Luego de acomodarse en el atril desde el cual pronunció su primer discurso como presidente; flanqueado por los visitantes foráneos, Javier Milei sonrió y dedicó un guiño a sus fieles. Imitando la rugiente voz de Gustavo “Chizzo” Nápoli, el cantante y líder de La Renga, dijo: “¡Hola a todos!”... Con ese saludo arranca la canción “Panic Show”, de esa banda, que sonó en cada acto de La Libertad Avanza durante todo el extenso año electoral, siempre antes de que el mandatario haga uso de la palabra.
Se trató del único momento de ayer en que Milei se permitió una digresión distendida, desde que dejó el edificio del Congreso -tras haber jurado como presidente y tras haber recibido los atributos de mando- para hablarle a la gente desde las escalinatas. Luego de esa sonrisa, endureció su rostro y se abocó al texto preparado.
A nadie sorprendió el contenido del discurso. Prácticamente desde horas después de abrochado el resultado del balotaje se sabía lo que haría una vez que asuma. Y ayer lo dijo, sin ambages: en el cortísimo plazo comenzará a ejecutar un fuerte ajuste.
Milei y el anuncio del ajuste
Estructuró sus dichos de tal modo que el anuncio de tal ajuste llegaba como consecuencia de la situación catastrófica en la cual encuentra al país. “Ningún Gobierno recibió una herencia peor. El kirchnerismo nos deja déficits gemelos por un 17% del PBI (Producto Bruto Interno). Es necesario limpiar los pasivos remunerados del Banco Central (de la República Argentina -BCRA-). De esta manera se pondría fin a la emisión de dinero y con ello a la única causa de la inflación. Sin embargo, dado que la política monetaria actúa con un rezago de entre 18 a 24 meses, seguiremos pagando los costos del desmadre monetario del Gobierno saliente: haber emitido por 20 puntos del PBI no es gratis, lo vamos a pagar con inflación”, alertó.
Ese fue solo el inicio. Siguió enumerando la situación actual del país, desde el aspecto económico. En particular, la inflación. “El cepo cambiario no solo constituye una pesadilla social y productiva -implica altas tasas de interés, bajo nivel de actividad, escaso nivel de empleo formal y salarios reales miserables-, sino que el sobrante de dinero en la economía hoy es el doble que había en la previa del ‘Rodrigazo’. Recordemos que este multiplicó por seis la tasa de inflación, por lo que un evento similar significaría multiplicar la tasa de inflación por 12. Y dado que esta viene viajando a un ritmo del 300%, podríamos pasar a una tasa anual del 3.600%”, remarcó. Y añadió: “Esto no termina acá; dada la situación de los pasivos remunerados del BCRA -peor que en la previa de la hiperinflación de (Raúl) Alfonsín-, en muy poco tiempo se podría cuadruplicar la cantidad de dinero, y llevar a la inflación a niveles del 15.000% anual. Vamos a luchar con uñas y dientes para erradicarla”, puntualizó.
Por si a alguien pudiere parecerle descabellado el porcentaje, Milei lo desglosó. “Este número, que parece un disparate, implica una inflación del 52% mensual; y hoy ya viaja a un ritmo, de acuerdo a estimaciones privadas, de entre un 20% y un 40% mensual para los meses entre diciembre y febrero: el Gobierno saliente nos deja plantada una hiperinflación que llevaría la pobreza por encima del 90% y la indigencia por encima de un 50%”, criticó.
Y siguió sumando argumentos para justificar lo que se viene. “Los desequilibrios en tarifa son solo equiparables al desastre que dejó el kirchnerismo en 2015. En el plano cambiario, la brecha oscila entre el 150% y el 200%. La deuda con importadores supera los U$S 30.000 millones. Las utilidades retenidas a empresas extranjeras alcanzan los U$S 10.000 millones. La deuda del BCRA y de YPF suman U$S 25.000 millones. Y la deuda del Tesoro pendiente suma unos U$S 35.000 millones. Esto es, la bomba en términos de deuda asciende a U$S 100.000 millones, que habrá que sumar a los cerca de U$S 420.000 millones de deuda ya existentes”, indicó.
Recordó, además, que los mercados financieros están cerrados, y que el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) se encuentra caído a raíz de los incumplimientos por parte del Gobierno. “Como si fuera poco, esto transcurre en una economía que no crece desde 2011. Por ello, a nadie debería sorprender que los salarios reales se hayan destruido, ubicados en torno de los U$S 300 mensuales; no solo son seis veces inferiores a los de la convertibilidad, sino que de haberse mantenido la tendencia de aquellos años, hoy oscilarían entre U$S 3.000 y U$S 3.500 por mes. Nos arruinaron la vida”, denunció Milei.
En ese momento, y ante los vítores de los ciudadanos que se habían llegado hasta la plaza del Congreso para escucharlo, el presidente anunció lo que en los próximos días se traducirá en medidas concretas. “Luego de dicho cuadro de situación, que a todas luces parece irremontable, debe quedar claro que no hay alternativa posible al ajuste. Ni hay lugar para la discusión entre shock y gradualismo. (Entre otros, porque) para hacer gradualismo es necesario financiamiento; y no hay plata”, manifestó Milei.
El mandatario no solo difundió los aspectos económicos heredados, sino también lo que halló en otras áreas del Estado. “En seguridad, la Argentina se convirtió en un baño de sangre. El narcotráfico se apoderó lentamente de nuestras calles. La mitad de la población es pobre -más de 20 millones de argentinos no pueden vivir una vida digna y seis millones de chicos hoy a la noche se irán a dormir con hambre, y otros que cayeron en la droga. Solo un 16% de nuestros chicos se reciben en tiempo y forma en la escuela; y el 70% de los que la terminan no pueden resolver un problema de matemática básica o comprender un texto. El sistema de salud se encuentra completamente colapsado, los hospitales están destruidos, los médicos cobran miseria y los argentinos no tienen acceso a salud básica. Solo un 16% de nuestras rutas están asfaltadas, y solo un 11% se encuentra en buen estado. En todas las esferas la situación de la Argentina es de emergencia”, dijo.
Milei y las advertencias
Milei reconoció que el ajuste de shock traerá malas consecuencias sobre el nivel de actividad, sobre el empleo, sobre los salarios reales y sobre la cantidad de pobres y de indigentes. “Pero no es algo muy distinto a lo que ha pasado en los últimos 12 años; hace más de una década que vivimos en estanflación. Este es el último mal trago para comenzar la reconstrucción argentina; y la situación comenzará a mejorar: habrá luz al final del camino”, prometió. Y dijo que no descuidarán la contención desde el Ministerio de Capital Humano; aunque advirtió que no se tolerarán los piquetes: “Quien corte la calle no recibe la asistencia de la sociedad; el que corta, no cobra”.
El presidente execró cualquier alternativa al ajuste. “La propuesta sensiblera progresista derivará en una hiperinflación que llevará al país a la peor crisis de su historia. No pueden quedar dudas: la única opción es un ajuste ordenado, que caiga con toda fuerza sobre el Estado y no sobre el sector privado. No tenemos alternativas ni tiempo. No tenemos margen para discusiones estériles”, puntualizó.
Milei y las responsabilidades
Fiel a su estilo, Milei echó culpas sobre la casta, aunque no mencionó esa palabra. “La clase política deja un país al borde de la crisis más profunda de nuestra historia. Cada uno tendrá que hacerse cargo de su responsabilidad. No estará en mí señalarlos. No buscamos ni deseamos las duras decisiones que (tomaremos), pero no nos dejaron opción: tomaremos todas las decisiones necesarias para arreglar el problema que causaron 100 años de despilfarro de la clase política”, afirmó.
También se mostró optimista respecto del futuro. “Hoy comenzamos a desandar el camino de la decadencia y comenzamos a transitar el de la prosperidad. Tenemos todo para ser el país que siempre soñamos: los recursos, la gente, la creatividad y, mucho más importante, la resiliencia para salir adelante. Hoy volvemos a abrazar las ideas de la libertad”, destacó.
Envió un mensaje por elevación a las cúpulas sindicales y de las organizaciones sociales. “El contrato social nos propone un país distinto, que no se dejará extorsionar por quienes utilizan a quienes menos tienen para enriquecerse a esos mismos”, avisó.
No obstante, también hizo un llamamiento que incluyó a todos, sin distinción ideológica. “A la clase política quiero decirle que no venimos a perseguir a nadie; no venimos a saldar viejas vendettas, ni a discutir un espacio de poder. No pedimos acompañamiento ciego; pero no toleraremos que la hipocresía, la deshonestidad o la ambición de poder interfieran con el cambio que los argentinos elegimos. A aquellos dirigentes políticos, sindicales y empresariales que quieran sumarse a la nueva Argentina los recibimos con los brazos abiertos. No importa de dónde vengan, ni qué hayan hecho antes; lo único que importa es hacia dónde quieren ir”, convocó.
Sobre el cierre se envalentonó aun más. Insistió en que avanzarán con las medidas que consideran necesarias, sin claudicar ni retroceder. “Hoy comienza una nueva era en Argentina. El desafío es titánico, pero la verdadera fortaleza de un pueblo se mide en cómo enfrenta los desafíos. Y cada vez que creemos que nuestra capacidad para superar esos desafíos ha sido alcanzada, miramos al cielo y recordamos que esa capacidad bien podría ser ilimitada”, dijo.
En ese tramo, Milei apeló al discurso religioso. “No es casualidad que esta inauguración presidencial ocurra durante la fiesta de Janucá, la fiesta de la luz, que celebra la verdadera esencia de la libertad. La guerra de los macabeos es el símbolo del triunfo de los débiles por sobre los poderosos, de los pocos por sobre los muchos, de la luz por sobre la oscuridad, y sobre todas las cosas, de la verdad por sobre la mentira. Porque ustedes saben que prefiero decirles una verdad incómoda antes que una mentira confortable. Dios bendiga a los argentinos y que las fuerzas del cielo nos acompañen en este desafío. Muchas gracias, será difícil, pero lo vamos a lograr. ¡Viva la libertad, carajo!”, finalizó el presidente.