¿Ignorantes o analfabetos? La Real Academia Española se fundó en 1713 y está considerada la principal fuente de regulación lingüística con respecto a nuestro idioma. Es una institución que permanentemente promulga normas vinculadas a la unidad idiomática para todos los países hispanohablantes. Hay consenso acerca de que su palabra es ley. Decir “buscá en el diccionario” o “fijate en la RAE” es lo mismo. Sin embargo, no siempre sus definiciones están a tono con la realidad y muchas veces son materia de debates académicos. Uno de los ejemplos que sigue generando críticas es la definición de la palabra analfabeto/a. En su primera acepción, la RAE advierte que se trata de alguien “que no sabe leer ni escribir”, lo cual es correcto. Sin embargo, la segunda acepción es la que tiene más detractores: “Ignorante, sin cultura, o profano en alguna disciplina”. Entonces ¿analfabeto e ignorante es lo mismo? Múltiples trabajos científicos advierten que no. Quienes no leen ni escriben, aprenden de muchas maneras y saben muchas cosas. Mucho de ese conocimiento tiene base comprobada y es socialmente válido.
Argentina vive una crisis educativa. El presente es infernal, pero lo peor está por venir. Lo que los alumnos no aprenden hoy será imposible de revertir mañana. ¿Con qué ciudadanos nos encontraremos dentro de 15 años cuando los que hoy tienen 15 tengan 30 y deban comenzar a tomar decisiones que impactarán directamente en la cotidianeidad?
Nuestro país no hace más que retroceder en materia educativa. Pasan los años y cada vez estamos peor. Retrocedamos unos años. En 2019 se conocieron los resultados de las pruebas Aprender, que no fueron mejores que las que se habían obtenido en las reconocidas PISA. Según el estudio, en ese momento, los alumnos no habían incorporado los conocimientos suficientes en matemática. En secundaria, el 72% de los estudiantes de último año estuvo por debajo de los niveles destacados y, lejos de mejorar, los indicadores cayeron en cada evaluación. Solo el 28,6% alcanzó los niveles de aprobación (satisfactorio y avanzado). El resto tuvo problemas para resolver los ejercicios e incluso el 42,8% se mostró por debajo del nivel básico. Al igual que en las otras disciplinas, los datos mostraron una correlación muy fuerte por nivel socioeconómico. En los hogares de NSE (niveles socioeconómicos), el 64% de los estudiantes estuvieron por debajo del nivel básico, mientras que en los de NSE alto representaron tan solo el 24%. Esa correlación se trasladó a las escuelas públicas y privadas. Allí la brecha fue de 26 puntos porcentuales. Pasaron cuatro años desde esa evaluación. Y esta semana se conocieron los resultados de las pruebas PISA 2022, que fueron paupérrimos. Argentina quedó en el puesto 66 sobre 81 participantes, en un ranking liderado por Singapur. En nuestro país, la muestra se hizo sobre 12.000 estudiantes de 15 años, en 460 escuelas. Lo más preocupante del informe es que siete de cada 10 estudiantes no pueden resolver un cálculo matemático básico para su edad, mientras que en Lengua, el 55% no puede encontrar información ni identificar la idea principal de un texto. Quedamos por debajo de Chile, Uruguay, Costa Rica y México. A los alumnos argentinos se les pidió, por ejemplo, que compararan distancias en dos rutas alternativas, y no supieron cómo hacerlo. O que conviertan precios en una moneda diferente y tampoco pudieron resolverlo. En Lectura y Ciencias, cinco de cada 10 estudiantes argentinos no alcanzan los estándares mínimos (el nivel 2 de desempeño). En Lectura obtuvieron 401 puntos; en esta materia Argentina se encuentra en el puesto 58 de 81 países. En Ciencias, en tanto, los argentinos tuvieron un puntaje promedio de 406, que los ubicó en el puesto 60 de 81 países, según el informe. Con estos guarismos, la conclusión es que siete de cada 10 estudiantes argentinos no lograron el nivel mínimo de desempeño en matemática. En tanto, en lectura y ciencia, cinco de cada 10 alumnos no alcanzaron los niveles básicos. Un desastre. Todo esto se potencia en un escenario económico dantesco: según la última medición de la UCA, conocida también esta semana, la pobreza se ubicó en el 44,7% en tercer trimestre del año, una cifra similar a la del 2020 y la más alta desde 2006, 41,2 %: el 67% de la población sufre al menos una carencia. Lo peor es que, tal como se espera, con una inflación aún mayor a la actual en 2024, la pobreza aumentará, lo que incidirá en la precariedad del empleo y los ingresos.
Con estas cifras queda claro que al menos las dos últimas administraciones, la de Mauricio Macri del 2015 al 2019 y la de Alberto Fernández, del 2019 al 2023 fracasaron rotundamente en sus políticas educativas. ¿Qué podría pasar desde el domingo cuando Javier Milei asuma como nuevo presidente de los argentinos? Poco se conoce de su plataforma, aunque lo que principalmente abrió debate fue la idea de entregar “vouchers” para que los estudiantes paguen la escuela a la que elijan acudir. Las que son públicas se financiarían sólo de ese modo, mientras que las privadas podrían exigir el pago de una cuota adicional.
El libertario decidió degradar el ministerio de Educación y convertirlo en una secretaría dentro de un área llamada Capital Humano que estará a cargo de Sandra Pettovello, que además incluirá temas tan delicados como Salud, Trabajo y Desarrollo Social. Una súper ministra. El responsable directo de Educación será Carlos Torrendell, un ferviente defensor de la educación privada. Y el debate está abierto con respecto a qué pasará con la educación pública, mucho más cuando con la crisis económica miles de alumnos están migrando de la educación privada a la estatal. “Conmigo sigue la educación pública, pero no con (Roberto) Baradel en el medio sacándoles días de clase a tus hijos”, afirmó Milei como única pista sobre lo que se viene.
Así los argentinos transcurrimos los días entre ignorantes y analfabetos. Pero como decía José Saramago, “el hombre más sabio que he conocido en toda mi vida no sabía ni leer ni escribir”. Nosotros convivimos con eruditos iletrados, y con incapaces que tienen título. Y la educación queda en el medio, con un futuro a todas luces alarmante.