Carlos Duguech - Analista internacional
Una pregunta razonable ante el espantoso clima de guerra total en Gaza por las fuerzas armadas israelíes, por aire, mar y tierra. Un planteo estratégico que bien responde -en los resultados- a la calificación dada por el propio Benjamin Netanyahu a raíz del sanguinario ataque terrorista del 7 de octubre en el sur israelí: “venganza”.
António Guterrez, secretario general de las Naciones Unidas (ONU), hace unos días expresaba: “Estamos siendo testigos de una matanza de civiles que no tiene paralelos ni precedentes en ningún conflicto, desde que soy Secretario General”. “Matanza de civiles” no solamente “bajas de combatientes enemigos”.
Es necesario para mejor comprender el asunto, desde aquí, que el territorio de Gaza es el equivalente a la sesentava parte de la provincia de Tucumán.
La densidad poblacional de Gaza es de 5.046 habitantes por km2. La de Tucumán, siendo la provincia líder en ese aspecto es de 64 hab/km2. Esa simple y muy evidente razón da cuenta de los estragos que cualquier bombardeo produce en Gaza. Por cada terrorista que se quiere eliminar se producen cientos de asesinatos de civiles (principalmente mujeres y niños, en sus casas).
“Ningún lugar seguro”
La Agencia de la ONU para los Refugiados palestinos (Unwra) se pronunció sobre la seguridad de los refugios en Gaza -que no son aptos- y sentenció: “no hay lugar seguro para los civiles en Gaza”. Es previsible, a primera vista, que cualquier acción guerrera en Gaza genera -además de la destrucción por los nutridos bombardeos- muertos y heridos entre la desolada población. Nunca como ahora es tan apropiada la frase con la que tituló su libro más difundido -junto a “Bases”- Juan Bautista Alberdi: “El crimen de la guerra”. Hay que decirlo con todas las letras y los números de las víctimas: ya se sabe, mucho antes de bombardear o ametrallar, que se cometerán asesinatos. Son expresiones reiteradas desde la ONU por su secretario general. Y lo sabe Netanyahu. Lo sabe e insiste en los asesinatos.
Asediado por una gran parte de la opinión publica de su país por sus decisiones políticas sobre la manipulación del sistema judicial -está cuestionado judicialmente por corrupción- y por el manejo del sistema de seguridad desde la coalición política de extrema derecha que conformó para el gobierno de Israel.
Netanyahu intenta mostrarse solidario con su pueblo muy afectado desde el golpe terrorista del 7 de octubre por el brazo armado de Hamas. Y por ello sobreactúa. Mata sin piedad con sus fuerzas militares, asediando Gaza.
Pero sus días de primer ministro están contados, conforme evaluamos los hechos desde esta columna. Los hechos y las relaciones que intenta tejer con apoyos desde Estados Unidos, que es probable le suelte la mano, necesitado Joe Biden de que no se dañe aún más su figura de cara a pretender obtener su segundo mandato en la Casa Blanca.
La tregua y los rehenes
Si hay una demostración palpable de que esta guerra entre un país fuertemente dotado para emprenderla y sostenerla en el tiempo y un grupo terrorista (Brigadas Ezzedin Al-Qassam, extensión armada de Hamas) puede y debe ser concluida es, precisamente la “tregua” para la liberación de rehenes.
¿Para qué seguir, entonces, con tantos asesinatos de la población civil, cuando concluya el plazo de la tregua? ¿Por qué no extenderla “sine die”? Que el plazo surja o se extinga sin tiempo. Que cada parte, naturalmente esperable, se mantenga alerta y preparada para un eventual quiebre de la tregua, extendida sin término.
Israel y la ONU
En 1948, apenas declaró su independencia (14/05/1948) Israel solicitó ingresar a la ONU. No obtuvo entonces los votos suficientes. Reiteró su petición en 1949 y le fue aceptada. Se comprometió a cumplir la Carta de la ONU y las resoluciones emanadas de sus organismos. Sin embargo -ya lo dijimos tantas veces- es el miembro de la ONU que más resoluciones del Consejo de Seguridad incumplió. Pese a que uno de los fundamentos de la legitimidad de su razón de ser: un país que resultó diseñado por la Resolución 181 (29/11/1847) de partición de Palestina por la ONU.
Un país nuevo que menciona siete veces en su constitución (14/05/1948) al organismo internacional, lo que claramente desnudó su posición: el 24 de octubre último el embajador de Israel en la ONU, Gilad Erdan, tuvo la osadía y la descortesía (por X, antes Twiter) de solicitar la renuncia del secretario general del organismo internacional por excelencia, Antonio Guterrez. Así las cosas, la ONU para Israel es nada, justo en medio de una guerra con tantas responsabilidades de los involucrados: el estado hebreo y el brazo terrorista de Hamas.
Hay que marcarlo: nunca antes tan inoperante la ONU. Tan atada de pies y manos como si fuera extraña al asunto siendo, como es, “la partera de los siameses”. La que contribuyó al nacimiento de “dos naciones” que todavía siguen vinculadas sin poder separarse una de otra. Más aún: una absorbiendo parte de la otra por la vía de la violencia y dejándola raquítica y con muy difícil sobrevivencia.
“La tierra prometida”
Para los judíos es el territorio de la Tierra de Israel prometido por Dios al pueblo judío en la persona de Abraham y para su descendencia. La Torá es la Ley judía, revelación divina, punto por punto. Pero también es “tierra prometida” para los palestinos y para los judíos, no por revelación divina sino esta vez por una Resolución: la 181(II), de Naciones Unidas, del 27 de noviembre de 1947.
En el libro Mi tierra prometida de Aril Shavit* se lee: “Sólo cuando fui soldado me di cuenta de que algo estaba mal. Seis meses después de unirme a las brigadas de élite de paracaidistas de las FDI me asignaron a las mismas ciudades ocupadas que había recorrido de niño diez años antes. Ahora estaba asignado a hacer el trabajo sucio: servicios de punto de control, arrestos domiciliarios, dispersión violenta de manifestaciones. Lo que más me traumó fue irrumpir en las casas para sacar a jóvenes de sus cálidos lechos para interrogarlos a media noche. ¿Qué carajo está pasando? Me pregunté a mí mismo. ¿Por qué estoy defendiendo mi tierra natal tiranizando a civiles que fueron privados de sus derechos y su libertad? ¿Por qué mi Israel ocupaba y oprimía a otro pueblo? (…) Así me convertí en pacifista (…) luché contra la ocupación apasionadamente. En la década de 1980 me opuse al establecimiento de asentamientos en los territorios palestinos”.
Y más adelante: “A pesar de lo maligna que es, la ocupación se ha convertido en parte integral de la existencia del Estado judío (...) No puedo negar escapar al hecho de que mi nación se ha convertido en una nación ocupacionista”.**
La Ucrania de Putin Putin, el “mariscal” de la guerra personal contra Ucrania, emprende a las puertas del invierno una acción guerrera de “alta estrategia” con drones sobre Kiev. Precisamente en el día en que se conmemora el Holodomor (“Matar de hambre”) una hambruna que significó millones de víctimas ucranianas en los años 1932-1933 (la URSS de Stalin). Los bombardeos dañaron los sistemas de electricidad que afectan la calefacción generando además víctimas mortales entre la población. Con petulancia el líder ruso pretendía erigirse en el hombre ético y “pacifista” que solicitaba el “alto el fuego” en Gaza, nada menos.
Irán y la cuestión nuclear
Mucho le viene costando el director general de la OIEA (Organismo Internacional de Energía Atómica) -el diplomático argentino Rafael Mariano Grossi- armonizar con las autoridades de Irán para el control acordado de sus instalaciones y prevenir que no se orienten sino al uso pacífico y no militar. Es pertinente, en este análisis, tener en cuenta la torpeza del ex presidente Donald Trump que en mayo de 2018 decidió borrar a los Estados Unidos de su compromiso con Gran Bretaña, China, Rusia , Francia y Alemania. Habían pactado con Irán (2015) que su gestión nuclear no se orientara hacia el uso militar. Un singularísimo acuerdo, único en la historia de la era nuclear. Grossi recientemente manifestó su preocupación por el rechazo de las autoridades iraníes al ingreso de algunos inspectores técnicos de la OIEA.
(*) Escritor y periodista israelí. Estudió filosofía en la Universidad Hebrea de Jerusalén. Periodista del comité editorial del diario Haaretz.
(**) “Mi tierra prometida (El triunfo y la tragedia de Israel)”. Primera edición argentina (2015). Sello editorial: Debate.