“Hace cuatro años comenzó a gestarse este modelo en Paraguay, teniendo en cuenta la situación allí”, contó Laura Villalba, de la Coordinación del programa Paisaje Productivo Protegido (PPP) en ese país. Añadió que el PPP se convirtió en una herramienta real, que permitía trabajar con otros sectores; en este caso, con el sector productivo. En esos momentos, había un gran porcentaje de propiedades ganaderas y una determinada proporción de áreas protegidas, donde convivía toda esa biodiversidad.
“Empezamos en el chaco paraguayo, en áreas altamente productivas, donde hay mayor presencia de productores de ganado. Trabajamos con ellos para mostrar que, a nivel de paisajes, los productores son parte de la solución”, contó.
“El desafío más grande fue convencer a los propietarios de los campos que eran parte de la solución. En esos tiempos, si ellos decidían producir, lo podían hacer hasta donde la ley les permitía: el 75% de la propiedad. ¿Qué pasaba con el 25% restante? ¿Qué se podía hacer para que estén conectados, para que esa biodiversidad tenga cabida?”, planteó.
Villaba explicó que el concepto del PPP les permitió crear una estrategia a nivel predial. “Eso nos llevó a ordenar esas áreas de reserva remanente, valorar la biodiversidad, llevar adelante acciones de adecuación para que la producción sea más amigable con la naturaleza. Ahora queremos consolidar los proyectos existentes y replicarlas”, destacó.
Hizo hincapié en que el mercado internacional de la carne empezó a exigir nuevos criterios, a plantear productos “más verdes”. “Los productores empezaron a sentir la presión, lo que llevó a que buscaran alternativas. Por eso, el programa PPP toma hoy mayor dimensión”, concluyó.