El incendio en el mercado Persia fue una verdadera catástrofe que dejó no solo a decenas de familias arruinadas por las pérdidas materiales, sino también a seis bomberos heridos por el derrumbe del techo. Hasta anoche no se había confirmado ningún deceso, pero sí que la vida de un agente corría peligro por la gravedad de las lesiones que presentaba. El personal de rescate se topó con dos problemas adicionales: la falta de agua en la cercanía del inmueble y la escasez de recursos básicos que obligó a que los vecinos de varios edificios bajaran con baldes y mangueras a auxiliar a los uniformados.
Los rostros angustiados y con lágrimas en los ojos eran el fiel reflejo del desastre, muchos comerciantes habían invertido mucho en stockearse de mercadería para las fiestas, pero desgraciadamente las llamas consumieron prácticamente en su totalidad a todos los puestos apostados sobre la galería que sale a calle Salta. Otros emprendedores, con ayuda de los rescatistas, pudieron recuperar algunas prendas ingresando por los accesos de calle Córdoba y de calle Junín, pero la angustia por una inminente clausura era generalizada en todas las veredas. “Perdimos todo, no quedó nada, nos dijeron que se quemó todo”, sintetizó llorando Susana. Fue todo lo que pudo decir mientras contemplaba cómo el humo seguía saliendo del edificio donde, en otra época, funcionó uno de los mercados de especias más importantes de la región.
Esta crónica es conveniente documentarla minuto a minuto.
Humo negro
A las 11, una mujer que caminaba rumbo a la casa de su hija por calle Junín vio hacia el cielo y notó cómo una cortina de humo negro se elevaba desde el centro de la manzana que componen las calles Salta, Córdoba, Junín y Mendoza. Mientras avanzaba llegó a ver una llamarada que provocaba la humareda. Llamó a los Bomberos y a la Policía. “Me avisaron que ya había otros vecinos que habían advertido lo mismo y que estaban en camino. Hay como cuatro regimientos, vinieron de Alderetes, El Manantial, Tafí Viejo, Yerba Buena y otras jurisdicciones”, explicó Marcela López, quien pasadas las 13 seguía en inmediaciones de la cuadra y le contó a LA GACETA cómo fueron esos minutos iniciales de la desgracia.
La torre de humo negro era tan llamativa que a las 11.15 las fotos desde los edificios cercanos se viralizaron en las redes sociales. Varios vecinos además enviaron fotos y videos desde las alturas al número de Whatsapp de nuestro diario avisando sobre el siniestro.
A las 11.20 las calles Junín y Salta, a la altura del 200, y la calle Córdoba al 800 ya habían sido cortadas. Agentes de la Patrulla Urbana y de la comisaría 1ª desviaron el tránsito y colocaron las cintas de seguridad. Además, por la complejidad y el riesgo que presentaba el incendio, se comenzó a evacuar a los vecinos que habitan en esa zona.
12.30: “Los bomberos están haciendo lo que pueden; todo lo que sabemos es que se está quemando todo y que están intentando abrir la persiana metálica. Todavía no se sabe qué ocasionó el fuego”, explicó Hugo, mientras su hija lloraba desconsolada en la esquina de Salta y Mendoza. “Uno lo poco que tiene lo invierte en el local. Se está perdiendo todo, somos muchas familias que vivimos de esto”, agregó. Por lo menos nueve camiones de bomberos rodeaban la manzana para ese momento.
Falla eléctrica
12.46: Mientras en la Salta se veía a familias enteras desgarradas por la pérdida de sus bienes, en la Junín, donde las llamas no habían llegado, la gente ponía manos a la obra para intentar rescatar todo lo posible. La Policía no permitió que se pusieran vidas en riesgo, mantuvo a los damnificados detrás de las cintas de seguridad y, en la medida que los rescatistas sacaban a la vereda las ropas, los maniquíes, los percheros y juguetes, los efectivos les permitían el paso a dos o tres personas para que pasen la mercadería a sus propietarios, que las iban cargando en vehículos particulares. La angustia era generalizada. “Dicen que todo empezó por un cortocircuito, pero no está claro aún. Creen que el fuego podría haber empezado en un local de celulares, quizás quedó algo enchufado y se dio una falla eléctrica”, planteó Leonel García, quien le dijo a nuestro diario que esa era la primera versión que circulaba entre los bomberos que trabajaban en ese sector.
Minutos antes, se había escuchado un estruendo: el techo del mercado había caído. “¡Qué angustia que tengo! Pudimos sacar la ropa del local, pero sigo temblando ¿A dónde vamos a ir ahora, señor? A esto seguramente lo clausuran y encima hay personas a las que se les quemó todo”, lamentó la puestera Alicia Romano.
Cae el techo
12.50: una ambulancia del Siprosa esperaba con la camilla lista para cargar a un herido en calle Junín. Las llamas provocaron que la pared de uno de los pasillos se desplomara, provocando la caída del techo que golpeó a seis bomberos que debieron ser hospitalizados. En medio del operativo para intentar evitar que el fuego consumiera los puestos de esa área, los enfermeros formaban un pasillo para agilizar la salida de uno de los heridos.
Aproximadamente entre las 13 y las 13.10 ingresaron en distintos nosocomios seis bomberos que fueron afectados por la caída del techo. Cinco fueron asistidos en el Centro de Salud: una joven presentaba una lesión en la región torácica y un agente sufrió la fractura expuesta de fémur, por lo que debió ser operado y permanecerá internado a la espera de una segunda cirugía, en la cual se le colocarán clavos. Esos cinco rescatistas están fuera de peligro, pero hubo un sexto bombero, Jonathan Agudo (26 años) que ingresó al hospital Padilla con un cuadro de paro cardíaco. Los médicos lo estabilizaron pero su estado de salud es muy delicado: presenta traumatismo encefalocraneano y sufrió quemaduras severas. El joven permanece con asistencia respiratoria mecánica.
Baldes y bidones
“¡Qué vergüenza! Tienen que cargar agua en los edificios porque ni eso les proveen a los bomberos, las mangueras están rotas”, se escuchó gritar a una mujer que, indignada, veía cómo los vecinos de un edificio de Salta al 300 salían con baldes cargados y se acercaban a la cuadra del incendio. Algunos policías que perimetraban la esquina levantaron la cinta de seguridad para dejar pasar a los colaboradores; se armó una cadena humana para que los baldes llegaran más rápido al núcleo del fuego sin que los vecinos se acercaran a la zona roja.
“Tenemos agua, pero es un incendio de gran magnitud y estamos esperando refuerzos para atacar el fuego en conjunto. El daño material es total, hasta se cayó parte de la estructura. Estamos abastecidos de agua, pero estamos aprovechando el agua de los vecinos también”, aclaró a las 13.10, en conferencia, el comisario Julio Gutiérrez, de la Dirección General de Bomberos.
A lo largo del operativo, que duró más de cinco horas, varias personas mostraron su solidaridad y se acercaron con baldes y bidones cargados. Otros vecinos compraron agua mineral y jugo para hidratar a los rescatistas. Incluso en un momento una pareja de motociclistas llegó a la esquina de Córdoba y Salta cargando dos matafuegos grandes y se los pasaron a los efectivos.
“¿Quién va a aparecer y dar la cara ahora? Más de $ 70.000 nos cobran por mes el alquiler de un negocio de dos metros por metro y medio. ¿Quién nos devuelve la mercadería, los freezers? Esto es una cachetada a todas las familias que trabajamos acá ¡Ni agua había adentro para apagar el fuego!”, explicó, alterado, uno de los damnificados que había ingresado al mercado a ayudar a los bomberos. El hombre se acercó a los periodistas de nuestro diario y a los de los canales televisivos de la provincia para expresar su bronca mientras contenía las lágrimas.
Vecinos en alerta
A las 13.50, Ramón Imbert, funcionario de Defensa Civil de la Provincia, sostuvo: “sabíamos de las dimensiones del incendio por las fotos que nos llegaban, por lo que de primera mano pedimos apoyo a todos los cuarteles posibles. Sabemos que hay al menos tres bomberos que resultaron heridos por un derrumbe y que hay otros que están siendo asistidos por principio de asfixia; el ministro de Salud (Luis Medina Ruiz) está trabajando aquí con nosotros junto a Defensa Civil del municipio, la Guardia Urbana”.
“Tenemos que hacer un relevamiento de los edificios cercanos para ver cómo están las estructuras”, adelantó Imbert. Minutos después el personal de Defensa Civil les comunicó a los vecinos de un edificio de Córdoba al 800 que esa torre podría haber sido afectada gravemente por el fuego. “Al caerse el techo puede estar afectada la estructura del edificio, hay peligro de derrumbe”, le indicó uno de los agentes de la repartición a los habitantes de los departamentos. Muchos esperaban con sus mascotas y con algunos bolsos a la sombra de un techo cercano.
Imbert negó las versiones de los puesteros que denunciaban que Defensa Civil no realiza controles en el mercado Persia. “Es Defensa Civil de la Municipalidad la que controla los riesgos, y entiendo que estaban en condiciones porque se veía cómo los bomberos utilizaban los matafuegos disponibles, pero obviamente no dieron abasto. Además hay columnas hidrantes en las inmediaciones”, argumentó.
“Todas las unidades presentes están con permiso de operatividad”, respondió, sobre las críticas de los residentes y comerciantes que advertían sobre el estado de algunos camiones hidrantes de más de 30 años y sobre el mal estado de algunas mangueras que perdían agua en el camino.
A las 15 un gran grupo de bomberos voluntarios se sentó en la vereda de calle Salta a descansar tras más de cuatro horas de combatir el fuego. Mientras el grupo, integrado por jóvenes y adultos se hidrataba, el capitán del grupo los llamó a las 15.10 para que se reagruparan porque nuevamente comenzaba a salir humo desde el interior del inmueble. Se había reavivado uno de los focos del fuego.
“Las mangueras no pueden estar en el estado que están; Tucumán no está preparado para afrontar un incendio así ¿Dónde están las autoridades? No se puede vivir así, no pueden estar así las dotaciones de Bomberos. Estos chicos están haciendo todo lo que pueden y aun así no alcanza, están atando las mangueras con bolsas y trapos para que no derramen agua”, enfatizó Lourdes Fernández, estudiante e hija de una puestera que hasta ese momento no tenía certezas sobre qué había pasado con su mercadería. “No solo nos perderemos la época de las fiestas, que es cuando más se vende; creo que todos somos conscientes de que hasta el próximo año ninguno podrá tener aquí su fuente de trabajo, lo cual perjudica aún más a todas nuestras familias”, concluyó.