“Tuve la dicha de criarme en un barrio hermoso, a orillas de un cañaveral y con un espacio enorme como Campo Norte. Allí los chicos jugábamos a la pelota todo el día en la calle, tomábamos la merienda en la casa de alguna vecina; en Navidad sacábamos las mesas a la calle. Tuve una infancia privilegiada, a la que quiero mucho”.
Pedro Noli, periodista y escritor, introduce el alma de su obra teatral “Barrio Viajantes”, que llenó la sala La Colorida (Mendoza 2.955) en cuatro funciones y va camino a agotar también hoy a las 22 la última del ciclo.
“Esta historia surge del taller de escritura Mandarinas Bajo el Sol, que nació en pandemia. Nos propusimos narrar nuestra vida con relatos autobiográficos. En esos textos a mí, como a otros, nos aparecía como primer tema la infancia. De allí, las palabras salieron volando, pasearon en el cuerpo y ahora andan dando vueltas por el escenario”, refiere.
- ¿Te imaginaste llegar a la escena? ¿De qué género hablamos?
- No, porque trabajamos con la palabra escrita. La tecnología nos fue llevando: hicimos un podscat donde las personas iban narrando su historia. Esos relatos fueron yendo hacia las artes escénicas. De ahí que trabajamos en este género de teatro biodocumental, que en Buenos Aires se llama teatro documental, de no ficción o autoficción: lo que está pasando lo narran los protagonistas, no los actores. En nuestro caso me acercó “Estamos grabando”, de Guadalupe Valenzuela, donde actúa María José Medina, así como a obras que vi en Buenos Aires, como “Imprenteros”, la historia de una familia de ese oficio. Me parece que cuando uno se dispone a contar su historia desde lo emotivo encuentra montones de lugares comunes que en escena se embellecen. Y más cuando se trata de algo que ocurre a la vuelta de tu casa, con tantos detalles, como que todos sabíamos dónde estaba el mejor caño para cargar las bombitas de carnaval.
- ¿Qué te pasa a vos revisitando en voz alta tu propia historia?
- Me conmuevo mucho, desde la primera función, cuando fueron mi familia y gente del barrio que son quienes muestro en la foto. Para construir esta obra pasé por las imágenes de mi familia y de mis amigos y de sus madres, que siguen custodiando las cajas de fotos. En varias casas del barrio me encontré con registros de hace 30 años. Entonces no eran tan comunes; aparecían en los cumpleaños y en las comuniones. También encontré objetos, como un proyector de Súper Ocho de mi viejo, con la camiseta de nuestro equipo de chicos... Todo eso va conformando una historia que al narrarla en escena se ha dado una comunión. Es hermoso. Nosotros hablamos de la reconstrucción de la memoria emotiva, que es común a todos y en distintos barrios, por eso me siento parte de todos mis amigos.
- ¿Cómo se estructura la obra?
- Son cuatro partes. Empieza con la llegada de mi familia al barrio, y los primeros espacios de libertad y de juego, con las casas sin rejas (uno podía pasar a los jardines), y estar en la esquina. Otro momento es a los siete u ocho años, cuando empezamos a distanciarnos de nuestro lugar seguro, con otras aventuras, como buscar pelotas en los fondos de los vecinos. Continúa con los encuentros con otros chicos que hacen lo mismo que uno, y decidimos hacer campeonatos de fútbol. El cuarto momento es de intimidad: sucede dentro de mi casa, de mi historia familiar. Vengo de una familia de reencuentro de padres posdictadura. Yo casi no actúo; muestro fotos, videos, canciones, hago que la gente participe. Se vuelve un multigénero teatral; trato de ser yo mismo, acercándome más a los narradores orales que a los actores.
- ¿Quiénes te acompañan?
- Majo Medina en la dirección; Lupe Valenzuela en iluminación; y en asistencia de dirección Torpedo Soria, gente muy talentosa del teatro que ha aceptado esta propuesta.