilidades, en realidad, fue “saltearse en la fila”. Convertir a la Quinta Presidencial de Olivos en un salón de fiestas para la primera dama, mientras en la cuarentena dura se abrían 100.000 causas penales contra personas que salían a comprar pan, fue un caprichito de “la querida Fabiola”. La aniquilación de la calidad institucional, traducida en la persecución de la Justicia comenzando por la Corte Suprema, y el espionaje paraestatal montado con fondos de gobiernos peronistas para perseguir peronistas, en realidad fue un acto de soberanía…

Avales

El gobierno libertario tampoco debe olvidar que obtener el 56% de los votos, cifra con la que triunfó por paliza en la segunda vuelta electoral, no es igual a contar con el apoyo del 56% del electorado durante toda la gestión. En rigor, el electorado “duro” de Milei parece ser casi la mitad de ese porcentaje. Terminó primero en las PASO de agosto con el 30% de los votos y salió segundo en la primera vuelta de octubre con, otra vez, el 30%. Sólo cuando en el balotaje hubo que optar entre un quinto gobierno “K” o algo distinto, la mayoría de los argentinos optó por “algo distinto”.

La distinción sirve para entender que todos los votantes de Milei del mes pasado sabían que vendría el ajuste. Le dieron su voto a un candidato que hizo de una motosierra el ícono de su campaña electoral. Ahora bien, de ese universo, los que representan el 30% constante acompañarán las políticas económicas restrictivas sin plazos. Pero el otro 26% necesitará, más temprano que tarde, señales de recuperación. Sobre todo para apoyar las mentadas reformas “de segundo orden”.

Los argentinos ya aprendieron que pueden cambiar de Gobierno cada cuatro años sin ningún trauma colectivo. Y sin que el mundo deje de girar. A Alberto y a Cristina se lo notificaron en 2021.

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